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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.188
Críticas ordenadas por utilidad
4
4 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer, una pobre mujer, que tiene un imán para las desgracias y para los hombres perversos, lo cual está íntimamente ligado, que cree que va a encontrar paz y lo único que la visita es la violencia.

Pues ha llegado el momento de que ella se arme y lo ponga todo patas arriba, porque, ¿desde cuándo la mujer es el sexo débil? Si hay historias que se encargan de demostrarnos lo erróneo de ese tópico idiota son las pertenecientes a un controvertido subgénero del "grindhouse", las "rape & revenge", donde en efecto hay tiparracos que creen en ello a ojos cerrados, y son los primeros en caer fulminados a manos de una dama; no es difícil dar con ellas en la década de los '80, donde más parecieron extenderse, al mismo tiempo que los ultraviolentos "thrillers" de justicieros.
Un tanto curioso para un servidor sí resulta cruzarse con algo así en la filmografía de Cirio Santiago, el filipino experto en cine de acción "Z" y aberrantes imitaciones de "Mad Max" y protegido de Roger Corman; precisamente cuando en 1.985 se destapa con el más potable de todos esos títulos post-apocalípticos ("Ruedas de Fuego"), colabora en una coproducción entre Filipinas y EE.UU. y así se marcha a filmar a California y New York. Y no es nada del otro mundo; los primeros minutos producen un poco de vergüenza ajena, sobre todo por la pésima habilidad interpretativa de los actores, donde sorprende ver a la que fuera secretaria de Robert Ewing en la mítica "Dallas" (esa preciosa Deborah Tranelli).

Ésta, en la piel de Carla, es una mujer felizmente casada, muy felizmente casada, pero como su vida conyugal está narrada de una forma peregrina y facturada sin demora, pues no sabremos demasiado; viraje típico cuando aparece el maleante de turno y mata al marido para luego huir. La policía está retratada de la manera más incompetente posible y la mujer, en lugar de salir por las calles en busca de venganza, decide marchar a su pueblo natal para descansar del trauma; particularmente cruda y despiadada la violencia del director, algo que ya sabemos de sobras, pero en especial el acorralamiento perpetuo que ejerce sobre la protagonista.
El guión sitúa alrededor de ésta a una serie de hombres que gozan con la humillación y la depravación, que nada más acercársele se llevan el desprecio del espectador; ayuda el que esos personajes sean encarnados por actores pésimos cuya "naturalidad" les da un aspecto más siniestro si cabe. Hombres que de repente, y como se venía adivinando, irán tras Carla y no sólo intentan violarla, sino que se llevan por delante a sus padres en el intento...¡y a uno de los suyos! Secuencia indigesta como pocas que Santiago filma haciendo énfasis en las salpicaduras de sangre.

Algo que juega a favor del film y parecía que no lo hacía es la velocidad a la que suceden los hechos, y eso que el argumento a desarrollarse a partir de ahora no podría continuar más en su línea de fácil previsión, hundiéndose en las raíces de este subgénero hasta alimentarse de la "mítica" "I Spit on your Grave", mientras tiene lugar la cacería vigilante tan propia de la acción "grindhouse" ochentera. Santiago, muy a lo Larry Cohen, Lustig, Ferrara o el propio Corman, sin olvidarse de su amado Peckinpah, nos arrastra a terrenos sucios de matanza callejera y venganza, donde no hay justicia y los defensores de la ley se la pasan dando vueltas sin hacer nada.
El guión, al menos, acierta en usar el sentido común, al contrario que el escrito por Nicholas St. John para "Ángel de Venganza"; de este modo Carla, autoproclamada símbolo de justicia, actúa por desquite personal y no universal (poniéndose al nivel de la Jennifer de "Impacto Súbito" y no de la chiflada psicótica de Thana). Al grito de "¡Sorpresa!" (buenísimo) va ajustando cuentas firme y sin piedad; es también interesante cómo se modela una atmósfera irrespirable en ese pueblo de paletos sin sesos, recordando en la distancia "Perros de Paja", seminal influencia.

