El nuevo trabajo de Jonás Trueba es una película de corta duración y con pocos personajes, que sigue la estela de su cine anterior, en especial "Los ilusos" y "La reconquista", para contarnos unos meses en la vida de unos amigos y amigas durante el periodo de pandemia. De nuevo vuelve a recurrir a esos lugares comunes (el centro de Madrid que tan bien conoce el director), las canciones y la música en directo, las referencias poéticas y filosóficas, con una gran sencillez, naturalidad y realismo.

El punto de partida es en Otoño de 2020 en un conocido café madrileño, en donde conocemos a los 4 personajes del proyecto, dos parejas que llevan un tiempo sin verse, las formadas por Elena-Daniel y Susana-Guillermo, que asisten a un concierto del pianista Chano Domínguez.

La primera de las parejas sigue viviendo en el centro de la capital de España, a diferencia de los segundos que han decidido dar un giro radical a su vida abandonando el bullicio de la gran ciudad para irse a vivir a un chalet de una localidad de la sierra madrileña, en concreto Alpedrete. Durante ese encuentro los cuatro hacen un resumen de lo que han sido los últimos meses de vida, con una invitación incluida que da título al proyecto.

La película se mueve entre el drama y la comedia, con un buen equilibrio entre los dos géneros, y logra mantener los enigmas plantearlos para arlos a descubrir en el momento necesario, pero como los proyectos anteriores del cineasta madrileño, no hay intención de generar suspense en el espectador, sino mostrar la cotidianeidad en unas personas de clase media que bien podía ser cualquiera de nosotros, con sus ilusiones e inquietudes, y esa manera de narrar las historias es lo que genera tanto amor y odio en el cine de uno de los directores con sello propio dentro del panorama cinematográfico español.

A nivel interpretativo Trueba ha vuelto a contar con sus habituales Itsaso Arana, Vito Sanz y Francisco Carril, que interpretan a Elena, Daniel y Guillermo, y la primera colaboración de la actriz Irene Escolar con el director. Los cuatro cumplen en unos personajes que se comportan de manera natural, y que me parecen una buena elección para interpretar a los protagonistas de este proyecto que bien podría ser un cortometraje, o el primer capítulo de una serie de televisión.

Durante su visionado pensé que los personajes masculinos podrían ser los de "Los ilusos", con un salto temporal, teniendo en cuenta que los dos intérpretes formaban parte de ese reparto de esa magnífica película de 2013. El otro aspecto destacado, junto al guion y la dirección de Jonás Trueba, es el trabajo del director de fotografía habitual del cineasta, un Santiago Racaj que consigue sacar el máximo partido a las imágenes nocturnas de las calles de Madrid y del entorno natural de la montaña.

La película me interesa, y se pueden sacar muchas ideas que nos harán reflexionar sobre la sociedad actual, pero pienso que no llega a la profundidad de otros trabajos del director, y el final me dejó algo frío y con ganas de algo más. Pese a todo ello me parece un largometraje interesante, que se ve con agrado, y que recomiendo a los seguidores del cine de Jonás Trueba.

LO MEJOR: La sencillez del relato.
LO PEOR: Es demasiado corta, y el final me dejó bastante frío, con ganas de conocer algo más de los personajes.

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El nuevo trabajo de la veterana cineasta neozelandesa Jane Campion (la responsable de "El piano (1993)"), que adapta la novela de Thomas Savage, es una película que viene avalada por sus premios en Venecia (mejor dirección) y Toronto (segunda película en la votación del público), cuya historia se desarrolla hace 100 años, en concreto en 1925, en un western moderno alejado de esas grandes películas clásicas del género de espacios abiertos.

El protagonista es Phil Burkank, un vaquero con carácter, que vive en un rancho en Montana (aunque la película se ha filmado en Nueva Zelanda) junto a su hermano George. Su vida aparentemente tranquila cambiará cuando llega a ese lugar una mujer llamada Rose y su hijo Peter, lo que provocará la separación definitiva de los dos hermanos y el enfrentamiento, ya que George cambia su modo de comportarse para adaptarse a una vida más arcaica como la que lleva la recién llegada.

Nos encontramos con un buen western, de gran nivel en aspectos visuales y con una historia de tensión que se va cociendo a fuego lento, con un tercio final que es magnífico en donde terminas de entender algunas situaciones que quedaban en el aire. Me costó entrar en la película, en la presentación de los personajes, pero una vez que la historia se vuelve más oscura con una atmósfera enigmática, sobre todo por un personaje secundario clave como el de Peter.

