El análisis se sustenta en esos lugares que nos llenan de libertad para ahondar en el diálogo más profundo, en la búsqueda del entendimiento a partir de la confrontación de la palabra. Hong Sang-soo nos tiene acostumbrados a basar sus películas en la palabra, en intentar expresar en sus alocuciones toda la ontología del ser humano y aquí logra expresar desde la captación robada de esos momentos toda la calidad y sensibilidad que esperábamos. Por todo ello el director llena de vida la situación, es el 'locus' la parte inicial y final del guion, que se convierte en el mayor protagonista de la historia, haciéndolo centro neurálgico de la apertura expresiva de sus protagonistas. Con todo ello se entremezcla las realidades de los que necesitan expresar, pedir o argumentar su momento más trágico para intentar seguir. Porque de ahí va a salir la solución para sus protagonistas: en la expresión y realización verbal de sus vidas...

Esperable pero no por ello despreciable. La naturalidad y la crudeza con que se narra el drama carcelario no deja de ser interesante, con pocas licencias a la imaginación se desarrolla con un toque de sobreactuación de los momentos dramáticos. El reparto actoral llena de vida a sus personajes, que conlleva esa buena sintonía y vibración en sus secuencias. No hay tapujos para las buenas actuaciones. La trama está lo suficientemente armada como para poder desarrollar a los personajes, que vivan los sufrimientos y las alegrías que la acción les conlleva. No intenta explicar la profundidad de sus actos, si no que los expone con todas sus aristas para el entendimiento de la historia. Eses pequeños giros en el guion no dejan que el espectador se acomode en lo esperable, pero no se sale de lo establecido. Intentar sobrevivir es la máxima de sus personajes que la llevan a la perfección sin disimulo ni reservas.

Al final la historia se escribe por la unión de sus personajes. La colectividad es el resultado de la suma de todos sus componentes. Miles de circunstancias son expresadas siempre de forma aleatoria pero clarividente. No hay mejor expresión de la crudeza del momento que aunar todos sus componentes: infamia, respeto, restablecimiento y dignidad... El tiempo todo lo marca. El tiempo todo lo consume. El tiempo es la única arma con valor, que puede desprestigiar el resultado pero no disuadirlo ni matarlo. Los directores marcan una línea que aúna el sentimiento generalizado, pero sus protagonistas son capaces de hacer frente al 'Sino' para expresar sus verdades, sus sentimientos y su templanza adquirida. Un guion bien estructurado, no falto de aristas que esparce los focos de una realidad poliédrica y los compone en un puzle de variedades realistas. Los propios protagonistas sufren las consecuencias de sus propias denuncias y viven en sus carnes el 'fatum' sin cortapisas. Las distintas voces analizadas vuelven coral un problema universal. No siempre la pluralidad es sinónimo de democracia, pero puede acallar los sentimientos de rivalidad. Intencionado o no el tiempo sigue su curso en el guion que infalible lo reordena y lo llena de contenido en esta oda a la dignidad humana, que no personal.

Creando una atmósfera opresiva y en tensión el director juega con la duda constante, los detalles nos emplazan a fluctuar en la adscripción a un pensamiento claro, a una explicación coherente y que no nos descoloque las referencias sutiles y veladas a una posible explicación. La música, los tipos de planos, todos nos conducen a admirar, guardar e interpretar la realidad recreada, a esperar el momento crucial, y lo consigue, y no por esperado nos deja de golpear. Hasta en la negación de las circunstancias el guión está bien engarzado. Un thriller compacto, bien cerrado e inquietante, con temática creíble y actuaciones nada desmedidas.