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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
10
4 de marzo de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los únicos hombres en la tierra que merecen su estadía en este mundo son aquellos que luchan por el bienestar de otras personas”. La autora de estas palabras fue, Lillian Hellman, una mujer consecuente con lo que decía y escribía; que vivió comprometida con la causa de los judíos; antifascista acérrima; defensora de las minorías raciales en EEUU y en el mundo, y una mujer contestataria contra el oprobioso Comité de Actividades Antinorteamericanas que, por años, se dedicó a perseguir a los mejores artistas e intelectuales de los EEUU, por sus ideas liberales y antiestablishment (de izquierda, si se quiere).

Con aquellas palabras -la escritora que, tras ser anunciada por Jane Fonda en la gala de los premios Oscar 1976, ocasionara la más grande ovación con el público de pies- quería significar que la vida es compromiso, entrega al bien común, espíritu solidario, defensa de los oprimidos y exaltación de la verdad. Así vivió Lillian Hellman, y el espíritu libertario de sus obras en contra de todo lo que maltrate al hombre del común, podemos verlo reflejado en sus novelas, obras de teatro y guiones cinematográficos, entre los cuales hay títulos tan relevantes como “The children’s hour”, “These three”, “Another part of the forest”, “Pentimento”… y por supuesto, la que ahora nos ocupa, “ALARMA EN EL RHIN”.

Tras haberse firmado el pacto de no-agresión entre Alemania y la Unión Soviética en agosto de 1939, Hellman comenzó a escribir esta obra de profundo carácter antifascista, la cual terminaría al año siguiente y sería publicada, y llevada a escena en Broadway, en el año 1941. El título original -que podría traducirse como Vigilancia en el Rhin-, lo tomó de la canción patriótica alemana, Die Watch am Rhein.

El mismo director que hiciera el montaje teatral de la obra, el acreditado Herman Shumlin, y el mismo actor que la protagonizara durante casi cuatrocientas representaciones, Paul Lukas, serían los encargados de la versión cinematográfica que, con guión de Dashiell Hammett y Lillian Hellman, tendría cuatro nominaciones a los premios Oscar (Mejor película, guión, actriz y actor principal), siendo precisamente Lukas el que, además de llevarse antes el Globo de oro, también se haría merecedor al Oscar al Mejor actor.

“ALARMA EN EL RHIN”, es un magnífico drama donde la guerra se lleva en las almas, y la manera como el conflicto bélico influencia y mina el espíritu de la sociedad civil, queda aquí profunda y profusamente reflejado con el conflicto interior que vive la prestigiosa familia Farrelly, cuando de Europa regresa la hija que, por largos años, estuvo ausente del hogar. Con su esposo -un alemán antifascista de espíritu sangrante- y sus tres hijos, Sara Farrelly va a poner al día en la realidad que vive el mundo, a una familia que, para ella y los suyos, tiene los brazos abiertos y el corazón henchido.

Como lo esperaba el productor, Jack L. Warner, luego de que viera la obra teatral, el filme resultó ser un especial llamado a la toma de conciencia, y lo más bello, es que lo logra sin mostrar ejército alguno, sin un campo de batalla, ni una bomba que explote. Basta presenciar esa imponente lucha entre los opositores que habitan entre las cuatro paredes de aquel hogar, para que comprendamos, no solo que una familia es un país en micro, sino que con vigor y verdadero talento, se puede plasmar un profundo drama y un debate ideológico y moral de enorme altura.

Imposible no mencionar la sentida actuación de Bette Davis, quien, con plena complacencia, acogió un papel que reivindica a las mujeres. Lucille Watson, adorable como la madre consecuente con las enseñanzas de compromiso social que su esposo transmitió a sus hijos. Y George Coulouris, muy eficaz como el ave de mal agüero que se infiltra en aquella gran familia.

Termino citando positivas palabras que dice Sara recordando a su papá: “Hemos vivido luchando en medio de la oscuridad, pero cada día, cada hora, el hombre avanza un poco hacia una vida digna y en plena libertad”.
“ALARMA EN EL RHIN” es un filme de antología.

Título para Latinoamérica: “ALERTA EN EL RHIN”
Luis Guillermo Cardona
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7
26 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si es, James Bond, el que se fascina con la espía rusa Anya Amasova; si es él quien la protege y quien se expone a que ella le mate por haber eliminado antes a su novio; y si es él el que está dispuesto a salvarla a riesgo de morir por ella… ¿Por qué titular en español a esta película como “La espía que me amó”?. ¿Fue el ego inglés el que reclamó esta traducción o fue la premura de nuestros tituladores que, a veces, se arriesgan sin ver previamente las películas? Lo que si es plenamente cierto, es que a los productores les dio ese cosquilleo británico que se resiste a reconocer abiertamente que las mujeres rusas son fascinantes, demasiado fascinantes, y entonces se negaron a llamar a una auténtica actriz nacida en Moscú o sus alrededores -de esas que harían babearse a Bond- y prefirieron a una newyorkina, hija de un policía y regularcita actriz, como es Barbara Bach.

