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Críticas de Juan Marey
Críticas 625
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de diciembre de 2023
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La productora británica Hammer reincidió con el personaje del arisco Dr. Quatermass después de dar en la diana con la primera entrega, habiendo logrado un fantástico éxito tanto de taquilla como de público. Como si se tratase de un segundo episodio de una serie el profesor se enfrenta a un nuevo desafío, ésta vez, si cabe, mucho más peligroso que el del filme previo, pues nos encontramos ante una colonización extraterrestre en toda regla, llevada a cabo de forma silenciosa y secreta, al ser los seres humanos los huéspedes de las entidades espaciales, con lo que solo varía su psique, pero no su aspecto exterior, salvo por unas extrañas quemaduras con una herida en forma de V que brotan en cualquier parte del cuerpo de los anfitriones. Volvemos a reencontrarnos con el frío pero imparable doctor Bernard Quatermass (quizá algo más humanizado que en la entrega precedente) enfrentado otra vez con los burócratas gubernamentales, incapaces de entender la relevancia de la sofisticada base lunar que les propone construir, como en la película anterior, une fuerzas con el sensato y algo rústico inspector Lomax, formando ambos una extraña pareja de personalidades, intereses y enfoques casi opuestos, pero a diferencia de lo que sucedía en “El experimento del Dr. Quatermass”, Quatermass estará prácticamente solo, no es que ni la policía ni el ejército estén ya bajos sus órdenes, sino que ni siquiera puede confiar en ellos.

Es fácil observar los clarísimos paralelismos con esa obra maestra del género que fue “La invasión de los ladrones de cuerpos” de Don Siegel, otro filme que tuvo el honor de contar con una doble interpretación a conveniencia del espectador de turno, por un lado, como un reflejo de la Guerra Fría y del temor del pueblo americano -en este caso británico- al enemigo rojo, por otro, como una identificación de las hordas extraterrestres con los seguidores del senador McCarthy, empeñados en acabar con las carreras de antiguos amigos y compañeros, identificándolos como comunistas. De hecho, “Quatermass 2” fue objetivo de la censura española, pues ésta la interpretó como una solapada crítica a los regímenes totalitarios, ya que aboga por la lucha contra ese tipo de gobiernos, y es la muerte de Hall -James-, el periodista que es asesinado mientras hace uso de la libertad de prensa para informar al pueblo llano de lo que sucede, lo que provoca esa pequeña revolución que terminará con el derrocamiento del tiránico poder en la sombra.

La dirección de Val Guest disminuye el tono urbano y casi documental con el que había rodado la primera entrega, restringiendo la mayor parte de la acción a los límites de la fábrica secreta (en realidad, la refinería Haven de la petrolera Shell, en Essex), sugiriendo más que mostrando y narrando los momentos más dramáticos con unos planos generales que sugieren indiferencia en lugar de proximidad emocional. La película cumple con sus objetivos a la perfección, añadiendo a su logro una tenebrosa fotografía en blanco y negro que contribuye a la creación de una atmósfera enrarecida, malsana, impredecible; a la meritoria fotografía de Gerald Gibbs hay que añadir una sobria puesta en escena, unas interpretaciones ajustadas (aunque se haya reprochado la falta de mostrar mayor sentimiento a Brian Donleavy), una eficaz banda sonora de James Bernard, y un inteligente guion, escrito por Nigel Kneale y Val Guest, basado en la teoría de la conspiración y desarrollado con decisión por parte de su director.
Juan Marey
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9
19 de diciembre de 2023
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En la filmografía de Robert Wiene se descubren películas que por uno u otro motivo se han convertido en clásicos de la cinematografía alemana, entre esas producciones se encuentra una obra maestra de la talla de “El gabinete del doctor Caligari” (Das Kabinett des Doktor Caligari, 1920), obra referente del movimiento más representativo del cine alemán de principios de la década de 1920, dentro del cual también se podría encuadrar esta primera adaptación de “Las manos de Orlac” (Orlac's Hánde), realizada en un momento en el que el expresionismo empezaba a declinar, por ello, en “Las manos de Orlac” la estética deformadora que dominaba en “El gabinete del doctor Caligari” se suaviza en extremo, tanto en su forma como en su contendido.

Yo particularmente conozco tres adaptaciones de la novela de Maurice Renard, de ellas, tengo un recuerdo francamente negativo de la dirigida por Edmond T. Gréville a principios de los sesenta, mientras que resulta magnífica la filmada por Karl Freund en los primeros años treinta, obra que, pese a su notable interés, siempre ha quedado oscurecida por otros de los exponentes surgidos en el periodo dorado de la Universal, siendo sin embargo superior a no pocos de ellos, sin duda, el ser un exponente de horror puro, sin recurrir a la existencia de ningún tipo de monstruosidades, llevó a dejar en un segundo plano sus logros. Pero, con diferencia, la mejor versión es esta magnífica película de Robert Wiene que hoy nos ocupa, es una joya de la narrativa que mezcla el género policíaco y el gótico en un tenso relato que gana grandes dosis de suspense a medida que se desarrolla, la película reproduce los postulados del vanguardista expresionismo alemán, aunque suavizados en favor de una estética más noir y naturalista, abundan las metáforas y los golpes de efecto, como por ejemplo, el cruce de dos trenes a gran velocidad que parecen destinados a colisionar entre sí, anticipo claro del accidente que está por llegar instantes después, la siguiente escena del convoy destrozado sobre las vías y la búsqueda de Orloc por parte de su mujer entre el amasijo de acero en que han quedado convertidos los vagones sobrecoge también por su gran realismo.

