A priori, la propuesta de Mark Mylod puede parecer simple, una crítica al esnobismo promovido por los ricos hacia la “alta gastronomía” o la cocina experimental. Es cierto que es gran parte del eje central, sobre todo porque los personajes secundarios son bastante arquetípicos, pero El Menú va más allá y abraza esa idea de vender experiencias a través de la comida. Esto se puede apreciar desde el principio, los créditos iniciales son una invitación de la productora a disfrutar del menú y la estructura está dividida por platos —receta incluida— que simulan las diferentes partes del largometraje.

El film se presenta en una primera instancia como una sátira con tintes de thriller, pero con una atmósfera perturbadora que irá tomando el protagonismo a medida que va desarrollándose la historia del Hawthorn. ¿Los culpables? Sus protagonistas. Anya Taylor-Joy hace un papel espectacular, pero quien realmente brilla es Ralph Fiennes y su interpretación del chef Julian Slowik. Desde la primera intervención ya transmite al público una sensación de incomodidad y de desconfianza.

Parte del encanto de la película es el guion. Se puede apreciar cierta influencia de Puñales por la Espalda, así como de Succession, trabajo previo de Mylod y los guionistas. Quizá no es tan enrevesada como el primer ejemplo, pues opta por un enfoque más directo. Aún siendo una propuesta parcialmente previsible, funciona a la perfección y engancha al espectador desde el principio. A pesar de desarrollarse mayormente en interiores y de noche, El Menú cuenta con una puesta en escena más que correcta y una fotografía excelente.

En definitiva, El Menú es una gran película de suspense, con un humor muy retorcido y una clara crítica a los ricos. Argumentalmente es más simple que otras películas del género, pero a su vez incita a los espectadores a sacar conclusiones que seguramente sean precipitadas. Fiennes y Taylor-Joy se comen la escena y ofrecen un plato digno de Estrella Michelin.

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No es de extrañar que Austria haya escogido esta obra para su representación en los Oscar 2023. Una película muy distinta sobre su famosa Emperatriz Sissi. Un personaje que hasta ahora seguía siendo idolatrado y ensalzado como una figura casi divina. Pero, al igual que vemos con la familia real británica en The Crown, detrás de estas figuras de la realeza existen personas con emociones y necesidades. Las cuales deben ignorar, muchas veces, por el papel y la apariencia que se les impone.

A lo largo de la cinta vemos las carencias emocionales de una alta sociedad europea, la cual entra en sus años de declive, como bien representa con la puesta en escena Marie Kreutzer.

Vicky Krieps interpreta, de manera extraordinaria, a una atormentada Sissi. El film trata un periodo de la vida de la emperatriz en el cual está cansada de seguir con sus apariencias perfectas. Por ese motivo, empieza a actuar sin filtros para mantener su salud mental en un entorno social (y familiar) claustrofóbico, frío y de incomprensión total hacia ella.

Es un relato que hace justicia a personalidades complejas como la suya que eran castigadas por ser diferentes y no encajar en los estándares. Por primera vez vemos un aspecto de la personalidad de Sissi nunca visto.

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La montaña rusa de emociones que provoca el visionado de Hasta los huesos es muy particular: se trata de una película extraña, tierna, desagradable y conmovedora. Todo a la vez. Y es que Luca Guadagnino ha combinado horror y romance de un modo extravagante.

Por un lado, el director expone una trama de canibalismo que, pasada la primera media hora, parece quedar desconectada del romance adolescente que se propone a continuación. El relato olvida la monstruosidad inicial para centrarse en ese amor de instituto entre los protagonistas. De esa manera, es probable que ni los aficionados al terror ni los que buscan una propuesta romántica encuentren en esta cinta un resultado de su agrado.

Sin embargo, para ciertos espectadores podría ser una grata sorpresa. Además de una fascinante fotografía que enmarca los Estados Unidos, el dúo principal derrocha encanto. Tanto Taylor Russell –la gran revelación del largometraje– como Timothée Chalamet (y las intervenciones perturbadoras de Mark Rylance) atrapan la mirada del público y logran salvar algunas secuencias descuidadas por el guion.

Además, no mantiene una violencia constante, dejando así momentos de respiro para reflexionar acerca del amor, las relaciones humanas y si las personas pueden ser capaces de sobreponerse a sus instintos.

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Los thrillers, al igual que el género de superhéroes, abundan en las taquillas actuales. Lo tienen fácil para atrapar al espectador, solo deben generar una trama un poco enrevesada o apostar por la acción frenética. Detective Knight se queda en un punto intermedio que resulta en una peli sosa y plana, digna de un domingo por la tarde.

El supuesto protagonista del relato, James Knight¸ está interpretado por Bruce Willis, uno de los gigantes del género, al que desaprovechan en gran medida. Pese a llevar el nombre del film, el detective pasa a un segundo plano y sus escasos diálogos cumplen con todos los clichés posibles de “poli malo”. La acción también deja mucho que desear, las escenas son simples y no tienen nada espectacular que mantenga al público al filo del asiento.

La subtrama, enfocada en los sucesos que vinculan al protagonista y al antagonista, intenta ser profunda, pero en ningún momento se acaba de desarrollar ni se acaba de entender del todo. Hay una falta de contexto para comprender del todo las motivaciones de ambos. También se olvidan de muchos personajes que se presentan como importantes para el progreso de la historia, pero que acaban cayendo en el olvido y dejando hilos abiertos.

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Mathieu Amalric traslada al cine la obra de teatro Je reviens de loin (yo vengo de lejos) de Claudine Galea. Desconozco la pieza original pero, por lo que leo y lo que veo en la pantalla, la propuesta de Amalric es audaz, muy audaz, y, claramente, supera el reto con creces.

Este actor, guionista y escritor francés emprende con valentía una aventura que discurre con soltura entre pasado, presente y futuro; entre sueño y realidad; recuerdos que se funden con anhelos y perspectivas que se confunden con imaginativas proyecciones.

La confusión está servida, pero sobre ella navega la historia. Las escenas se alborotan como los pensamientos en la cabeza de quien atraviesa momentos de dolor o crisis. Reconozco que gracias a este film me he reconciliado con Vicky Krieps, a quien menosprecié, ahora veo que injustamente, debido a sus papeles en El hilo invisible y sobre todo, en La camarera Lynn. Es brillante su contenida elaboración de un papel que consiste básicamente en engañarnos mientras nos hace partícipes de su sufrimiento, su arrepentimiento y sus intentos por sobreponerse a lo que quiera que vaya a venir.

El trabajo de Amalric y de todo el equipo es más que correcto, teniendo en cuenta lo complicado de la propuesta. Sin embargo, dada la naturaleza del relato, todo esfuerzo hubiera sido en vano sin la profesionalidad del experimentado responsable del montaje François Gédigier. Del mismo modo, las piezas de piano que interpreta Lucie, la hija de Clarisse, tejen un hilo conductor, evocador y perturbador a la vez, que logra integrar todos los desconcertantes recovecos de esta sorprendente película.

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