La trama general pivotea en torno a un estudiante - proveniente de una familia modesta, y por ello becado en una importante escuela universitaria – que, ante hechos incompatibles con la rutina y política de una institución prestigiosa, deberá enfrentar circunstancias extremas que pondrán a prueba varias de sus virtudes, fortalezas o debilidades humanas. Al Pacino rompe los moldes en varias de las escenas más trascendentes; son imperdibles sus actuaciones puntuales a la luz del fuerte contenido que algunas de ellas poseen, donde trasmite y contagia la puesta en escena con su voz grave e implacable histrionismo. Sin duda, la historia contiene una variedad de facetas dramáticas y emocionantes, excelentemente bien personificadas en el veterano coronel y en el de su circunstancial lazarillo, por parte de Al Pacino y Chris O´Donnell respectivamente; de hecho, ambos logran un excelente equilibrio mostrando las vivencias de generaciones tan distantes. Si bien esta película sería una remake de “Profumo di donna” protagonizada por Vittorio Gassman, creo que la recreación de aquella, ahora en un entorno social y cultura diferente le otorgan un excelente crédito como para pensar incluso que es superior al film de Dino Risi de 1974.

El maestro Kurosawa, tomando una vez más el holocausto nuclear padecido por Japón como el tema medular alrededor del cual hace girar sus personajes (el anterior apenas data de un año con "Los Sueños de Akira Kurosawa" de 1990, y en el que plantea similar temática de fondo pero desde un ángulo netamente onírico), proyecta un mensaje de encuentros y desencuentros generacionales que ven la catástrofe de la bomba en Nagasaki desde ángulos totalmente disímiles: los primeros lo han vivido y sus traumas y recuerdos los acompañan como un martirio del que resulta difícil o imposible desprenderse; los segundos lo han padecido indirectamente por referencias de terceros, lo que les permite con cierta indiferencia prescindir de ese recuerdo y ver la vida presente y futura con un pragmatismo demasiado egoista; mientras que los otros, los terceros, como generaciones que recién despiertan a la vida se conectan sicológicamente con los primeros, porque, si bien necesitan saber QUÉ PASÓ, también se irán dando cuenta que el sacudón por escuchar tan tristes y desgarradoras historias que requieren atesorar como experiencia de sus antecesores, lo harán quizás sin rencores.

Una vez más el gran maestro Akira, en su película número 13 (según datos de su filmografía) de un total de más de 30, muestra su exquisito arte introduciéndose en los intrincados corredores del alma, sentimientos, bajezas y purezas del ser humano, sin dar concesiones al tiempo (esta historia se ambienta en el Japón feudal del Siglo XII), y en forma cruda, sin valerse de excesos muestra que muchas veces la verdadera verdad que queremos y necesitamos conocer se nos puede presentar de muchas maneras y formas dejándonos definitivamente en la incertidumbre de aquello en lo que no fuimos directos protagonistas. Los primeros planos y el histrionismo de varios de sus personajes dicen más que largos diálogos a los que se suele recurrir cuando no abundan las ideas de expresión concretas. La inicial lluvia torrencial, el escenario elegido para los diálogos, los personajes que parecen no ser nada pero dicen mucho serán capaces al final de ver el sol nuevamente?. Hay que verla de pronto más de una vez, tiene muchos ingredientes a los que no se les palpa el sabor en una primera y única cucharada.

Aunque hayan pasado 70 años desde su estreno, hoy la vemos y nos atrapa desde el mismo inicio. La extraordinaria actuación de Ray Milland sobrecoge por momentos y trasmite con toda la fuerza el mensaje que la historia contiene. Sin excesos para personificar a un hombre dominado por el alcohol, Milland no solo mueve las conciencias del espectador, sino que las sacude produciendo un efecto de realismo impactante. El abismo de la vida próximo al cual se encuentra el personaje se acerca y parece alejarse por momentos para retomar energías y volver a mantener el martirio que provocan esas cadenas de las cuales parece imposible una liberación. Para los que les gusta el buen cine de los años 40 es muy recomendable, y por ello entre otros aspectos ganó merecidamente 4 estatuillas.-

Gran parte de esta película es la linda y afeminada cara de muñeco que nos muesrtra una vez más A. Delon; que, a lo largo de la trama fuma alrededor de 6 o 7 cigarrrillos para darle más solvencia varonil a su personaje, y complementado con la típica gabardina abotonada y el sombrero semi encajado. Hay exceso de escenas que se reiteran por una misma acción. Un superpolicía aparece en la historia como sabiéndoselas todas y focalizando como por arte de magia sus miras en uno solo de la enorme gama de personajes sospechosos de un crimen. Hay sinembargo cierto realismo puro ( que por momentos entusiasma al espectador) en muchas acciones policiales que van despertando interés por una historia de ritmo algo cansino. Luego, ya en el tramo final de los últimos 10 minutos todo se cae a pedazos por lo incoherente del guión con una terminación final algo torpe y hasta ridícula que finaliza mostrando varias incongruencias. Esta vez Jean-Pierre Melville quedó en la columna del debe; hemos visto algunas bastante mejores de su misma cosecha.