En él, así como así, los lugareños prefieren deshacerse de la extranjera asesina a base de la típica "justicia de masas pueblerina norteamericana" que prestar un poco de atención a la víctima, incluso, y como a Santiago le encantan las persecuciones en coche y las explosiones, dedica un último tramo al linchamiento general, la cacería y la destrucción urbana gratuita, que más le debe a "Acorralado" que a cualquier otra obra...pero la factoría técnica de sus películas, como también sabemos, brilla por su ausencia, y a los malos encuadres se suman cortes inesperados o escenas rodadas en plena oscuridad sin que se pueda distinguir nada...
Sí acierta en la exposición de una violencia extrema y visceral, en el ritmo, que ni se estanca ni decrece un solo minuto en cuanto la trama se lanza, y en su empeño por resaltar la locura de cierto tipo de hombres culpables de la degradación de la sociedad; el grado de misoginia al que llegan los antagonistas masculinos revuelve las tripas. Y un cierre muy correcto, un anillo vengativo al más puro estilo Charles Bronson, de nuevo en las calles que apestan a alcohol y sexo bañadas en las luces de los neones para terminar no lo que se empezó, sino lo que se deseó empezar.

Se debe recalcar, y es digno de admiración, el que Tranelli realizase ella misma todas sus escenas de acción y abuso.
Con todos sus fallos y desarrollo argumental un tanto gratuito y sin sentido, esto queda entre las cosas más soportables de la carrera del cineasta, todo un milagro.
Chris Jiménez
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8
4 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En uno de los momentos clave de la historia, Hachi y Goro se revuelven por el mohoso suelo de la bodega mientras hablan sobre comida, inútilmente, pues el hambre les golpea las tripas como un martillo.
Entonces dejan de pensar en legumbres, animales, reptiles e insectos y en sus cabezas se arremolinan extrañas ideas...

Andando sobre cuatro patas, esa es la pregunta que les ronda: ¿tendrá buen sabor la carne humana? Han lamido las paredes y mordido la madera, no queda nada y la Muerte se les va a llevar muy pronto...pero primero lo hace la locura. El cineasta filma casi sin cortes y en planos largos algunas de las escenas más tenebrosas de toda su carrera y del cine japonés en general, con su particular habilidad para extraer los más bajos y feroces instintos del ser humano; es un instante clave por su dureza psicológica, pues a partir de aquí los simples náufragos desesperados cruzan una línea que les llevará a otro plano de realidad, el ocupado por los monstruos y demonios...
Instante clave de la bien titulada "Ningen", filmada por un Kaneto Shindo que se ha visto recompensado, incluso a nivel internacional, tras el estreno de "La Isla Desnuda", con la cual inicia la mejor etapa de su cine (los años '60) y salva a su pequeña productora independiente, la Kindai Eiga Kyokai, de una más que inevitable quiebra, cuando todo esfuerzo parecía inútil. El que se decida a adaptar la novela "Kaijin Maru" de Yaeko Nogami deja claro que no se desvía ni un ápice de sus principios; basada en hechos reales, la historia, publicada en 1.922 por esta prestigiosa autora y poeta de ideales izquierdistas, encaja a la perfección con el estilo y los temas del cine del guionista/director.

Volverá a usar un reducido equipo técnico y actoral, casi todos habituales colaboradores, y un escenario austero, que consiste en un pequeño barco, al principio amarrado en las orillas de Oshima, con sus tres tripulantes, Hachi, Sankichi y el capitán Kame, dispuestos a zarpar unos días para llegar al esperado festival regional; un cuarto aparece con el rostro de Nobuko Otowa, ya que Shindo cambia al hombre original por una mujer. ¿Será el miembro en discordia? No lo sabemos aún, porque durante los primeros minutos el Sol brilla en lo alto, hay deliciosas provisiones y un oleaje estupendo...
Pronto la mala suerte les vapulea en forma de tormenta. El nipón no será un Walsh, un Huston o un Farrow, pero sabe capturar la fuerza inmisericorde de la naturaleza como los más experimentados directores de aventuras del Hollywood dorado; al igual que logrará Teshigahara con la arena en "Woman in the Dunes", Shindo concede un poder hipnótico a las olas y las nubes a través de la magnífica labor de fotografía de Kiyomi Kuroda. Y empieza la deriva, con estos cuatro individuos inmersos en la profundidad infinita del océano, sobresaliendo rápida y furiosamente una diferencia de opiniones que les lleva a la división grupal.

