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España España · Cinecittà
Críticas de Xavier Vidal
Críticas 640
Críticas ordenadas por utilidad
7
1 de junio de 2011
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya en su primera escena, un monólogo sensacional, Sánchez Arévalo demuestra haber entendido (por fin) la esencia de la comedia: el dato no siempre dominado de que toda risa emana de la tristeza. Eso sin mezclar uno y otro concepto, porque el término 'tragicomedia' es, en el fondo, una paradoja con posibilidades de utopía. Azuloscurocasinegro, desde su título, marcaba esa intención, loable, pero no del todo bien resuelta, de poner sobre la mesa los aspectos más cómicos y trágicos de la existencia de sus personajes. Gordos tampoco acababa de casar. En ese caso a Sánchez Arévalo le pudo cierta grandilocuencia, estiró el metraje hasta límites peligrosos y logró que el título de su película fuera otra metáfora cinematográfica: la historia, además de filmar a gente obesa, adolecía de excesos. Quizás por eso Primos (por fin) es la película más satisfactoria de su realizador: es una comedia en mayúsculas y no esconde ni se avergüenza de su condición de sano entretenimiento.

Primos también es una película personal donde se respira una intimidad absoluta, en la que Sánchez Arévalo domina la totalidad de su historia y escribe las escenas sabiendo que los actores, sus actores, bordarán cada uno de sus personajes. Si Primos es buena es fruto de un encuentro lógico entre oficio (su director siempre lo tuvo) y experiencia. Tomadas esas fichas, el juego es sumamente agradable. Logra dignificar la comedia española de masas (por fin) y se distancia del guión televisivo, del que sólo conserva la rapidez de unos diálogos que no dan tregua. Otra clave del divertimento inteligente: tener secundarios potentes, con personalidad. Primos presume de unos espléndidos Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Adrián Lastra (su estética pirata puede llegar a ser de culto) y Clara Lago, sin que su aparición sea una excusa o una forma de diluir la trama de (des)amor principal.

En Primos todo suma y sus pocas debilidades se perdonan. Y si no fuera por un tramo final excesivamente dramático (aunque también comprensible: no se me ocurre mejor conclusión que la que propone el realizador), estaríamos hablando de la mejor comedia española en años. Hecha entre amigos, una bonita historia sobre la amistad. Hay que presumir de Primos. ¡Por fin!

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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5
26 de diciembre de 2010
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos al mundo de las lentejuelas. Burlesque es el nombre de un cabaret decadente en plano corazón de Los Ángeles. La película sigue esquemas añejos, invoca ritmos ya conocidos. Es previsible punto por punto, minuto a minuto, acorde tras acorde. No se toma demasiado en serio, algo bueno, ya que de lo contrario lo burlesco hubiera llegado a la categoría de insulto. Cher y Aguilera como cabezas de cartel son la pista de por dónde anda el juego. Burlesque es la película que la novia ve con pasión y el novio con resignación. Es rosa, frívola, trillada. Es un musical poligonero que huele a chicle de fresa mascado. Más que un placer culpable, es una forma de adormilar nuestro criterio. No es Chicago, aún menos Cabaret o Víctor y Victoria. Es un tótem gay que perfectamente podría estar interpretado por Jennifer López, Britney Spears o algún concursante de Operación Triunfo o Fama. La cinta que podría proyectarse en sesión contínua con cosas como El bar Coyote o ¿Bailamos? Nada serio, nada grave. Si te gusta que te recuerden que los sueños pueden cumplirse, que todos los problemas laborales y personales pueden solucionarse, esta es tu película, el opiáceo más legal y económico. Si sientes auténtica grima por los gorgoritos de Aguilera y no congratulas con la plantilla que basa todas las comedias norteamericanas del montón, pasa de largo. El verdadero interés está en la cirugía y el deporte que precede a Cher, diosa de la eterna juventud. Un interrogante que, pese a todo, no justifica el visionado del film. Del bulgo, para el bulgo.
Xavier Vidal
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7
5 de septiembre de 2012
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Fresa, porque es una película alegre, dulce. Un vodevil tronchante excelentemente defendido por sus actores. La película solo precisa de pocos escenarios y el diálogo constante de sus tres protagonistas para ganarse el afecto y arrebatar el corazón de la audiencia. Contados escenarios filmados entre la belleza y la asfixia, como esa Habana que se cae a pedazos y que sigue conservando su encanto.

Chocolate, mucho chocolate negro, porque es una película desangelada, triste. Un cuento sobre la tolerancia, la necesidad de abrir puentes, de acercarse al otro, de ponerse en la piel de nuestro vecino, de entender la revolución no como una causa egoísta o idealista sino como una lucha por el bien social. Es la crónica oscura de una dictadura que mata la creatividad, que crispa, que enfrenta, que aniquila el arte y a sus artistas, que exilia, que olvida sus referentes, que acaba con las raíces, que no respeta a sus intelectuales, que no mira al pasado para acabar en el presente con los errores del pretérito.

