Correcta película de animación olvidada por el público y alabada por la crítica, con dos nombres de peso como Trueba y Mariscal que le otorgan un plus de enjundia y unas altas expectativas que no se acaban cumpliendo totalmente.

Lo mejor sin duda es la banda sonora que la acompaña durante todo el metraje, con temas que dan más vida a unos dibujos de lo que un austero presupuesto permite. En el lado opuesto tenemos una historia de amor con varios altibajos narrativos aunque con momentos realmente hermosos, en contraposición a otros demasiado acelerados, lo que al menos sirve para que, aún sin dejar huella en la memoria, estemos ante un largometraje dinámico y de visionado agradable.

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La filmografía de Daniel Day-Lewis es cuanto menos impresionante, y con este drama basado en hechos reales reafirmó su talento en uno de los mejores momentos de su carrera profesional. El desarrollo y la evolución de su personaje es magistral, haciéndolo suyo desde el primer minuto, rodeado además de un extraordinario reparto que logra elevar a lo más alto una historia que con otro elenco habría sido carne de telefilme.

Esto es debido a un estilo de realización funcional y bastante convencional que ejecuta un guion cuyos momentos álgidos, al principio, y sobre todo al final, consiguen erizarte la piel, lo cual enfatizan musicalmente "temazos" de su banda sonora a cargo de Bono y Sinéad O'Connor.

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Javier Fesser ha demostrado que es capaz de dirigir y escribir con éxito películas convencionales y eficaces como Campeones, o alocadas y surrealistas como Mortadelo, y en este caso, aunque se acerca más a la segunda, se sitúa en un punto medio de accesibilidad con este rompecabezas compuesto de cuatro relatos presuntamente independientes cuya conexión vale la pena descubrir por uno mismo.

Es verdad que las dos historias centrales se hacen bastante cuesta arriba por la reiteración de sus tramas y la lástima que uno siente por sus protagonistas, pero si se supera la tercera, lo que viene a continuación hasta su desenlace, es un alarde de encaje de bolillos que asombra por su ingenio, y lo más importante, divierte con su humor genuino, y como no, un poco absurdo.

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Un caso real que tuvo lugar a finales de los sesenta es adaptado al cine por el celebérrimo guionista Aaron Sorkin, quien también se pone tras las cámaras para dirigir una película que le viene como anillo al dedo. Y es que contar una historia llena de tantas complejidades sociales y políticas y que no perdamos el hilo es ya de por sí un logro, debido al incesante vaivén de nombres, fechas y lugares, que lejos de apabullar al espectador le sumergen de lleno en un juicio que resulta cómico en muchos momentos, desconcertante en otros y sobre todo enervante en su totalidad.

Su reparto coral consigue ponernos en situación con buenas actuaciones, algunas sobresalientes, como las de Rylance o Baron Cohen, y otras más discretas aunque eficaces como las de Gordon-Levitt y Redmayne. En definitiva, pese a la lejanía física y temporal de los hechos, es un largometraje fácil de ver, y que deje el suficiente poso para que sea difícil de olvidar.

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Última película de Heath Ledger antes de dejarnos, que gracias a la magia del curioso invento conocido como el "imaginario", es sustituido mediante actores de la talla de Jude Law, Johnny Depp y Colin Farrell, con llamativo aunque desigual resultado interpretativo.

En cuanto al guion, tiene el toque justo de locura al que nos tiene acostumbrados el director y guionista Terry "Monty Python" Gilliam, quien logra introducirnos parcialmente en una historia llena de misticismo y fantasía, con algunos altibajos narrativos, pero consiguiendo un largometraje más que aceptable y muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados el cine de hoy en día, lo cual ya es todo un aliciente para verla.

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