El director aprovecha el duro realismo de las páginas de la obra original, no se sirve de burdos comodines para definir a sus protagonistas, y sin un elemento sospechoso como el capitán nazi de los "Náufragos" de Hitchcock, por ejemplo. Sí, hay una mujer, pero pese a sobresalir en un grupo de hombres no es el "cuarto elemento en discordia", más bien Hachi, el más desconfiado, conspirador y paranoico de todos, y mientras Kame se aferra a su fe inquebrantable como lobo de mar experto y devoto creyente, el joven Sankichi y Goro se dejan llevar y manipular por los otros dos, las principales fuerzas enfrentadas.
El primero un reflejo de la desesperación humana, el cinismo, la ausencia de esperanza, el segundo un defensor de la moral, la ética y la creencia en Dios, y al igual que el capitán Dooley de "Infierno Blanco", encargado de que sus hombres no se rindan ni caigan presa de la angustia; sin embargo acaban cayendo, todos ellos. Primero atacados por el hambre, la culpable esencial de la confrontación, más tarde torturados por los recuerdos de su vida cotidiana y finalmente por el terror de encarar un futuro que no existirá para ellos; incluso las duras imágenes de la 2.ª Guerra Mundial asaltarán a Kame sustituyendo a las maravillosas visiones que le envía el dios Konpira.

Imágenes de cruda intensidad que Shindo sabe capturar por medio de esa belleza formal tan propia de su cine, y a la que contribuyen el nombrado Kuroda y el músico Hikaru Hayashi, quien las acompaña de una banda sonora de "jazz" estridente y a menudo no poco desquiciante; imágenes de gran poder visual arropadas en un blanco y negro grasiento, cuyos primeros planos se posan sobre el sudor de los sucios cuerpos, la mugre de la madera del desvencijado pesquero, las barbas y los cabellos, desastrados, absorbiéndonos poco a poco en las tripas de esta atmósfera viciada, putrefacta e irrespirable.
Y aunque el cineasta (a cargo de la dirección artística) se desvíe hacia el terror psicológico ligeramente cuando la moralidad se deshaga como humo y la crueldad animal asome, no optará por la violencia física excesiva ni los cambios de ritmo abruptos, ni siquiera cuando lo peor haya pasado con el pobre Sankichi de mártir sacrificial, jugando así a la doble moralidad tras llegarle a los protagonistas la bendición de Konpira en forma de buque de guerra...y de repente convertirse la sensata en chiflada descontrolada, el violento nihilista en víctima de la culpa y el creyente íntegro en el mayor cínico del grupo, en un giro inesperado y retorcido.

Para absolutamente nadie, como bien quedará demostrado, hay escapatoria en esta obra, descarnada y brutal, que sería elogiada y premiada tras exhibirse en el Festival del Ministerio de Educación de las Artes, por desgracia muy olvidada hoy día debido a que fue otro de los muchos títulos anteriores al milagro de "Onibaba".
El cuadro actoral Nobuko Otowa/Kei Sato/Taiji Tonoyama/Kei Yamamoto va más allá de sus límites y consiguen por igual unas interpretaciones inolvidables.
Chris Jiménez
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6
4 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo se revuelve, qué bien hinca los colmillos a sus débiles presas, todas ellas masculinas, aunque sin hacer excepciones de ningún tipo. Tampoco se esconde. Los exhibe allá por donde pasa, sabiendo que ya pasará alguien de piel débil para poderla atravesar...

