Cinco actrices de gran delicadeza como eran Laura Valenzuela, Elisa Montés, Elvira Quintillá, Soledad Miranda y Ángela Bravo personifican a las heroínas de una historia en la que se hace un retrato amable de la mujer española de 1963 y de una manera estilizada porque Lazaga usa sus mejores virtudes para aplicarlas al proyecto y saca el máximo partido estético de cada escena con la ayuda del director de fotografía Eloy Mella que con su labor otorga a la película una elegancia visual ajustada para que el espectador tenga un aliciente más para seguir el argumento. Una chica cerebral y que intenta ser una escritora de éxito, una señorita soltera que ve al hombre de su vida en un caballero algo maduro ya, una chica espontánea y vivaz que quisiera triunfar como cantante, la chica romántica que está enamorada de su ídolo de la pantalla... Todos los personajes tienen su encanto. Jesús Puente interpreta a un pintor excéntrico en una curiosa creación y Ángel Ter y el elegante Rigaud resuelven con eficacia sus cometidos. La película es una buena muestra de la habilidad que tenía Lazaga para engrandecer unas historias en principio poco relevantes sirviéndose de un talento peculiar tanto para la dirección de actores como respecto a la técnica cinematográfica dado que habitualmente los movimientos de cámara en sus películas están planificados con una gran inspiración. Esta obra oscila entre la comedia y el melodrama originándose un híbrido atractivo y sugestivo que reune todas las virtudes que tenía Lazaga como cineasta aunque curiosamente no sea una de sus películas más conocidas.

Curiosa historia donde un antiguo alumno reconoce a un antiguo profesor que le propone ser su esclavo a cambio de alimento, techo y ropa dada su delicada situación económica. Fotografiada por el fallecido Teo Escamilla de manera muy eficaz y con papeles secundarios para sus hijas, se trata de un film muy original e interesante que parte de un guión preparado por Jaime de Armiñán y Fernán-Gómez con ansias filosóficas y una notable ambiguedad conceptual. Como es habitual en los films de Armiñán los diálogos están por encima de todo y como la historia es tan especial el espectador entra de lleno tras unos pequeños titubeos en el divertido juego que el cineasta propone. Hay alguna escena macabra que podía haberse evitado pero el film tiene algunos diálogos geniales como cuando Agustín González tratando de ocultar que tiene a un esclavo en casa dice que no entiende una palabra de lo que la opinión pública pueda saber al respecto o cuando una de sus hijas le ordena a Fernán-Gómez como esclavo que se vaya de su casa y le contesta él que eso es en lo único que no puede obedecerle. Fernando Fernán Gómez y Agustín González actúan genialmente y no desmerecen Carmen Elías, Amparo Baró y Manuel Zarzo en intervenciones muy eficaces. Y Manuel Galiana hace una colaboración breve pero magistral. El film es una buena reunión de grandes talentos. La obra interesa y sorprende mediante la extraña mezcla que se obtiene a partir de la combinación de sus elementos.

Es una película que presenta casi todas las virtudes habituales en su realizador. El tan capacitado autor ofrece aquí una historia oscura y sombría que pese a su potencial interés se estropea un tanto ya que hay momentos de confusión argumental y a nivel de ritmo el film resulta un tanto desangelado. No obstante hay algunos momentos que producen una gran inquietud en el espectador y también está la sorpresa de encontrar al gran veterano José Orjas en un personaje radicalmente opuesto a los roles amables que solía tener en comedias de Lazaga como "Fin de semana" y "Los chicos del Preu". Tiene aquí un personaje muy turbio y su interpretación sorprende. Es "La casa sin fronteras" una de las películas que Viveca Lindfors hizo en España antes de volverse a Estados Unidos. En "Oscuros sueños de agosto" brilló bastante pero también lo hizo aquí ya que su personaje es uno de los más inquietantes de la cinta. Tony Isbert consigue una aceptable interpretación y una Geraldine Chaplin entonces triunfando en España gracias a sus colaboraciones con Saura también resuelve correctamente su cometido. El film está bastante logrado y tiene las características ambientales y estéticas que suelen realzar las realizaciones de Olea. El espectador intenta ir atando cabos en esta complicada narración que no está exenta de ciertas sutilezas.

Es una película de la que ya se ha dicho todo y por lo tanto sólo se puede ya insistir en recalcar la exquisita sensibilidad con la que Aurora Bautista se enfrentó al personaje en un despliegue de gestos y ademanes muy bien medidos y con un dominio expresivo prodigioso en todo momento y especialmente cuando les dice a sus sobrinos que mamá sonreirá desde el cielo o cuando su cuñado le propone matrimonio y ella ante el recuerdo de su hermana casi se escandaliza ante esa propuesta. Tula tiene muchos prejuicios y una moral rígida que se autoimpone mientras que Ramiro el cuñado se siente capaz de volver a ser un hombre normal y actuar como tal lo que no implica que no haya querido a su fallecida mujer. El conflicto psicológico de los personajes está bien reflejado a traves de una serie de detalles cotidianos que animan una acción que siendo escasa va ganando en interés con un ritmo sosegado que se identifica con el lenguaje literario del libro de origen. Carlos Estrada también brilla con luz propia y resultan entrañables las creaciones de Enriqueta Carballeira, Irene Gutiérrez Caba y Laly Soldevila sin olvidar tampoco a un genial José María Prada como sacerdote. El film mantiene su condición de clásico a traves del tiempo y está a la misma altura que títulos como "Surcos", "Muerte de un ciclista" o "La caza". El siguiente empeño de Miguel Picazo fue "Oscuros sueños de agosto" en la que volvió a revelar su talento aunque dentro de un tono distinto al que caracteriza "La tía Tula" que siempre será recordada como una obra de extraordinaria calidad.

El irregular cineasta Juan Bosch con "A sangre fría" en vez de hacer una imitación del cine policíaco norteamericano o francés pues el proyecto admitía influencias mixtas y que hubiera sido lo más fácil lo que hizo fue personalizar las constantes genéricas y estéticas del género para aclimatarlas al suelo español. El objetivo se consiguió porque el comienzo tiene un aroma muy español y el ambiente en el que se mueven los personajes conserva ese aroma del principio pero sin dejar de evidenciar las bien aplicadas influencias extranjeras. El personaje de Carlos Larrañaga que es un joven ambicioso aficionado a las motos, la mujer fatal encarnada por Gisia Paradis que recuerda justamente a las heroínas del cine policíaco clásico americano, la forma de dialogar de María Mahor con Carlos Larrañaga... Todos se muestran a tono con lo que se pretendió en el guión y se consigue demostrar que en lo que a cine policíaco se refiere el cine español nada tiene que envidiar al cine de Hollywood. Incluso se puede decir que las virtudes de los mejores clásicos americanos en "A sangre fría" se engrandecen y abrillantan en algunos fragmentos. Curiosa y peculiar película, cuya condición mimética o de sucedáneo está dignificada por haber conseguido paradojicamente un resultado personal. Se trata de una película bastante especial. Si España ha brillado especialmente en algún género cinematográfico ese es sin duda el género policíaco.