Nos encontramos con una obra de extrema austeridad y escasos decorados, un drama que se centra en el alma torturada del pianista Paul Orlac, y, evidentemente, para ello, se requería un intérprete que asumiera sobre sus hombros un personaje complejo, sensible y huidizo al mismo tiempo, era una apuesta arriesgada, pero a la que se entrega Conrad Veidt de una manera estremecedora, su actuación va más allá de todo elogio, resultando de una asombrosa modernidad e intensidad, hasta el punto de transmitir y compartir con el espectador ese drama emocional, que llega a expresar mediante un lenguaje corporal de sobrecogedora efectividad, pocas interpretaciones del periodo silente nos han conmovido más que la realizada por Veidt en esta ocasión, en la que quizá sea su encarnación más excepcional de una carrera admirable, truncada por una muerte demasiado prematura.
Juan Marey
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7
14 de diciembre de 2023
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Los Everglades son un humedal subtropical localizado en el sur de Florida de gran importancia ecológica, una zona pantanosa en la que la tierra está en su mayor parte anegada y cubierta de hierba alta, el nombre Everglades significa siempre verdes claros y no son un pantano propiamente dicho sino una especie de gran ancho arroyo ya que sus aguas dulces no están estancadas sino que fluyen lentamente de norte a sur constantemente entre cañaverales y árboles. En Estados Unidos, a finales del XIX y principios del siglo XX, la moda de adornar los sombreros femeninos con plumas llegó a un extremo que amenazaba con provocar un desastre ecológico, con la extinción de estas simpáticas garzas blancas, que desde siempre han poblados los humedales de La Florida, por eso, nos encontramos ante una película decididamente ecológica, rodada en los mismos escenarios donde se supone que se desarrolló la historia.

Antes de hablar de su director, Nicholas Ray, conviene hablar de ese extraordinario escritor, Budd Schulberg, creador de guiones tan sugestivos como “La ley del silencio”, “Más dura será la caída” o “Un rostro en la multitud”, aquí Budd no sólo escribió la historia, sino que fundó una fugaz productora que se encargó de contratar también al director y al reparto, en el que figuran varios miembros de su familia, eso sí, acabó molestando tanto a Nicholas Ray, que éste abandonó el rodaje muy poco antes de acabar, Schulberg rodó un par de escenas finales y se ocupó del montaje, quitando el nombre del verdadero director en los carteles promocionales. Schulberg además de escribir un buen guion y dar trabajo a gran parte de su familia, contrató un interesantísimo reparto que enfrenta al joven canadiense Christopher Plummer con el veterano pelirrojo de Illinois, Burl Ives, que siempre aparentó más años de los que tenía en realidad y que aquí aún era cuarentón, junto a ellos, dos presencias dignas de rescatar: la famosísima stripper Gipsy Rose Lee (cuya vida llevaría al cine Natalie Wood) y quien luego sería inmortal detective Colombo (Peter Falk), en su primera aparición en el cine.

Una emotiva fábula social de carácter ecológico, desarrollaba en un tono eminentemente poético y cercano al documental, que, a pesar de ser muy poco apreciada en el momento de su estreno, aflora en la actualidad como un nuevo ejemplo del inmarchitable talento descriptivo, estético y conceptual del gran Nicholas Ray.
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Juan Marey
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8
10 de diciembre de 2023
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Adaptación de una obra teatral de John Patrick sobre el drama de un militar que debe enfrentarse a una enfermedad irreversible. Situémonos, estamos en 1945, Birmania, llega el final de la Segunda Guerra Mundial, los soldados que han sobrevivido a ella marchan por fin a sus hogares, pero no todos, aquellos que han sido heridos durante la batalla, deben permanecer internados en el Hospital Quirúrgico móvil del Ejército hasta recuperarse. El cabo Lachlan "Lachie" MacLachlan (Richard Todd), un soldado escocés que ha sido herido en la espalda, es uno de los internos, después de someterse a cirugía, los doctores le aconsejan quedarse un tiempo en observación, pero la verdad es que el soldado tiene el riñón dañado y no sobrevivirá más de cuatro semanas, Lachie se muestra arrogante y desagradecido con todo el mundo, prefiere encerrarse en sí mismo, sin embargo, cuando conoce a la hermosa enfermera Margaret Parker (Patricia Neal), las cosas cambian.