Hay un gran trabajo en la dirección, en un proyecto muy bien planificado, a lo que podemos sumar una fotografía que sabe sacar el máximo partido de esos paisajes de Nueva Zelanda, con una gran recreación de época en una Montana neozelandesa, cuidando al máximo cada uno de los detalles para hacer creíble el relato. Otro de los aspectos más destacados es la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood, una música de fondo que no es excesiva y que acompaña perfectamente al recorrido de los personajes por los diferentes escenarios, en la que seguramente sea la mejor banda sonora de lo que llevamos de año (muy diferente a la compuesta por el miembro de Radiohead para "Spencer", que requería un sonido más potente).

El reparto está bastante bien, aunque no me termina de convencer la actuación de Jesse Plemons, con un Benedict Cumberbatch que está magnífico en una de las mejores interpretaciones de su carrera. Kodi Smit-McPhee interpreta a Peter, en el personaje más interesante de la película, y el actor australiano demuestra que es el joven intérprete ideal para un western como "El poder del perro". Kirsten Dunst está bien y cumple como Rose, en una de las mejores actuaciones de su carrera. Una película fácil de recomendar, que puede gustar a los más jóvenes y a los más mayores, y que no se pueden perder cuando llegue a Netflix.

LO MEJOR: La fotografía. La música.
LO PEOR: Tarda en arrancar.

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El actor, guionista y director Marc Ferrer nos presenta, en su tercer largometraje, un interesante retrato de la Barcelona cultural y cinéfila, a través de unos personajes que recorren los ambientes nocturnos y diurnos de esa Barcelona que pocas veces aparece en las películas comerciales, pero que existe, y nos permite conocer la filmo teca de Barcelona y el cine Zumzeig, así como servir de homenaje a ese cine europeo clásico, con el que tanto disfrutamos algunos y tan desconocido para la mayoría de ciudadanos. Los nombres de Godard, Rossellini o Truffaut aparecen en las conversaciones en donde el propio director interpreta a Marcos, un director de cine que tienen dificultades para sacar un proyecto adelante, y que tampoco tiene suerte en el amor, pese a que al principio de la película tiene pareja. La historia funciona bastante bien por ese retrato de la ciudad, por los homenajes cinéfilos y por los interesantes giros de guión, pero tiene varios problemas, comenzando por su reparto, sobre todo el masculino, ya que los actores están correctos, lo que no sucede con las interpretaciones femeninas, entre las que destacan Julia Betrián y Nausicaa Bonnín.

El proyecto me recuerda bastante a " Los ilusos ( 2013 ) ", el segundo largometraje dirigido por Jonás Trueba, y que al igual que esta película se pudo ver en el Atlántida Film Fest ( en concreto en la III edición ), pero la película del hijo de Fernando Trueba me emocionó más porque recorre los lugares claves del mundo del cine en Madrid, que es la ciudad en la que vivo y por ese motivo me sentí más identificado con esa otra película. Pero las personas que vivan en Barcelona sentirán las mismas sensaciones y emociones que viví yo en aquella película. La película se presentó en el pasado festival de cine de autor de Barcelona, el D´A, un lugar ideal para poder ver esta propuesta de Marc Ferrer, un habitual de ese festival catalán.
La película funciona mejor a nivel romántico que como comedia, y la recomiendo a los cinéfilos catalanes, sobre todo a los asiduos a lugares como la Filmoteca de Cataluña o os cines en donde proyectan las películas de estreno de cine de autor.

LO MEJOR: El guion y los homenajes cinéfilos.
LO PEOR: El reparto.

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El cineasta, actor y guionista Kenneth Branagh nos presenta su película más personal, trasladándose a su infancia en la ciudad de Belfast, y lo que vivió cuando esa región estaba en medio de un conflicto entre los protestantes y los católicos. Para ello ha decidido mostrar la vida diaria de una familia de clase obrera en el año 1969 (la película da comienzo el 15 de agosto) desde el punto de vista de Buddy, ese niño tan entrañable interpretado por Jude Hill, que está presente en casi todas las escenas.
El largometraje se presentó en la pasada edición del festival estadounidense de Telluride, ganó el premio a la mejor película en Toronto y clausuró el de Sevilla. No ha perdido fuerza en la actual temporada de premios, y es el favorito para ganar el Óscar a la mejor película.

Branagh no ha querido incidir en ese conflicto, ni centrarse en él, sino poner su punto de mira en esa historia familiar, con sus alegrías y tristezas, y así el espectador sabe que a su alrededor hay un ambiente de revueltas callejeros después de verlo en una escena en la parte inicial y por algunas conversaciones del protagonista con otras personas, pero no quiere desarrollar una película bélica ni un thriller, lo que me parece un acierto, pero también entiendo que las críticas negativas vengan por pasar de perfil por el conflicto y porque algunas escenas podrían buscar la lágrima fácil (cosa que no comparto, ya que creo que esos diálogos entre nieto y abuelos o entre padres e hijos están cuidadas al máximo para lograr emocionar de manera natural, sin necesidad de emplear una música de fondo dramático).