¿Tiene nombre nuestra ilustre criatura? Bridget Gregory, a quien conocemos nada más empezar la historia, y también nada más empezar ya se nos muestra tal como es, en toda su plenitud; no hemos de intuir nada, su boca sucia cual vertedero, sus horribles modales, sus andares firmes y seguros, sus gestos de superioridad, mirada condescendiente, lo tiene todo no para ser una heroína, como han afirmado por ahí, sino una piraña, una piraña con piel de mujer. La mujer es en este caso Linda Fiorentino, repitiendo ese papel de "femme très fatale" (merece una categoría extra) que siempre se le dio tan bien, pero nunca tan bien.
A las órdenes de un John Dahl disfrutando de una producción de moderado presupuesto tras el fiasco comercial de "Red Rock West" debido a las pésimas maniobras de los distribuidores y ejecutivos, y firmando un guión ajeno por primera vez, el de Steve Barancik (cuyo título original era "Buffalo Girls"). Hay una gran correspondencia de sentimientos entre la actriz y su personaje ya que se metió a conciencia en él durante la producción, imponiendo decisiones propias en el rodaje y hacia el equipo, pero siempre respetando el texto...que parece tomar buena nota del debut del cineasta, "Kill me Again".

Porque básicamente se repite la misma estructura sobre los mismos puntos: Bridget en lugar de Fay, un patético Bill Pullman como Clay en lugar del forajido psicópata Vincent, de nuevo con una bolsa robada llena de dinero sucio que irá cruzando carreteras hasta aterrizar en uno de esos pueblos de la América profunda y ponerse su dueña ante las narices del primer paleto que aparezca; si antes era un detective privado en horas bajas ahora es un idiota sin carisma, cerebro ni sangre llamado Mike. Pero el nativo de Chicago admite que configura la aventura de tragedias y mentiras sobre el patrón de "Fuego en el Cuerpo" y no de la entonces reciente "Instinto Básico".
No obstante "La Última Seducción" es una revisión ágil y hosca del negro, y sobresalen sus diálogos morbosos pero ásperos, en la línea de Verhoeven; Dahl también subraya con su dirección plana en apariencia un toque más seco, más cercano a Thompson y Cain y dejando las estilizaciones evocadoras que practicó el género en la década anterior, ese toque que exhibe su protagonista, zorra depredadora, mala y avariciosa sin ninguna justificación, sin pasado ni futuro, sólo presente que ella se encarga de sembrar con su hoz y su abono preferido: el sexo.

Las maniobras inesperadas de un guión que a menudo recurre a sorpresas delirantes propias de los Coen, enlazado esto aún más debido a las ubicaciones pueblerinas, perdidas del escenario (¿a nadie le asaltó la esencia texana de "Sangre Fácil"?), están subyugadas no sólo a la astucia fría de Bridget, sino a la estupidez e ingenuidad de todos los que pivotan a su alrededor, en especial hombres, descritos desde la peor óptica que podamos imaginar: jauría de cobardes, pervertidos, torpes, inocentes y sucumbiendo ante los tejemanejes de ella con una facilidad pasmosa.
Es Mike el paradigma de todas estas malas virtudes, con la cara de hijo de ranchero subnormal que aporta Peter Berg y el cerebro a base de asfalto que Barancik usa para derribar el concepto del hombre duro del "noir" clásico, y lo hace regocijándose con malicia; la distancia la imponemos rápido sobre él pues no podemos sentir compasión por alguien tan imbécil (Clay demuestra algo de agilidad mental), como también sobre Fiorentino, lo más lejos posible de la sensualidad y clase de la "femme fatale" de la edad de oro del género. Una hija bastarda de la Vera que encarnó Ann Savage en "El Desvío" mal maquillada con la elegancia de una Heyworth o una De Carlo cualquiera.

A la vez gélida y ardiente, usa el sexo como instrumento para exhibir su poder, reflejar la fragilidad masculina y marcar su territorio robando el de ellos en el proceso (por tanto resulta incomprensible que todos acaben cautivados y atrapados en sus garras); pero lo que más destaca de su carácter es la forma de alimentarse del universo que la rodea, pues Bridget no sólo se aprovecha de hombres, sino también de la debilidad de las mujeres, del victimismo que surge a raíz de espinosos temas como el maltrato o la violación. Para ella todo eso no es más que un medio con el fin de lograr algún posible beneficio propio.
Beneficio es lo que se busca hasta el final, o más bien la seguridad del beneficio; Dahl va a terminar su peripecia de chantaje, violencia y obsesión espolvoreada del elegante "jazz" que provee Joseph Vitarelli en el mismo sitio donde la empezó, la jungla urbana, donde se terminan conjurando los demonios del pobre Mike, quien nunca, en ningún momento, y quizás eso es lo más irritante para el espectador (el masculino, por lo menos), será capaz de demostrar un mínimo de inteligencia. Al contrario del Jack de "Kill me Again" u otros hombres del "noir", este paleto hace lo que quiere la piraña Bridget hasta las últimas consecuencias.