A partir de la conmovedora obra de John Patrick, Vincent Sherman nos ofrece una película fascinante, muy enternecedora y emotiva. Richard Todd, hace su debut como actor protagonista, interpretando un soldado escocés orgulloso y distante, condenado (sin saberlo él mismo) a morir en un hospital del ejército en Birmania, Todd ofrece una imagen profundamente conmovedora de un hombre cuya corta y solitaria vida finalmente se enriquece con amistades fugaces e incluso un toque de afecto real hacia el final, también ilumina con humor y un encanto completamente ingenuo algunas de las características más severas por las que los escoceses han adquirido tradicionalmente mala fama. La película además cuenta con la cálida actuación de Patricia Neal como la enfermera Margaret Parker y con el habitualmente ridiculizado Ronald Reagan, quien nos sorprende a todos con la estupenda interpretación que hace de uno de los compañeros de convalecencia de Todd, un yanqui con buen corazón, sin duda una de sus mejores actuaciones en el cine, pero es Todd, nominado al Oscar, quien pone corazón y alma en este estupendo film lleno de angustia y emotividad. Todd había reemplazado a Richard Basehart en la producción original en Broadway y su convincente tono escocés (aunque nació en Dublín) le ayudó a conseguir el papel en la película, por cierto, fue un héroe de guerra en la vida real como capitán del ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, luchando en los desembarcos del Día D como miembro del 7.º Batallón de Paracaidistas (Infantería Ligera).

Una película muy especial, una historia conmovedora y sincera, no hay trucos ni falsas pretensiones, solo una historia muy genuina de personas que hacen lo mejor que pueden dadas las circunstancias, queriendo dar amistad cada uno de la mejor forma que sabe. Una historia maravillosa sobre el significado de la amistad, una gran película que trata sobre el lado humano sencillo y sin adornos de la vida.
Juan Marey
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9
10 de diciembre de 2023
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Un Robespierre, interpretado por Richard Basehart, es el antagonista de “El reinado del terror”, un film en el que Anthony Mann no pretende la reconstrucción de un periodo negro en la Historia, prefiere o se decanta por una intriga en las sombras, en cuartos oscuros y en locales que no desentonarían en un film ambientado en el Chicago de la “prohibición”, salvo la persecución diurna, los decorados callejeros también apuntan hacia esa intención que agudiza la negrura que se respira durante esos días en los que Robespierre, que domina con su libro negro a la Asamblea, apunta a dictador de Francia. “El reinado del terror” toma la Historia y crea su propia historia para ofrecer un thriller intenso, en el que no importa demasiado caer en los tópicos del género: infiltrados, suplantación de identidad, sed de poder, luces y sombras, más de estas que de aquellas, persecuciones y claro, un romance, pero lo mejor del film es su estética noir y el uso que Mann hace de los decorados, de las sombras antes referidas, de los espejos y de las situaciones que ubica (en su mayor parte) en el París de 1794, una especie de bajos fondos donde los políticos no difieren demasiado de los gánsteres tratados en el cine negro.

El título original de “El reinado del terror” es “The black book” (El libro negro), el libro negro de Robespierre es aquel que contiene el listado de aquellos que él considera que deben ser eliminados por ser enemigos de la República, aunque más bien por ser obstáculos para que establezca su dictadura, lo que invita a que la película pueda ser contemplada como una corrosiva y punzante alegoría sobre la solapada atmósfera de “terror” y la convulsa situación que se vivía en la industria hollywoodiense en aquellos años, con la inclemente persecución de “La caza de brujas” realizada, o más bien ejecutada, por el Comité de actividades antinorteamericanas (HUAC), que tuvo como resultado que los que eran considerados como simpatizantes del ideario comunista fueron estigmatizados en una lista negra, un año después se acuñaría el término 'McCarthysmo', por la intensa cruzada en busca del comunista camuflado que promovería el senador Joseph McCarthy (aunque no hubiera participado en el citado comité, aunque sí inspirado), la correspondencia entre Robespierre y McCarthy es manifiesta: el propósito de McCarthy era establecer una dictadura del pensamiento, un cerco que restringiera la libre expresión, o cuando menos que interfiriera en la expresión de valores o ideas que se consideraran divergentes.

La obra es un dechado de inventiva visual, parangonable a las otras obras de film noir que Mann realizó en esos años, como “Justa venganza” (1948), “La brigada sucida” (1947), “Orden: Caza sin cuartel” (1948), “Incidente en la frontera” (1949), o “Calle lateral (Side street)” (1950), un prodigio de elaborados encuadres y de fascinante orfebrería de los claroscuros, en el que fue capital la colaboración del director de fotografía, John Alton, a lo que añadir aquí, para acentuar la opresiva y tortuosa atmósfera, los decorados creados por William Cameron Menzies (también a cargo de la producción). En esta obra la tensión no decrece, y en buena medida esa atmósfera opresiva se debe a la planificación y la composición de los encuadres, en muchas secuencias no se recurre a los planos generales, escuetamente, se concentran en planos cerrados, sostenidos por la tensión entre las figuras en los diferentes términos del encuadre, hay secuencias que se planifican como si cercaran a los personajes, y los oprimieran los contornos de los encuadres.

Francamente entretenida, cine de altura, de esas sesiones de tarde inolvidables donde aprendimos a soñar.
Juan Marey
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