La realidad, tan enmascarada por todos casi siempre, aquí se deja a un lado para ofrecer a los demás la cara que siempre han querido mostrar y que casi nunca han conseguido.

La pena es que casi todo resulta demasiado artificial a los ojos de los demás, por lo que a cualquiera que se ocurra parar a observar no le costará encontrarse con la verdad. No hace falta ser un personaje de Raymond Chandler para ver que el teatro no es la especialidad de los protagonistas. No saben mentir.

A pesar del buen reparto (bastante bueno para los tiempos que corren), las actuaciones no logran salvar un conjunto que se queda corto, que de mirarse tanto en el espejo de su antecesora olvida mirar hacia adelante. Todos están bien, en apariencia.

No es casualidad que Poehler sea la directora de esta feminista propuesta. En 2018, la actriz acudió a la gala de los Globos de Oro acompañada por una mujer activista por la igualdad, mostrando un compromiso del que también hicieron gala algunas otras compañeras como Emma Watson, Laura Dern o Meryl Streep. Para la actriz queda claro que las palabras deben ir acompañadas de hechos, y ahora con “Moxie” grita sus ideas con voz alta y clara.

“Moxie” quizás no ayude a derribar muchos prejuicios con una trama sencilla y sin pretensiones, pero exponiendo la igualdad entre géneros en una comedia adolescente quizás consiga plantar la semilla para que las generaciones venideras lo vean ya no solo como algo normal, sino como algo que forma parte de sus vidas sin reparar en ello.

Tampoco es casualidad que, además de Poehler, la idea original sea una adaptación de una novela de Jennifer Mathieu o que la adaptación sea un trabajo de Tamara Chestna y Dylan Meyer. Un trabajo muy personal para estas tres mujeres que saben en todo momento dónde están los límites para reivindicarse sin perder significado por el camino.

Pero además de activista y reivindicativa, la película tiene como protagonistas a una chica adolescente y su grupo de amigas, y sus historias personales son también parte de la trama. El primer amor, los altibajos en las relaciones de amistad o la confianza entre madre e hija son temas que se tratan con humor y comprensión, aunque todos de manera ligera porque lo importante es el tema central.

Después de haber expuesto un tema muy interesante y actual, y de haber desarrollado el personaje de Robinson como una chica fuerte y comprometida que comienza siendo tímida para convertirse en el altavoz de su causa, “Moxie” es mucho menos potente en su conclusión, con una revelación que podría haberse tratado con menos ligereza. Aún así, la película es estimulante y reflexiva en su fondo. Ahora solo hace falta que éste cale.

A pesar de mantener el título del original, este remake tiene poco que ver el espíritu (nunca mejor dicho) que tenía aquellas películas de fantasmas que tanto nos divirtieron en la década de los 80s. La originalidad, el humor de los diálogos, la capacidad de meter al público en la historia… todos los elementos necesarios para engancharnos de los que esta versión adolece.

El lógico que con el paso de los años los efectos especiales sean bastante mejores ahora que hace todos esos años pero ni siquiera esta mejora con su despliegue de medios es suficiente para enamorar al espectador, sobre todo al más nostálgico e incondicional que, probablemente, se echará las manos a la cabeza. Porque no sólo decepciona en el apartado técnico por no saber presentar nada nuevo, sino que hace aguas tanto en el guión como en sus interpretaciones.

También cuesta entender la luz verde que se le ha dado a esste libreto falto en todo momento de personalidad y profundidad en su contenido, y si me apuran en su forma. A los más jóvenes les podría valer aunque sea por rutina, estamos acostumbrados al bajo nivel que muestran los remakes últimamente, pero para los que añoran el original, es decepcionante ver cómo este guión con tantas posibilidades de explotar las secuencias de acción o de humor lo tira todo por la borda. En esto mucho tiene que ver el guión, pero también recae la responsabilidad sobre el reparto, esta vez femenino y que constituye el único cambio significativo. Un reparto que a pesar de gozar de la presencia de dos de las grandes estrellas de la comedia en vivo, es incapaz de conectar dos gracias seguidas. Tanto Wiig como McCarthy, protagonistas indiscutibles, son incapaces de sobresalir en la comedia fuera de su entorno natural. Ambas son muy apreciadas en Estados Unidos, pero en España tienen poca gracia.

Algunas revisiones logran igualar a sus predecesoras, pero “Cazafantasmas” (2016) se queda en el camino y avisa con un inicio atropellado, un desarrollo plano y tedioso y un final bastante previsible, es decir, sigue los cánones para terminar siendo rutinaria y olvidar que debe hacer disfrutar.