Nos deja extasiados al final del trayecto, en la cárcel, como se venía intuyendo desde hora y media antes, a lo largo de un epílogo que saquea sin vergüenza el de la obra de Kasdan. De estar más controladas sus salidas de tono cuasisurrealistas en diálogos y giros y sobre todo si la condición masculina no apareciese tan mortificada, habría sido más de mi agrado.
Aun así conquistó en su momento numerosos festivales, a la mayoría de críticos e hizo una buena taquilla...todo ello, como no podía ser de otro modo, a favor de Fiorentino y su álter-ego, de las mujeres fatales más despreciables e implacables de la Historia del cine.
Chris Jiménez
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4
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las verdes y cristalinas aguas del Caribe, aguas llenas de peligros, de animales letales, de malhechores, también de tesoros de incalculable valor y aventuras sin parangón...no será esta parada en esas aguas la que nos vaya a ofrecer todo eso.
Quiere y lo intenta, pero no lo consigue.

Fácil es relacionar "Underwater" con esa época de RKO donde se encontraba bajo dominio de Howard Hughes, si bien ya poco tiempo de vida le quedaba al reinado del chiflado magnate antes de pasar a manos de la polifacética firma General Tire & Rubber; un reinado de fracasos, ciertos éxitos, decisiones incongruentes y pérdidas enormes de dinero. La película que nos ocupa adolece de pertenecer a este pésimo momento para la compañía, una de las que la explosiva Jane Russell debía hacer bajo contrato, aunque Hughes quería de protagonista a la rubia Lori Nelson.
Sturges entra como de rebote, tras haber iniciado sus pasos en el "western" y probar su valía como cineasta artesano y eficiente, sobre todo en materia de aventuras y acción; tendrá que lidiar, al igual que el resto de su equipo, con una producción de lo más accidentada al ser llevada a localizaciones reales de México, Hawaii y más tarde Florida, además de con un guión que no le satisface (trayendo consigo varias reescrituras) y la mala actitud de la actriz estrella, que hacía perder tiempo y dinero a los rodajes. Sin embargo las mejores secuencias del film tienen lugar en el interior de tanques de agua de coste millonario construidos en estudio.

Y el film, haciendo honor a su título, empieza bajo el agua, de cuya secuencia de apertura tuvo que tomar buena nota Steven Spielberg; Dominic y John, dos arquetipos del cine de aventuras, el primero un galante socarrón y el segundo un tipo duro impertérrito, van a dar en plenas aguas caribeñas con un barco hundido siglos atrás y supuestamente guardando un jugoso tesoro en su interior. Evidencia de que aquí se contaba con un reparto de peso y carrera a sus espaldas, el mexicano Luis Antonio de Alonso (Gilbert Roland para todos) y Richard Egan encarnan a estos buscavidas de agallas y descaro locos por hacerse ricos.
El segundo de hecho, que a la vista de su pésima forma de interpretar al personaje uno se pregunta cómo logró hacer carrera en el cine y ser galardonado varias veces, provee a la historia de una narración en primera persona tremendamente incómoda e innecesaria, uno de los mayores hándicaps de este guión de mil y una escrituras. El maltés Joseph Calleja, villano misterioso de Hollywood, aparece de repente como contraparte de los dos "héroes" en su rol de cazador de tiburones, de aspecto desaliñado y carácter sospechoso e impredecible, una incorporación que destaca por encima del resto, más bien anclados en lo ingenuamente arquetípico.

