Tener medios informativos veraces e independientes en México, se vuelve una misión tan complicada en un ámbito donde la corrupción ha imperado por décadas, donde los actores políticos y sociales acatan la presencia de un tercer grupo —como el de la delincuencia organizada — que ensombrece todo intento por ese periodismo y lo arrincona en huecos en el que la entereza y decisión por mantener líneas editoriales imparciales y con la absoluta autenticidad de los hechos serán lo único que los haga perdurar.

Bajo la producción de Univisión, el serial de sólo 11 episodios a la fecha, se enfoca en un grupo de periodistas de línea independiente que dan voz a los caídos de la labor por el simple hecho de no doblegarse a los intereses de la política y el narco, y que se dedicarán a indagar el asesinato de un candidato a la gobernatura que dejan al descubierto una serie de actos marcados por la podredumbre social instalada en un sistema negado a marchar por la legalidad.

Tijuana trae una plantilla de actores experimentados como Damian Alcázar, Claude Maillé, Roberto Sosa y Leticia Huijara, por mencionar algunos, da pauta de ser un proyecto de denuncia sobre condiciones a las que los periodistas se encuentran expuestos al ejercer la labor, en este país donde la violencia pareciera ser el cotidiano y en el que los que se dicen ser periodistas emplean notas amañadas y sometidas a intereses obscuros, que les permitan seguir conservando su lugar en una pirámide social probada mas no legítima.

Con una fotografía de penumbra constante y una dirección de arte idónea, así como alejada de los estándares de la perfección que suelen recrearse en la televisión más complaciente, se recrean las instalaciones del Frente Tijuana, además de los distintos entornos en los que los personaje suelen encontrarse, con un desorden que suele proyectarse en cada toma y que a fin de cuentas va íntimamente relacionado con sus propios estados.

«Tijuana» no defrauda, sólo se intuye cierta premura entre la duración de cada episodio y algunos de los temas que han decidido abarcar en algunos de ellos.

Título de 2015 que narra el acontecer cotidiano de una dupla de hermanos asiduos a las calles y al fútbol en un barrio en la periferia de Casablanca en Marruecos. El filme transcurre en cuatro tiempos en donde se nos muestran sus preocupaciones para llevar el sustento económico a casa y ser acreedor a cierto reconocimiento por parte del grupo familiar. Para lograrlo deben encarar a un mundo agreste del que son participes y víctimas de manera simultánea y que irremediablemente los orillará a inmiscuirse en grupos radicales que exaltan el fervor a Dios y su veneración.

El filme evita el tremendismo y de manera cuasi documental, su director se enfoca no sólo en el ámbito familiar, sino que se va hacia los campos callejeros donde pasan su tiempo, a un pequeño taller de bicicletas en el cual se desempeñan, así como al interior de esas congregaciones que a través de la fé captan posibles fieles que puedan cumplir actos extremistas, donde las cuestiones se diluyen para enfilarlos hacia el suicidio.

Con una narración puntual, Nabil Ayouch da una muestra inteligente de los antecedentes de individuos con algo por contar, donde sus propias relaciones se afianzan a través del tiempo, la vivencia, la devoción, el futuro, las desavenencias y todo aquéllo que confiere a la toma de decisiones.

Filme discreto, de convicción que atrapa e impacta.

Como una opción de la plataforma Netflix se coloca en su catálogo Dólar, producción de origen libanés que va tras de un billete premiado y sus dos cazafortunas que han planeado o intuido la manera de encontrar riqueza a través de una campaña publicitaria, la cual busca el posicionamiento en el mercado de la marca de la institución bancaria que la financia y dispuesta a otorgar un millón de dólares a quien tenga lo tenga en su poder.

Tarek —el publicista—, se ha dado a la tarea de plantearle al director general del banco de manera confidencial la propuesta de poner a circular un billete de a dólar, el cual guarda dicho premio. El hombre accede a dicha estrategia y solicita a Zeina se lo proporcione; ella sin saber de lleno antes de dárselo copia el número de serie y así en adelante indagar los motivos de dicha petición.

Dólar es un serial de humor ligero en el que se deben encarar la ambición contra los valores de dos sujetos que movidos por su interés jamás se deshumanizan y sin proponérselo hacen la buena obra para aquéllos quienes tienen en su poder el billete ganador. Así podemos ubicar a lo largo de sus quince episodios padres solteros, suicidas, solitarios, gangsters, devotos, neuróticas, enajenados, obsesivos, entre otros, que en distintos ámbitos dejan moralejas para los mismos protagonistas y por tanto al televidente, así como tratar de sostener la premisa de no perder de vista el dichoso billete.

Llevadera, ocurrente y artificiosa.

Dos términos muy en el lenguaje cotidiano de los mexicanos se encuentran de lleno en esta cinta, el de mirey, así como el de godín. Cada uno es empleado con el sentido más despectivo posible que el otro y encierran a dos tribus ubicadas en cualquier oficina de este país, que refieren a los hijos de los dueños —el cual también incluye a amistades— y a los oficinistas respectivamente.

De lo anterior sale el argumento de María Hinojos y Carolina Rivera, en donde el caricaturizar a cada grupo con la rutina de su acontecer y sus hábitos, es la tarea para construir una auténtica trama de nulo ingenio como espejo de repelentes entre las clase trabajadora y acomodada, con el chiste simplón que radica en acentuar actitudes mal vistas entre ambas partes y se recurre a los estereotipos más elementales, sin dar una pauta de creatividad ya no sólo a las guionistas, sino al director.

Con dos o tres escenas que causaran alguna risotada, el proyecto se sale del ámbito oficinista y hace un recorrido por lugares clave donde las mayorías conectan al verse fotografiadas y si bien no se pide un análisis de estratos, el ramplón de 94 minutos concluye con reconciliación básica y previsible de tendencias más conciliadoras posibles.

Si bien en el cine de Chava Cartas difícilmente podremos encontrar una cinta que supere el categórico de palomero, su más reciente éxito en taquilla confirma su línea, la más comercial, que gusta entre las mayorías y termina siendo el esperpento de los más exigentes.

«Mom» trae como premisa una serie de recursos vistos y por haber mezclados en un formidable thriller salido del típico estándar de conflicto entre hijastras y madrastras para encajarlos no sólo desde la perspectiva familiar o escolar, sino en lo social, con la barbarie avivada por la misoginia —el recurrente temático de esta región, dadas las condiciones que imperan en el consciente colectivo— da para una película con muchos artífices muy bien logrados.

De notorio pulso narrativo, la cinta se dota del drama para converger en un thriller trepidante, el cual jamás flaquea y con suficiente talento hilan la historia de una adolescente con su madrastra —quien a la vez es su profesora de clase. Las demandas de la joven se vuelven repentinamente en su contra al ser ultrajada y desaparecida, lo que dará paso a la protagonista —de temple sereno y comprensivo— en un estado de analítica que aplicará medidas para ajusticiar a aquellos que osaron trasgredir la dignidad de la joven.

La película de Ravi Udyawar cumple de principio a fin, aún cuando la ficción supere en determinado momento la realidad y es aquí cuando el cine de denuncia opta también por no quedarse en esa tendencia, quiere vender y también se vale de ello. Una película de acción equiparable al cine gringo, expertos en ello.