Exacto, mala, y la puntúo así porque es aburrida y el guion salta de un lado a otro sin ningún sentido. Me podrán hablar de la nostalgia y del romanticismo, pero no de que es mejor que películas de ciencia ficción posteriores porque sería faltar a la verdad. La pareja en el coche y los alien en el platillo volante. El rayo cegador que deshace, la cortina eléctrica que protege a los invasores, el tiempo relativo...Vamos, una paella con todos los ingredientes. Pero que no sale. Ha envejecido fatal y tal vez por lo que pudo significar en sus días y porque a veces intenta dignificarse con un lenguaje más que científico, va este 2.

Aburridísima película que nada tiene que ver con Woody Allen por mucho que los que confunden al protagonista se empeñen en vendernos. A Barcelona ni siquiera se la ve, a no ser por un portal y un bar regentado por el "amigo de los jóvenes" Santi Millán, una cuadrilla de idiotas que deambulan en pandilla como si fuesen aún a primero de BUP y alguna estación de tren o visiones nocturnas de una Gracia sin mucha gracia.
El personaje protagonista (que otros, por lo que he visto, lo llaman Alex Maruny llamándose Oriol Pla) es una contradicción constante, que igual que llama "fracasado" a un padre que se ha matado a trabajar para que este tenga todo lo que quiera (vicios de fumetilla incluidos) no conjunta dos frases sin añadir "qué chulo" o "qué guay". En fin, lamentable. Y luego nos quejamos.
Le pongo un 2 por la Sardá, que dentro de este despropósito, consigue flotar un poco.

Imanol Arias, con el sambenito a cuestas de Antonio Alcántara (va por 14 años de serie, algo se le tiene que pegar), interpreta soberanamente a Vicente Ferrer, un jesuita y no jesuita español afincado en La India con el propósito de erradicar la miseria y el hambre, dotando de dignidad y amor propio a una población tan anquilosada y deprimida que ni siquiera sabían que tenían derecho a ello. Imanol Arias demuestra sus tablas y su saber estar y que, a pesar de lo que digan aquellos que solo ven lo que quieren ver, sigue siendo uno de los mejores actores españoles de la actualidad.

Contraponiéndose al personaje, o más bien sosteniéndole, encontramos a Anne Perry, posteriormente Anna Ferrer, su pupila, su seguidora, su ayuda, su mujer. Interpretada por Aida Folch, es un personaje que no llega a estar a la altura, si bien es por la grandeza del personaje principal o por el machacón acento que le añadieron a la actriz, que nos persigue a través de toda la película ya que es la voz en off que nos va guiando. Puntazo negativo.

Los secundarios no se toman en serio la representación: un odioso Carles Canut que deambula entre lo bufonesco y lo risiblemente patético y los extras hindúes, más pendientes en ocasiones de mirar a cámara que de actuar. Lo de Josep Maria Pou queda como una mera anécdota, una aparición sin más ni más que tampoco aporta mucho a la historia.

En resumen, biopic de un hombre bueno del que quizá en este país no se le haya reconocido tanto como se merece, y que se merecía un homenaje quizá más extenso. Pero que, en líneas generales y como opción pedagógica para aquellos que no lo conocía, aprueba.

Sobreactuados. Así se muestran Fele Martínez y Judith Diakhate en este corto lento de Mateo Gil. Y es que el resultado viene a ser un anuncio de perfumes, una presuntuosa muestra de cine presuntuoso, una concatenación de edulcorados y artificiales diálogos que no llevan a ningún sitio.

Conclusión. A pesar de tener 14 minutos escasos de duración, se hace muy largo este cortometraje, por lo menos a mí. Sin más trascendencia.

La temática que aborda la película es interesante y nos atañe a todos, pero no dejo de entrever que el óbjetivo de mostrar y denunciar se quedó a medio camino. Hay partes muy monónotas y aburridas que se hacen interminables y que no ahondan en lo que uno había previsto sabiendo quién dirige el film. Y, sobre todo, el final, muy exagerado, no concuerda para nada en lo que se venía viendo.
Un regular, porque para mí no cumple el propósito deseado.