Russell deslumbra como Theresa no solo por ese físico que a todo hombre hipnotiza, sino por ser la esposa dura y con los pies en la tierra que desafía la ambición ciega que embarga a su marido (¿que le habría visto para casarse con él?), pues este es un relato de codicia y riesgo por encima de todo. Serán las interacciones entre los acartonados personajes, el poco entusiasmo de los actores o la maldita narración omnisciente, que llega cuando uno menos lo espera, pero el caso es que, fuera de las aguas, el ritmo decrece, se ralentiza y se estanca hasta el punto de provocar el bostezo.
Curioso cuando menos pues Sturges siempre tuvo mano hábil en este aspecto y sabía mantener al espectador entretenido; no es el caso a lo largo del periplo organizado por el grupo más inopinado que podríamos esperar en materia de aventuras: los aguerridos y apolíneos héroes, una mujer de armas tomar, una rubia tonta que no pinta nada por ningún sitio y un cura, ¡y échese usted a la mar con semejante tropa! Por otro lado la bellísima y evocadora fotografía de tonos pictóricos de Harry Wild magnifica el aspecto visual de la película, así como el formato SuperScope, estrenándose con ella RKO; éste será uno de los pocos elementos a disfrutar...

En realidad "Underwater" sí tiene puntos fuertes, pero los flojos sobresalen con más intensidad; entre los primeros, además del estilo formal, no podemos olvidar las tomas filmadas bajo el agua, cargadas de suspense y tensión, como tampoco a Russell en su sensual traje de baño rojo y que bien sería usado como reclamo publicitario en la época, aunque lo mejor, de lejos, es Calleja y su modo sibilino de intervenir en la historia sin ser invitado, irrumpiendo, más bien, en la tranquilidad del resto de personajes y quebrando esa evocadora atmósfera gracias a la violencia y cinismo de su Rico Herrera.
Sturges, ciertamente, no se esfuerza todo lo que podría; incluso esas escenas de búsqueda submarina padecen de un claro desinterés y apatía, las cuales nos hacen pensar que bajo el control de otros se habrían resuelto de mejor manera (en manos de un Raoul Walsh, un Howard Hawks o un Terence Young, por ejemplo, no sólo los instantes mencionados, sino el conjunto, tal vez gozaría de más interés narrativo, una mayor atención en el ritmo y un mejor trato de personajes). Es de lo que más adolece esta obra que sería anunciada a bombo y platillo y terminó siendo un fracaso a todos los niveles...

Una increíble proyección de preestreno en Florida sería realizada bajo las aguas de un lago con periodistas y celebridades varias, cada uno con su escafandra individual, poniendo de manifiesto una vez más la clase de locuras tan inimitables, tan únicas, que se llevaban a cabo en el Hollywood clásico.
Sobre todo si estaban perpetradas por el bueno de Hughes.
Chris Jiménez
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7
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el momento, bastante hilarante, en que vemos al fortachón de Julius en la prisión sentándose frente a Vincent cuesta distinguir a los personajes...pues realmente parece que están frente a un espejo, ¿verdad?

Una dicotomía genética aquí representada en su forma más diametralmente opuesta, y sí, hay que subrayar "hilarante", pues echando la vista atrás un servidor no duda del impacto que pudo suponer para los espectadores de finales de los '80 el contemplar a Danny DeVito compartiendo pantalla con alguien como Arnold Schwarzenegger en calidad de hermano gemelo, más o menos lo mismo que le sucedió al actor cuando le propusieron el proyecto y anunciaron que su "partner" sería el austríaco ex-"mr. Universo", lo cual firmó sin pensárselo dos veces.
En esa época, bien lo saben nuestros padres, no había otra estrella igual en el cine de acción, pero además tenía algo que la mayoría de sus homólogos no: carisma, facilidad para simpatizar con él y sentido del humor; tras encarnar a policías, mercenarios, guerreros mitológicos y armas de destrucción, el hombre deseó ampliar sus miras, siendo su trampolín el proyecto escrito a ambas manos, en dos equipos de guionistas, que iba a dirigir un imparable Ivan Reitman. Las tres personalidades (haciendo las veces de productores), por eso de no saber si funcionaría, acordaron un trato, reduciendo y dividiendo su parte de los beneficios.