Curiosamente, la novela original -décima obra que publicara Ian Fleming- salió a la luz, en 1962, con el título “El espía que me amó”. Pero, la explicación del cambio, podría estar por el lado de los enredos y limitaciones del idioma inglés, en el cual, el artículo The, es traducible como el, la, lo, los, las, y en este contexto caben, El o La, según sea el capricho de quien traduzca. O quizás obedece a que, Fleming, al publicar esta novela -y cansado de que las películas nunca fueran fieles a lo que él escribía-, estableció una cláusula que permitía usar el título, pero no el argumento, en caso de una adaptación cinematográfica. Y como la historia que escribieran, Christopher Wood y Richard Maibaum, no se parece en nada a lo que contara en su obra, también al título se le dio ese pequeño (e inelegante) giro. Es decir que, éste, en muy pero muy poco, es lo que pudiera llamarse un Bond-Fleming.

Con un amén a estas disquisiciones, es necesario decir que, “LA ESPÍA QUE ME AMÓ”, es desde todo punto de vista, un grato entretenimiento que, a los recalcitrantes anticomunistas, debe de haber sorprendido y molestado tremendamente, cuando ingleses y rusos lucen cogidos de la mano y estrechamente unidos por una misma causa: Averiguar quien se está apoderando de sus submarinos, pues, súbitamente ha desaparecido uno inglés y otro ruso.

Y ¡sorpréndanse!, el agente (espía) 007, va a trabajar a brazo partido y muy unidito con la agente (espía) XXX (¡qué morbosidad!) para desenmascarar a Karl Stromberg, cuya nacionalidad es fácil deducir, además de que a él si lo representa un auténtico ario, Curd Jurgens. Imagino a Fleming revolcándose en su tumba, pues, libres los productores de contar lo que quisieran, se libraron de la rancia estrechez ideológica del regularcito escritor, y puestos a tono con el momento histórico, lucieron progresistas y se desbordaron en el presupuesto para brindarnos un espectáculo de alto vuelo por donde se le mire. Le falta algo de solidez a la historia (pues la escena del gordo atrapando a Bond por la corbata y a punto de caer al abismo, es un atentado contra las leyes de la física. Y el eterno caso del hombre que quiere acabar con la humanidad “para construir un mundo mejor”, es un desvarío contra las leyes humanas), pero, como espectáculo de acción, sets de lujo, comedia ligera y chicas deslumbrantes (aunque también algunas lucen harto cosificadas), el director Lewis Gilbert, nos asegura dos distencionantes horas en las que, semi-apagado el cerebro, se pasa de lo lindo como suele ocurrir con buena parte de esta serie que, al mismo tiempo, y bien enchufado el sentido crítico, también sirve para entender el alto grado de decadencia que aún padece la cacareada cultura inglesa.

Y como la psicología ha probado que, entre los tipos muy mujeriegos suele camuflarse un incontenible impulso homosexual, para borrar toda duda sobre este Bond-Moore que ya luce bastante mayorcito -y para quienes no vieron “Al servicio secreto de su majestad”-, aquí se nos recordará que él estuvo casado, pero su esposa fue asesinada. En “Solo para sus ojos” se insistirá en recordar esto y entonces veremos, a un “constante” James, llevando flores a la tumba de su esposa Teresa, quien murió en 1969, a la corta edad de 26 años (rebaja incluida). Y se espera que ya, a nadie, le queden dudas sobre la virilidad del 0-0-7.

James Bond volverá…
Luis Guillermo Cardona
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8
29 de noviembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo un director de tan escaso talento como, Arthur Hiller, pudo haber hecho una película tan brillante como, <<ANATOMÍA DE UN HOSPITAL>>? Me preguntaba ésto al terminar de verla, ya que me animé exclusivamente por el guion de, Paddy Chayefsky (quien con él obtuvo su segundo Oscar, el primero fue por, “Marty”), y claro, por la actuación de, George C. Scott, un actor de muchos quilates.

Entonces, revisé mis archivos sobre el guionista... y encontré un dato muy interesante que explicaba mi duda: Al haber sido Chayevsky, uno de los productores del filme, acordó con el director que, él –y no Hiller- tendría pleno control sobre el reparto y sobre el argumento… ¡Ah! y además es, Chayefsky, el que hace las veces de narrador. Así las cosas, y comprendiendo que Hiller estuvo muy bien asesorado, la obra de Paddy Chayefsky pasó literalmente como él la concibió... y con ese estupendo conjunto de actores que estuvieron presentes, la cosa tenía que andar por muy buen camino.

