Ésta clase de películas son como la gente que va todos los días a misa: pura pantomima, o como esa gente que se queja de lo mucho que trabaja, (vago seguro) o lo mucho que folla, (no se come un rosco...)

"Antes de ti" reúne lo peor de todas esas pelis ñoñas que gustan tanto a los pasiv@s agresiv@s: lo peor de Love Story, lo mugriento de "Conoces a Joe Black" y lo cavernario del cine ultraconservador de Garry Marshall, (Pretty Woman, Fin de Año...)

Cuando accedo a ver una peli de este estilo, es porque me gusta hacerme pasar por subnormal profundo, (sí, de esos que se intentan morder la oreja) en mor de diseccionar las filias y parafilias que construyen la ley del deseo femenino.

Pero si parece, huele y sabe a mierda: seguramente sea mierda.

Y eso es lo que le pasa al público, actores y guionistas que disfrutan de ésta clase de productos: ansían tanto amar, viven tan absortos, contemplativos del romanticismo, que viven enajenados en fantasías cutres y artificiales...

Hazte un favor: no vayas a verla si no quieres que te preñen ectópicamente.

The Eras Tour es la sexta gira musical de la cantautora estadounidense Taylor Swift. Comenzó en Glendale, Arizona, el 17 de marzo de 2023. Los conciertos duran más de tres horas, con una lista de 44 canciones divididas en 10 actos distintos que retratan conceptualmente los diez álbumes de estudio de Swift. La gira fue un gran éxito comercial y recibió elogios unánimes de la crítica. Se convirtió en un fenómeno cultural y económico, impulsado por una demanda sin precedentes a nivel mundial.

Es por ello, que para terminar de asaltar a los "swifties" que asisten a esta clase de eventos, la nueva diosa aria americana viene a extender una vez más sus garras cual malvada bruja de Blancanieves, con estética Oktoberfest y hatos Hugo Boss para terminar de rematar una de las giras más exitosas de todos los tiempos.

Si eres fan de la redneck reconvertida en icono pop cultureta yanki, quizás te dejes engañar por la estética y el tinglado plasticoide montado a mayor gloria de una mujer hecha a sí misma, hundida en un pozo de egocentrismo copernicano o mejor dicho: taylorswiftiniano; ya que, objetivamente, la cinta tiene muy poco que ver con un espectáculo de show en vivo: grabado en distintas localizaciones, dividido en 10 actos y con un montaje que haría palidecer al mismísimo Michael Bay: todo tiene un tufo videocliplero ultraeditado. Sólo faltan los cromas para simular al público.

Con todo, sería injusto negar el descomunal éxito de la mega estrella que viene a poner en solfa a la vieja guardia, (Madonna, Dolly Parton) una mujer que llegó a poner de rodillas al malogrado Ryan Adams: reputado artista indie que anduvo pagafanteándola tras aburrirse de coquetear con menores. En definitiva, una mujer que lo ha conquistado todo en un mundo de plástico y superficial hecho a su medida.

Este tipo de productos están destinados a un público adolescente, (o viejóven buscando una erección con su Pin-up favorita) poco exigente, víctima de la radio fórmula, del Instagram y Tiktok; only for megafans salidos del barrio Salamanca, dispuestos a sacar su último Iphone adornado de stickers Hello Kitty para capturar el último modelito que sale a lucir la Swift, (y son unos cuantos) capaces de deglutir, babear y bailar hasta con la más fea y aun salir suspirando del evento obscenamente kitsch y teatral más propio de un Prêt-à-Porter que de un espectáculo pop.

Y es que el repertorio da para casi todo: Taylor Swift quiere fingir ser la más indie, la más rockera, la más country girl, la más in y fashion del stardom y a la vez confundir empoderamiento con empotramiento: feminismo de MTV con un surtido de canciones sobre sus exboyfriends de lo más ruborosamente infantil.

Es todo tan rematadamente egomaníaco, protestante, WASP, tan "Made in USA"... Que casi podemos leer el himno de las barras y las estrellas en la implacable y solad sonrisa profident de la diosa trumpista encantada de conocerse a sí misma, simulando en cada acto, un evento de la Super Bowl con sus hiperoxigenadas animadoras.

Quizás se trate de otro Proyecto MK Ultra de manipulación de masas ideado por la CIA y el FBI para adoctrinar mentes prepúberes, sin conocer que detrás de tanto confeti, lo que se halla detrás de tanto divismo, es otra Norma Desmond de manual.

Disfruten del espectáculo, la Swift no se tira pedos, si no besos de amor de América para el resto del mundo.

"El Drogas" es un documental centrado en la figura del ex cantante de Barricada, Enrique Villarreal, (el Drogas pa' los colegas) hombre enjuto y desgarbado que, con el trasiego de los años, ha ido recobrando parte de la relevancia perdida. Ya sea por el ruidoso autobombo, ('UN DÍA NADA MÁS") o éste documental que viene a ser una especie de redención del ser de carne y hueso frente al personaje bronco, estrafalario y contestatario que nos ha venido vendiendo durante estos años.

Lo cierto es, que más allá del interés que pueda suscitar don Enrique Villareal y su ex-banda Barricada, el producto en cuestión no es más que un vehículo de lucimiento del susodicho cantante y activista; que no esconde el amago de marcarse un pelotazo con el regreso de la formación original de Barricada, (el documental aborda sucintamente la enemistad con ‘Boni’ Hernández, alimentado de cierto modo, el morbo por ver a los dos sexagenarios compartir de nuevo el escenario con afán recaudatorio ahora que el mercado nacional se nutre de la nostalgia para hacer caja, (el millonario regreso La Polla Records únicamente desplumado por la Covid19)

Pero en si mismo, el documental aporta poca prosa y poca música: más allá de la pasarela de funcionarios del rock estatal, (Rosendo, Fito, Rosenvinge...) que desfilan por el documental haciéndole la rosca a un colega más del gremio. Si tenemos que analizar fríamente el documental como tal, no llega al aprobado porque no aporta nada y porque está consumado para justificar la subvención cultural del momento aportada como limosnilla por parte de la izquierda gobernante, que para aparentar colegueo con el establishment cultural, modernismo, progresía y activismo, se dedican a financiar subproductos como éste, que reflejan la obscena autarquía cultural del país de lolailos y pandereta: ni Barricada ni la España de la Movida Madrileña han conseguido colocar ni un sólo éxito allende Puerto de Palos.

Pero de esto, el protagonista del documental, Enrique Villarreal no tiene culpa alguna: al fin y al cabo, es un currante, un superviviente de sus propios excesos y, eso, en un país carente de iconos rockeros destacables, el tuerto es el rey del mambo y la industria se ve necesitada aupar a viejas glorias para que los cuarentones y cincuentones recuperen de nuevo la juventud perdida en quedadas kalimotxeras pretéritas, abarrotando de nuevo la plaza del pueblo con El Drogas, mientras la prole va esnifarse el nuevo éxito del momento sacado del pincho USB o de alguna lista "delspotify".

En definitiva, "El Drogas", (el documental, no el músico) nos muestra lo de siempre: por mucho activismo y rebeldía que se prentenda como letanía, al final, todos siempre sucumben a los sabrosos encantos de una buena subvención. Todo lo demás ya lo justificarán los escuálidos presupuestos de pueblos tercermundistas que contratan nostalgia para recordar tiempos mejores, (sic)