La película funciona muy bien por su sencillez, buscando la naturalidad en esa historia de tono tan clásico y muy convencional, en ese día a día de un niño que comparte muchas cosas con el Branagh de esa época cuando tenía 9 años, con sus inquietudes y ganas de pasarlo bien dando patadas al balón, pero también en su primer amor.
Un acierto la elección de Jude Hill, que es el alma de la película, pero también de casi todo el reparto, y para ello ha acudido a intérpretes que en gran parte viven o han crecido en esa zona, con una Caitríona Balfe, conocida por su trabajo en la serie "Outlander", que está magnífica como la madre del protagonista y que tiene unas cuantas escenas potentes a nivel dramático.

Pero si hay dos personajes entrañables, aparte del de Buddy, son los abuelos del protagonista, que nos regalan las escenas más alegres, y que nos hacen reflexionar con algunas frases históricas en esas conversaciones tan sinceras, en especial las de nietos-abuelos. Los dos intérpretes, Ciarán Hinds y Judy Dench, lo hacen bastante bien, y merecerían la nominación al Óscar, aunque todo parece indicar que la veterana actriz británica se va a quedar fuera del quinteto de nominadas de este año.

El que no me termina de convencer es Jamie Dornan, que interpreta a ese padre que está trabajando en Inglaterra, y que les plantea que es mejor que todos abandonen Belfast para irse con él a Londres. El actor, conocido por el gran público por ser el protagonista de "Cincuenta sombras de Grey", no cambia de registro y no transmite lo que necesita su personaje en las escenas más dramáticas de la parte final.
El que pasa desapercibido es el personaje de Will, el hermano mayor de Buddy, que está allí en las escenas del interior del hogar familiar, pero que en algunos momentos parece un mueble al que no hacen caso su familia a diferencia de lo que sucede con su hermano menor.

El guion escrito por Branagh es de gran nivel, que sabe explicar una historia familiar en poco más de hora y media con una gran naturalidad y sin profundizar en temas que se salgan de la vida diaria de Buddy, con su familia y amigos, durante las vacaciones o en la vuelta al colegio. Unos grandes diálogos muy creíbles y que reflejan esas inquietudes de gente social de clase media-baja, en donde se debate la difícil decisión de cambiar o no de ciudad para buscar un futuro mejor, aunque esto suponga dejar sus raíces y amistades.

La dirección no es lo más destacado del proyecto, pero eso no quiere decir que sea mala, ya que me parece un gran trabajo de Branagh, y como ejemplo las dos primeras escenas con unos planos en movimiento muy bien filmados, en donde también se emplea muy bien el sonido durante las revueltas callejeras.
La fotografía en blanco y negro está bien, sin ser lo más destacado del proyecto, aunque tiene algunos grandes momentos como una escena muy bien iluminada desde la escalera del interior del hogar familiar.

Soy un admirador de las canciones de Van Morrison, y creo que es una buena elección el empleo de sus canciones ya conocidas porque encajan muy bien en el tono de la película, además de un tema nuevo como "Down to Joy" que escuchamos en el prólogo, en ese gran arranque a nivel técnico y musical, en donde hay un cambio del color al blanco y negro.

Una película fácil de recomendar, que puede gustar a los que disfrutan con esos dramas familiares en donde el protagonista es un niño, en donde se plantean asuntos del día a día que se pueden extrapolar al de muchas personas de clase media-baja.

LO MEJOR: El guion. Las interpretaciones de Ciarán Hinds, Judy Dench, Caitríona Balfe y Jude Hill. Las canciones de Van Morrison.
LO PEOR: La actuación de Jamie Dornan.

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En los últimos años se están rodando muy buenos documentales y en todos los casos están centrados en historias de un personaje y no de un grupo de gente muy amplio con problemas. En este segundo caso se han hecho documentales como The invisible war y How to survive a plague, que se centran en un problema conocido de un amplio grupo de población pero te intentan manipular siempre de la misma forma, " los politicos del mundo y en concreto de los Estados Unidos son la cusa de todos los problemas en el mundo ".
En el documental de Andrew Jarecki ocurre lo mismo, ya que todos sabemos que existe venta de droga, gente que se droga y mucha gente encarcelada por ese motivo, pero pensar que desde 1930 todos los males se deben a los políticos de Estados Unidos y que la única solución sea " la legalización de las drogas " me parece una forma simple que queda bien , pero que en mi caso ya aburre.
La diferencia de este con los otros documentales citados anteriormente es que en The house i live in la estructura y el ritmo de la película son perfectos, va mezclando comentarios con imágenes de época tanto en blanco y negro como en color, el orden de lo que te cuenta tiene lógica, la fotografía está bastante bien. Deberían haber planteado el tema desde un punto de vista más objetivo contando con comentarios de las dos partes, ya que no creo que todos los policias y jueces de Estados Unidos estén en contra de las medidas anti-drogas, como los que salen en el reportaje.