Pero vaya si funcionó, hasta el punto de convertirse en uno de los mayores éxitos de aquel momento, un tanto difícil de creer teniendo en cuenta ese comienzo extraño donde se nos presenta un concepto más propio de una película de ciencia-ficción, si bien ya estaba demostrado que este género podía hacer buenas migas con la comedia con los elementos adecuados. En lugar de proponer un embarazo no deseado o similar y la separación de los hijos mellizos el guión enrarece la situación a partir de un experimento genético (o como quieran llamarlo) para crear al hombre perfecto.
Ese es Schwarzenegger en la piel de Julius, lanzado a una sociedad que desconoce y a la que se tendrá que amoldar en la búsqueda de un tipo, como ocurría con su anterior T-800, pero en su versión lobotomizada y reeducada; al interpretar a un personaje transparente, paradigma de la bondad, sabiduría y salud física, no es preciso crear un misterio alrededor de él, por eso todo se nos vomita nada más empezar. Su mitad gemela es DeVito en ese arquetipo de individuo rastrero, cobarde, sarcástico y codicioso al que ya se estaba acostumbrando por aquel entonces; el guión le brinda a su Vincent una trama más adecuada con gángsters, dinero y violencia de por medio, pues la mezcla de comedia e intriga también ha funcionado antes.

Impagables los instantes previos del encuentro, cuando ambos actores son dueños de sus respectivas historias, curiosamente intercambiándose los roles en ello (¿no sería más habitual ver al austríaco lidiando con esos sangrientos mafiosos?); Reitman, como siempre, sabe recurrir al humor absurdo y ágil, no poco cargado de mala uva a la vez que de un evidente espíritu ingenuo. La reunión de ambos (en la cárcel, secuencia cuyo contraste entre la amplia sonrisa de uno y la cara de incredulidad del otro resulta memorable) une estos dos mundos que, sorprendentemente, encuentran un raro equilibrio.
La búsqueda de una madre biológica y la huida a Texas para cobrar una jugosa suma de dinero por un artefacto parece compenetrarse bien en manos del director, que concede la justa atención tanto a un tema como al otro, si bien la parte de la acción y el "thriller" languidece en comparación con la del melodrama y el cine familiar, donde se recurre a examinar (siempre desde una mirada inocente, la de Julius) la evolución vital a partir de la selección natural y social. Está claro que el hijo que recibe amor, educación y cuidado (y sobre todo sin limitación presupuestaria de por medio) es el que luego medrará en la vida.

Por otro lado, ¿qué futuro puede aguardar al hijo abandonado en un entorno ajeno al familiar, el desheredado y desafortunado? Ni más ni menos que pertenecer a una clase media-baja infame y detestable; pero aunque el guión sea un tanto drástico en cuanto al implícito comentario sobre esta diferencia de clases, Vincent está lejos de ser un ser malvado, más bien un claro ejemplo de persona atrapada en una vida constantemente injusta desde el principio, esa vida que se dedica a repartir mal las cartas dejando a unos en lo más alto y a otros en lo más bajo. Se tarda en llegar a esta conclusión ya que el personaje no cesa en traicionar a los suyos, pero al final se llega...
No obstante un tramo final desarrollado de forma poco eficaz y recurriendo a torpezas de típico humor tontorrón al estilo de "Solo en Casa"; parte de culpa la tiene un personaje tan manido y nada atractivo como el asesino a sueldo que persigue a Vincent, mientras que de por medio se meten (con un calzador del 56) a otro par de hermanas para dar al film algo de interés romántico-sexual, siendo unas bien elegidas Chloe Webb y Kelly Preston (compensando la segunda con su gran atractivo la falta de habilidad para el humor que sí tiene la primera).

Con el todavía reciente fallecimiento de Reitman es preciso que "Twins" sea desempolvada y vuelta a visionar, no sólo por ejercicio de nostalgia, sino para poder disfrutar de una comedia sana, tierna y entrañable al más puro estilo de los '80.
De aquellas comedias sanas, tiernas y entrañables donde aún se podían incluir toques gamberros y adultos sin por ello resultar políticamente incorrecto (hoy sí, desde luego); Schwarzenegger y Reitman tendrían su mejor colaboración poco después con "Poli de Guardería".
Chris Jiménez
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