El bol que une las dos bolas de helado es la homosexualidad, pero no es tanto un film sobre la realidad gay oprimida por regímenes dictatoriales, que también, como un cuento sobre la necesidad de comprender y escuchar. Eso es lo que hacen los protagonistas. Ese es el cambio que se produce en el personaje de David, un títere con más ideología que ideas que encontrará en la mirada del otro la intuición y luego la certeza de un mundo rico en pensamientos y vivencias. Y con ellos el público se alimenta, porque escuchar sus diálogos es una lección de cine fresco y veraz, mezcla de opereta y crítica social, y al mismo tiempo una constante fuente de inspiración e ideas.

Al coger la cuchara y jugar a remover los dos sabores sale un postre exquisito con su regusto trágico y su pizca de optimismo. Imposible no evocar la sombra del castrismo, del franquismo y de otros horrores. Es vitalista y lapidaria. Humana y cruel. Con contrastes. Como la vida misma. Un cine para sentir y para pensar. Para sentirse bien y para marcarse una buena sesión de psicoanálisis y autocrítica. En el bote pequeño está la mejor confitura: Fresa y chocolate es un triunfo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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6
3 de septiembre de 2011
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es innegable que J.J. Abrams tiene talento y que su Super 8 es un homenaje al cine de los 80. En el film viven Los Goonies o La historia interminable, pero sobre todo el cine de Spielberg y E.T.: El extraterrestre, La guerra de los mundos o Parque Jurásico. Abrams ha destapado el niño que lleva dentro para crear su historia y sólo pide que los espectadores vuelvan a su infancia para disfrutar de la película. En Super 8 ocurren muchas cosas, y entre suceso y suceso espero que haya algún fundido en negro y música estridente como en los capítulos de Perdidos, o bien que entre esos rollos de película antigua se cuele algún logo de Dharma. Lo que sí queda es esa sensación de que Super 8 es en verdad una serie de televisión de al menos una temporada concentrada en poco menos de dos horas: de ahí que se agolpen tantas cosas, que haya tantos personajes, que muchas tramas funcionen en paralelo hasta llegar la resolución dramática. Si Perdidos tuviese ese formato, la historia resultaría ridícula, y en parte es lo que sucede con Super 8: me gustaría sentirme de esa pandilla y disfrutar con sus rodajes mientras el mundo da señales de irse abajo, y en parte siento que eso sólo se lograría con el mayor tiempo, con la precisión casi mastodóntica que encierra el guión de un producto televisivo por entregas.

Maravilla pensar que Abrams es capaz de sacarse de su chistera historias tan interesantes y desarrollarlas a su antojo. Con Super 8 demuestra dominar el cine de catástrofes (excelente explosión del tren y posteriores escenas), se corona el rey del macguffin, y sobre todo se autoproclama un niño grande que hace las películas que quiere ver a imagen y semejanza de aquellas que vio y le obsesionaron de crío. Es ese espíritu blanco, nostálgico, aniñado, lo que salva a Super 8: realmente toda la historia que esconde el film no es ni espectacular ni revolucionaria, y algunas trampas argumentales no tienen demasiado sentido. Una película para los que en algún momentos quisieron ser los héroes de sus vidas, los protagonistas de un cuento de aventuras. Un film curioso que se aprovecha de los avances del cine del S. XXI para contar una historia que perfectamente hubiera podido nacer en otra época. No es una obra maestra, pero vale la pena dejarse llevar por el torbellino de pistas, despistes, sospechas y personajes dispuestos como fichas en un tablero de ajedrez por el señor Abrams. Un blockbuster dignísimo.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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7
13 de junio de 2011
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es poco común encontrar películas españolas de la intensidad, la claustrofobia, el guión tan bien enlazado de La vergüenza. Esta es una historia que nos obliga a plantearnos muchas cuestiones: es una película política que viene a destapar todas aquellas cosas que no decimos por medio y vergüenza, pero que pensamos, sentimos y sufrimos cada día. Una escenografía estudiadísima, una economía de medios impecable para tratarse de una ópera prima y una gran dirección de actores (Alberto San Juan se come la pantalla) convierten a La vergüenza en una de las películas locales más atractivas del 2010.

Dos padres dudan en devolver a su hijo adoptado Manu, un niño peruano de ocho años, nacido en una familia desestructurada y con un pasado de hogares de acojida a sus espaldas. Una historia subversiva, de diálogos tensos, de pequeñeces caseras que esconden grandes problemáticas sociales. Por momentos el debutante David Planell fuerza las costuras de su historia y no acaba de funcionar la trama que concierne a Rosa, la mujer que ayuda al matrimonio en las tareas del hogar, pero el recurso sí funciona para que el mensaje, la moraleja de La vergüenza llegue con la fuerza de una sacudida honda (en el film, una metafórica fuga de agua para sellar la calma precedida de tanta contención y tormenta).

El llamado cine social español debería seguir la senda de películas como esta: propuestas de una coherencia visual indudable, la mano firme de un realizador que sabe qué historia quiere contar y cómo abordarla, y un discurso moderno capaz de plantear interesantes debates. Nos falta contexto para saber hasta qué punto el film es fiel a los costosos procesos de adopción, aunque sí resulta totalmente cercana la descripción de la generación nacida a finales de los 70 - principios de los 80, hijos de la Transición, que en el fondo siguen siendo niños escondidos en el cuerpo y tomando responsabilidades de mayores. Aunque no es una historia de buenos o malos: todos los vértices del triángulo merecen su segunda oportunidad. Con el permiso de Tres días con la familia, la justa ganadora del Festival de Málaga 2010.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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