Como crítica corrosiva, como historia de humor negro y como reflejo fidedigno de la intimidad de los hospitales (probablemente la mayoría, porque ¡se oyen historias!), <<ANATOMÍA DE UN HOSPITAL>>, es como un disparo de magnum 44, tres centímetros hacia el centro desde la tetilla izquierda: ¡Certero!

La historia es deliciosa. En un hospital de Manhattan, hay un médico, el Dr. Schaefer, quien se ha vuelto muy popular por sus pretensiones donjuanescas y por su costumbre de utilizar cuanta cama queda libre para ligar con alguna enfermera. Un día, la segunda cama de la habitación 806 queda libre… Schaefer la ocupa con su respectiva enfermera... Se queda dormido… y otra enfermera de nuevo turno, lo asume como el paciente que había antes… y bueno, ¡hay mil maneras de morir!

Esa misma mañana, y tras varios días de ausencia, al hospital regresa el jefe de médicos, Dr. Herbert Bock, un hombre depresivo, alcohólico, en conflicto con su familia y con tendencias suicidas, quien ahora ha decidido volver a tomar la rienda. Lo que (junto a nosotros) presenciará ese día… y en el próximo… y… es solo una muestra de las grandes locuras, reveses, absurdos, irresponsabilidades, equivocaciones, negligencias… que suelen ocurrir un día sí, y otro también, en aquel hospital que se parece muchísimo a otros muchos hospitales de EE.UU. y del resto del mundo.

George C. Scott, nos ofrece una espléndida caracterización como ese médico que no sabe ya si suicidarse por lo que le pasa con su familia o por lo que sigue viendo en su “respetable” lugar de trabajo. Junto a él, Diana Rigg (una de las chicas Bond, mejor conocida por la serie televisiva, “The Avengers”) hace una provocativa y “naturalista” presencia como Barbara Drummond, la suerte de “inspiración” que pareciera haber llegado para sacar a Herb de aquella jungla de cemento; y, Barnard Hughes, es estupendo como Edmund Drummond, el padre de Barbara que, como paciente, dará mucho qué hacer en aquel típico hospital.

Vista con los ojos bien abiertos, esta atinada película tiene que asumirse como una seria advertencia, porque, lo que pareciera lucir como puro divertimento, es más serio de lo que muchos llegan a imaginarse.

Título para Latinoamérica: <<HOSPITAL>>
Luis Guillermo Cardona
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6
4 de octubre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1960, el director estadounidense, James Ivory, fue contratado por la Asia Society, que, muy satisfecha con un documental que Ivory había realizado sobre el arte indio, consideró que era el hombre adecuado para hacer otro documental acerca de La República de la India. Al llegar a esta nación, donde pasaría varios años, el director estableció una satisfactoria sociedad con el productor, Ismail Merchant, y juntos realizaron diversos filmes a los que se unió la guionista alemana, Ruth Prawer Jhabvala, quien estaba casada con un documentalista indio. Desde entonces, la tríada estableció el más estrecho lazo, y luego de hacer, “The Householder” (1963), conformaron una sociedad inseparable que llegó a una veintena de películas.

El marcado interés, de este equipo, por adaptar las novelas de grandes escritores comenzó con Henry James, del cual se eligió primero “Los Europeos”, una novela corta escrita en 1878, que continuaba con el tema prevaleciente en el autor: contrastar la cultura europea con la americana.

Se trata, aquí, de la condesa Eugenia Münster, nacida en Viena, quien, estando casada con el príncipe Alfred de Silberstand-Schrekenstein (un nombre alemán que de seguro James eligió con la pretendida intención de que no lo recordásemos), se encuentra en dificultades económicas y en riesgo de que le sean arrebatados sus derechos. Por esto, ha decidido junto a su joven hermano Felix (nacido éste en París), ir a visitar en Boston, EEUU, a la familia de un tío que, de oídas, ha sabido que está forrado en dinero.

Ella y su hermano, son dos personalidades bien contrastantes, porque, mientras Felix es -como la familia Wentworth- honesto, transparente y generoso, con lo que congenia enseguida de maravilla, Eugenia es ambiciosa, calculadora, y “así como nada de lo que dice es completamente falso, tampoco nada de lo que dice es completamente cierto”... y lo que veremos a continuación, es esa manera que tiene la vida de dejar al trasluz la personalidad de cada quien y como, la Ley de Resonancia, hace su ejercicio con la precisión acostumbrada.

