Un pajarraco de Minnesota viaja a Río durante el carnaval para ver si consigue echar un polvo... Pues no lo encuentro yo muy infantil, el argumento éste. De hecho, el bicho es propiedad de una chica, poquita cosa ella, que regenta una librería de nombre “El guacamayo azul”, que suena, cuanto menos, a pub gay, o a club de alterne… Pero lo peor es que es una de esas pelis en las que los animales cantan y bailan, rollos, generalmente. Porque mira que es coñazo la samba, y la bossa nova ni te cuento. Me estaba aburriendo tanto viendo este primor de animación en colorines, que he preferido apagar la tele y venir aquí a escribir esta sandez.

Ésta ya la he visto antes. No esta misma, pero es igual, ya la he visto antes. Películas de factura española, tema de post-guerra, curas de moral chunga y más salidos que el pico de una mesa, perdedores (rojos) cuyo único pecado es ser intelectuales y poetas y por esto han de esconderse o morir…. Ya lo he visto antes, vaya.

A Jose Luis Cuerda se le ha secado el cerebro, con lo creativo que era el hombre, ahora es un cataplasma más con ínfulas de vete tú a saber qué. Y sus últimas películas son aburridísimas, ya no por que sus argumentos estén más o menos trillados, si no por su forma de rodar. Se le ha olvidado lo que es el ritmo… Esta película tiene el arranque más soporífero que alcanzo a recordar. Una escena con dos personajes dialogando largo y tendido y los primeros planos de los dos recogidos por sendas cámaras a la vera de cada uno, intercalados por turnos… te dan ganas de pirarte. Pero te quedas un rato más… y sigues viendo escenas de una planificación soporífera… Por fín, poco a poco, vas entrando en la historia, que pese a trillada, no es mala historia, y si consigues meterte en ella no es por las habilidades del director, si no por las de sus actores, casi en su totalidad, magníficos. Para la ocasión el niño de EL ORFANATO aprende a vocalizar. Por contra, el niño de EL INTERNADO es un actor ridículo y sobreactuado, lo peorcito de la película sin duda. –No confundir la peli de Bayona con la serie de Antena 3-

En Oriente hacen una peli de terror.
En jolibú compran los derechos y se hacen otra peli de terror (¡del bueno, oiga!)

En Oriente hacen pelis de terror como churros, porque saben que luego vienen los americanos y les pagan un pastón.
En jolibú ya no quedan neuronas pensantes, así que están muy agradecidos a los chinos por darles el trabajo hecho. (Entiéndase por chino cualquier asiático de piel amarilla)

En Oriente, como hacen pelis a mogollón, empiezan a escasear las ideas, y las que tienen no son muy buenas.
En jolibú, como no tienen ideas, se dedican a retorcer y estropear las que se les ocurren a los chinos.

Tanto cine de oriente, y los yankis no se orientan.

Así que, esto es maravilloso. Todos contentos. Como decía aquel, me encanta que los planes salgan bien.

Porque, ciertamente, los planes salen bien, pero las películas salen hechas una mierda.

El secreto de la felicidad empieza por no ver esta película. Es una peli de tren. Y no me refiero a que salgan trenes, que pese a ser una cutre-guía de viajes trenes no salen, sino a que es una de esas pelis que te cascan cuando viajas con RENFE. Supongo que se entiende lo que trato de decir. Ese mal considerado “cine para todos los públicos” que en realidad no es apropiado para nadie.

El argumento gira en torno al concepto de la autoayuda, que si en la literatura es algo horrible, en el cine no tiene perdón de Dios. Cada minuto del metraje es más y más y más necio, lo que se convierte en algo tedioso.

Si te gustó “Come, reza, ama”:
1-Puede que te guste esta también, porque se dan un aire.
2-Háztelo mirar.

Aquel, llamémosle rock & roll, también conocido como Doo wop o Du duá, tan propio de los años 50, era una música ridícula, pastelosa y amanerada. Algo insufrible. Para morirse. Todavía recuerdo las versiones de los Tennessee, rama rama lama lama din don, qué horror. Si al menos hubiesen sido Hare Krishna, pero qué va, eran simples horterillas irredentos.

A lo que iba, que lo único que me convence del relato es que Christine elija enchufarle a la gente los penosos hits cincuenteros mientras perpetra sus fechorías. Es un toque que sadismo extra que me divierte.
Por lo demás, menudas gilipolleces que se le ocurren al Sr. King. No dudo de que tenga relatos buenos; uno de cincuenta.

Que Carpenter consiga alguna secuencia chula con un argumento tan idiota tiene cierto mérito, pero poco. Y la permutación del prota, de pusilánime llorón a chuleta soplagaitas, es tan patética que consigue que la peli se atragante.

¿Y el terror? Pues nada, se queda en el chasis.