Por lo que callas es por lo que te defines. Esa es la máxima de Marc Meyers, que recrea esta arrolladora personalidad de la forma más humilde y pausada que podamos imaginar. El tempo del film va acorde a la imagen del personaje, a su forma de expresar, siempre fría, ponderada, prudente y de soslayo, sin que podamos imaginar ese interior, turbador, atormentado e inquietante. La tensión se palpa, en cada secuencia, con la necesidad de expresar de su protagonista, de dar rienda suelta a su mundo interior, pero siempre sin ver lo que se imagina. Ese trabajo de Marc Meyers intensifica lo holístico de la película, esa cuarta pared impertérrita, colosal, descomunal que horroriza sin mostrarse, solo aderezada con algún insignificante hilo musical y con unas palabras secas pero hasta calmadas. El guion intenta esclarecer las circunstancias, que ayudan a empatizar, pero nunca justificar, así traslada el trabajo juicioso al espectador dando esa arma de doble filo al que menos le interesa. Ross Lynch se viste espiritualmente con el traje de lo perturbador. La escenificación, la ambientación y la fotografía añaden ese realismo y cercanía que nos ayuda a trasladarnos a su lado, acercándonos a sus intenciones para poder analizarlas sin llegar vivirlas.

Parte de unos principios claros: análisis argumental definido, temática multidisciplinar abierta y un toque obscenidad cruel que añade rigor al guion. El espectador vive la realidad narrada como si fuese la vivida en propia persona. Sin dejar de ser críticos, la multicausalidad y las circunstancias secundarias para la trama imprimen color a la narración, añade matices que vuelven cada capítulo sinuoso en la forma pero directo en el fondo. Una elección de cada matiz de confrontación en la trama que desliza en el ambiente un punto más de argumentación.
La elección del clima, el 'fátum' y la idiosincrasia como sensibilidades presentes pero no visibles enrarece el ambiente, que con sus matices de frialdad y textura metálica lleva a la recreación de la atmósfera idónea para la confrontación de la crítica a lo heredado. No podemos más que aplaudir el tratamiento de la igualdad, la psicología y la ley, con sus implicaciones a la hora de transformarlas en intenciones reales, siempre en choque continuo con los estereotipos y la realidad heredada, anclada a fuego en los estamentos más poderosos del sistema.

Extremadamente recargada, visualmente llena, biográficamente puntual. Los retazos elegidos nos pintan un lienzo colorista, abrumador y excéntrico, lleno de vanidades que, con un leve intento artístico, nos levanta el gusanillo de la moda, pero sin cuajar. No nos mueve, ni nos palpita, sólo nos roza sutilmente. Metraje excesivo podemos ver dos partes diferenciadas, la primera atrayente, llena de insinuaciones y en la que la vida y obra son expresadas, recreadas e intencionadas. La segunda, deslavazada, incontrolada y a momentos repetitiva...

Inspirado en el monocromismo visual busca la cinta impactar con un transgresor guion rompiendo con pensamientos monolíticos, esa dualidad uniforme llevada al extremo con el rosa por bandera como guiño al aperturismo mental. La ambientación 'kitsch', con toques retro, siempre aderezada con momentos musicales descontextualizados pero relacionados en temática ayudan a comprender la multicausalidad del momento y el rupturismo con lo establecido. Apartarse de las bridas que sujetan la forja, sacarse del constreñido guion establecido para narrar historias impactantes y desoladoras, pero siempre con el guiño de la esperanza que sobrevuela a lo diferente. Un alarde estético indispensable, una fotografía correcta, una narración equilibrada, con planos equidistantes, compensados y centrados. Y sobre todo un maquillaje que sale reforzado en una cinta diferente.

Obra que busca de forma inteligente la reacción del espectador ante unas actitudes marcadamente crueles y vigorosas y que camina hacia la necesidad de interpretar cada personaje y grupo como un análisis acertado de ciertos movimientos reales. No busca la universalización de las acciones ni busca ejemplificar con una trama dolorosamente cruel, si no que recrea fascinantemente esos vicios, bondades y miedos de forma magistral, entendiendo que las personalidades no son el adalid en el que nos tenemos que ver reflejados, pero sí las actitudes y los caminos que se sopesan y se toman, para entender que de fondo hay un pensamiento capaz de sobreponerse a otros por los fallos y los caminos que se escogen. Violenta, con ritmo, con acción, vertiginosa y dolorosa, se entiende la película como una descomposición estudiada e intencionada de lo que somos, pero nunca como culmen de la verdad. Su verismo no choca con la empatía por la trama, si no que bebe de sus miedos para hacerlos real. Con sus decisiones el director sentencia pero nunca se equivoca.