Desenfadada, ágil e intrascendente comedia en la que W. Holden y A. Hepburn son lo más importante del film. Todo gira en torno a ellos y el resto apenas posee relevancia salvo en la medida en que contribuye a su lucimiento personal.
Cine dentro del cine que toma la forma de un juego de complicidades en que se echa de menos una dosis superior de mordiente y de pulsión incisiva.

Se trata de un simpático entretenimiento de banalidades y equívocos con una minúscula nota de dramatismo y una fragancia rosa, dulce, afectuosa y de colorido elegante que se cuela en todos los fotogramas como un perfume de gama media.

Interesante adaptación de la obra de Dante en la que el propio Dante y Virgilio visitan ese lugar en que las penas no tienen fin y el tiempo para el arrepentimiento ha caducado.
A pesar de un deteriorado celuloide por el que han transcurrido más de 100 años, la fuerza expresiva del film mantiene cierta vigencia expresiva gracias al cuidado texto de sus intertítulos para explicar pensamientos complejos, ideas abstractas y conceptos evanescentes a los que el cine mudo apenas podía llegar de otro modo.

Me llama la atención que en ese interminable desfile de los malos oficiales de la Historia no se menciona a ningún director de cine, ni a productores, guionistas, actores ni a gente que escribe breves reseñas sobre las películas.

La búsqueda de un ideal, la persecución de un sueño y la lucha por la supervivencia exponen sus argumentos -a veces enfrentados- en unos enclaves bellos donde África todavía poseía aureola de embrujo.
Romance y aventuras: T. Power y S. Hayward necesitan una cucharada de guindilla para que la jornada no resulte tan almibarada.

La película presenta un ritmo poco homogéneo y H. King no consiguió dotarle de ese máximo interés que exigía la novela de H.Moray.
Pero resulta amena y se ve con agrado.

Tensión que duele porque no se sabe lo que sucederá durante el momento siguiente.
Se teme lo peor.
Sangre.

Apoyada en una interpretación casi magistral, alimentándose de su propio argumento y presentando inesperadas evidencias cuando la ocasión lo requiere, el galimatías suaviza sus aristas, los contornos se tornan diáfanos y la métrica de la certidumbre ahuyenta lo brumoso.

Es porque el rompecabezas se va componiendo.
Cada escena encuentra acomodo con la contigua.
O con otra más distante.

Lo que es completamente cierto lo manifiesta el rótulo que aparece cuando el puzzle está terminado. Su mensaje no deja lugar para la duda: esta es una película excelente.

Galante, desenfadada, con envidiable sentido del ritmo y aprovechando al máximo las dotes interpretativas de los protagonistas y su vis cómica, la película que dirige R. Hamer tiene cualidades para erigirse en paradigma del buen gusto.

Muy graciosa, que es lo que se exige a una buena comedia
Permanente tensión narrativa, que es lo que se pide al buen cine negro.
Y, además, posee ingenio, originalidad, riqueza de matices, brillantez descriptiva y un argumento de gran interés.
Es lo que requiere una buena película que combine la comedia y el cine negro.

Y todo ello a pesar de que incluye largos párrafos de narrador y que en los primeros minutos se informa al espectador el desenlace.