James, juega por esta vez a la inversa, es decir, hace que sean los europeos los que visiten América, pero el contraste cultural se mantiene y el choque entre la aristocracia y la gente del pueblo estará al orden del día, manejado todo con una altura ejemplar y cuidando, como suele hacerlo este autor, de que nadie resulte cruelmente lastimado. En este caso, James prefiere que “al que le caiga el guante que se lo chante”, pero su sindéresis a la hora de cerrar la historia es, como siempre, admirable.

Confieso que me gusta mucho más la novela porque, Ivory, comete en, <<LOS EUROPEOS>>, errores imperdonables: Primero, no nos anticipa las intenciones que trae la condesa, recurso con el que James nos pone alerta hacia cada una de sus sutiles apariciones. Después, hace un pésimo uso de la elipsis con una edición muy brusca y por momentos al “diga y corte”. Además, siento que ha elegido muy mal a los intérpretes: la estadounidense, Lee Remick, no encaja como una condesa vienesa que nació hablando francés; Mr. Wentworth, tiene más el aspecto de un mayordomo; y Felix, la figura de un santimbanqui… y en las primeras escenas, las actuaciones de la mayoría son realmente acartonadas. Tampoco, Ivory, logra recrear el calor, la soltura de los diálogos y el romanticismo que hay en la novela… y quizás, su único momento atinado, es la secuencia del desenlace donde todo luce bien puesto y resuelto con verdadera gracia.

Se le abona su “fidelidad a la novela” en términos generales, pero al terminar de leer el libro, uno siente que ha estado con un puñado de hermosos y nobles seres humanos, y al concluir la película nos queda la sensación de haber visto algo simpático… pero, entre los personajes, ninguno ha conseguido meterse en nuestro corazón.
Luis Guillermo Cardona
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8
2 de octubre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carta abierta a los niños con padres separados que los mantienen de un lado para otro:

Quiero invitarlos a que conozcan la historia de una niña llamada Maisie Farange, cuyos padres también se separaron, habiendo quedado ella bajo la custodia de su padre Beale que, aunque no era mucho mejor que su madre, las “manchas” en el rostro de ésta resaltaron un poco más a la vista de los jueces.

En la película -que es una versión puesta al día de “Lo que Maisie sabía” (1907), una agradable novela escrita por un gran señor llamado Henry James- la niña deberá estar una semana con su padre y otra con su madre… y lo que vamos a ver, es la manera como Maisie -muy sensata y dispuesta a sacarle el mejor partido a lo que la vida le ofrece-, se las ingenia para ser dulce con todo el mundo, de tal manera que así asegura que, con quien esté en su momento -que no solo serán sus padres, sino también la nueva esposa de su padre y el nuevo compañero de su madre- éste o ésta va a tratarla de la mejor manera.

Imagínense que Maisie a todo el mundo le hiciera berrinches y comenzara con el cuento de “¡Yo quiero a mi mamá!” o “¡Quiero quedarme con mi papá!” ¿Qué pasaría? Que se amargaría la vida porque, entonces, todo el mundo la tendría a regañadientes y no se animarían a proponerle salidas ni nada interesante. ¿Y qué harían en cambio? Probablemente la sientan ante un televisor o le dan un peluche para que vea como se divierte solita durante todo el día.

Pero Maisie, ¿saben qué?, ya tiene muy claro que todo el mundo tiene su lado bueno y ella se apega a este lado de su personalidad, y mostrándose respetuosa, condescendiente y divertida, hace que estar con ella resulte muy grato y así, su papá, su mamá, su “padrastro” y su madrastra (que se llaman Lincoln y Margo) terminen adorándola y encantados siempre con su compañía.

La película, dirigida por Scott McGehee y David Siegel, resulta bastante agradable y nos demuestra que, un niño inteligente, aprende desde pequeño que, todo lo que uno desea en la vida tiene que darlo primero: ¿Quieres amor? ¡Da amor! ¿Quieres respeto? Da respeto ¿Quieres que los demás sean buenos contigo? ¡Sé tú primero bueno con los demás!

¡Tienen que ver como, Maisie -a quien representa con particular encanto una niña llamada Onata Aprile-, se las ingenia para volver a tener un hogar feliz!

Julianne Moore, Steve Coogan, Joanna Vanderham y Alexander Skarsgård, son los actores que representan con efectividad a sus familiares. ¡Ah! Y si ya están en edad de leer libros serios y sin laminitas, pídanle a sus padres como regalo por las buenas notas de fin de año, que les obsequie el libro “Lo que Maisie sabía”.

Leer es una de las cosas más agradables de la vida, porque, todo buen libro, contiene las mejores historias y las más altas ideas que supieron escribir hombres muy inteligentes que trasegaron con intensidad por el mundo. Y eso ampliará tu mente, dará más calidad a tus pensamientos, palabras y acciones… y casi seguramente, te hará mejor persona.

Un abrazo ¡y ojalá les guste!
Luis Guillermo Cardona
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