Reconozco que me fascina el cine alternativo y extravagante, y que siento especial debilidad por cineastas como David Lynch. Por eso era sólo cuestión de tiempo que cayese en mis manos Cabeza borradora, su primer largometraje. Recuerdo perfectamente la primera vez que intenté verla: terminé apagando la tele al poco tiempo. No hubo mucha más suerte la segunda vez. A la tercera, y después de hacer una pausa a mitad de película, por fin pude terminarla, no sin cierta dificultad. Jamás, repito, jamás se me ocurriría recomendar esta película a nadie, no es que no considere que sea buena, no tiene nada que ver con eso, simplemente creo que no una película destinada a todo el mundo.

Jack Nance es el protagonista e interpreta a Henry, un joven apocado (¿y algo alienado?) que acaba de conocer que va a ser padre. El nacimiento, de manera prematura, de la criatura desencadena en él toda una serie de paranoias y miedos. Lynch consigue realizan una pesadillesca película en la que aglutina muchas de sus obsesiones (como darían buena cuenta sus posteriores trabajos), tan grotesca como asfixiante gracias a su inquietante atmósfera (claustrofóbica), su sucia fotografía (que le da un aspecto aviejado y terrorífico) o su escasez de diálogos (en ocasiones parece que estemos ante una película muda). Atención especial merece la siniestra presencia del hijo del protagonista, un ser desagradable (atención a cuando intentan alimentarlo) cuya imagen se queda grabada a fuego en la mente, o las (igualmente) perturbadoras secuencias oníricas. Cabeza borradora es una película repulsiva y fascinante, difícil de ver e imposible de olvidar.

Mezcla de drama y comedia romántica a mayor gloria de Sarah Michelle Gellar, aquí la actriz interpreta a Brett, una joven ambiciosa pero algo inocentona que sueña con convertirse en editora. Pronto conocerá (y no por casualidad) a Archie Knox (Alec Baldwin), reconocido magnate del mundo editorial con el que inicia una complicada relación amorosa, no sólo por el hecho de que él doble la edad de ella.

Son muchos los problemas de esta amable y sencilla producción, uno de los más notables sería su acabado, el cual la asemeja a una producción televisiva cualquiera, es más, se podría decir que parece el episodio piloto de una serie en lugar de un producto cinematográfico. Influye (y mucho) el trabajo de Klein y su falta de arriesgo a la hora de abordar el proyecto (sirva como ejemplo su abuso del plano corto y medio). Otro de sus problemas reside en el guión, el cual hace flaco favor a su protagonista al convertirla en una versión juvenil de Carrie Bradshaw, el personaje de Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York (Sex and the City), dulcificando demasiado la historia y haciendo poco hincapié en temas importantes, por los cuales pasa de puntillas.

Las interpretaciones son buenas, lo cual no quita que la química entre los protagonistas no sea todo lo eficaz que debiera (está mejor retratada la relación de profesor y pupila que la amorosa), y aunque Sarah Michelle Gellar quizás no tenga el empaque suficiente para llevar el peso de la película, lo cierto es que la prefiero a otras actrices más experimentadas en el género. A pesar de sus (muchos) errores la película es entretenida, más todavía si se toma como lo que en realidad es: un inocente y simpático melodrama romántico.

A Heather (Shannen Doherty) la vida le sonríe, es guapa, buena estudiante y líder y vocalista del grupo de música en el que toca su novio (Jason London), algo que parece molestar a Zanne (Jennifer Blanc), quien tratará de hacerse amiga suya para, poco a poco, usurpar su lugar.

Amigas hasta el final podría haber sido otro descafeinado thriller televisivo, pero lo que la diferencia de otros culebrones que inundan las parrillas televisivas es su buen acabado y el trabajo de los actores. En la dirección se encuentra Jack Bender, es decir, la misma persona que está detrás de algunos de los mejores episodios de la serie Perdidos (Lost), así como de otras series de culto como Alias, Los Soprano (The Sopranos) o Carnivàle. Y ello se nota. Además, los actores implicados realizan un trabajo más que decente. Doherty lidera con carisma el reparto, mientras que Blanc le sirve como perfecto contrapunto, tanto interpretativa como musicalmente hablando, ya que sus voces se complementan de manera convincente (teniendo siempre en cuenta que no son profesionales en dicho campo).

En definitiva, aunque la película cuenta con ciertos clichés, lo cierto es que este thriller para adolescente resulta de lo más entretenido, sencillo pero eficaz y mejor de lo esperado. Especialmente recomendable para fans de Doherty.

El cine de David Cronenberg se mueve, por norma general, entre lo enfermizo y lo fantástico, todo ello adornado de cierto toque gore. Scanners se encuadra perfectamente en la filmografía del director. La película juega con la sempiterna lucha del bien contra el mal, adornando el conjunto con cierta crítica social (ese miedo de la gente a todo aquello que se sale de lo establecido como "normal").

Scanners nos introduce en la existencia de los "exploradores", personas con una capacidad telepática fuera de lo común, capacidad que puede ser usada incluso para matar. Para ello la usa Darryl (Michael Ironside), un ser peligroso que ansía crear un comando formado por gente como él y dominar así el mundo. En el lado opuesto tenemos a Cameron (Stephen Lack), quien también es un "explorador", pero cuya misión consiste en dar caza a Darryl.

De primeras pueda parecer que estamos ante una simple película de acción y ciencia ficción, lo que hace que sea uno de los trabajos más accesibles de Cronenberg. Si bien, como apunté anteriormente, su mensaje es mucho más profundo de lo que pueda parecer. A destacar el aura malsana que crea (como sólo él sabe) el director, alguna escena de lo más repulsiva (por ejemplo esa cabeza que estalla durante el primer acto) y el correcto trabajo de los actores, sobre todo un inquietante Ironside, quien a partir de aquí se especializó en interpretar a tipos duros y villanos.

A priori, las novelas escritas por Lewis Carroll (cuyo nombre verdadero era Charles Lutwidge Dodgson) parecían perfectas para ser adaptadas por alguien como Tim Burton, quien ya había destacado creando mundos y personajes tan curiosos como los de Bitelchús (Beetlejuice) o Big Fish. Sin embargo, de un tiempo a esta parte parece que el director se ha acomodado en su propio estilo visual, dirigiendo películas basadas en textos ya conocidos, lejanas al encanto de sus historias a medio camino entre lo fantástico y lo siniestro pero con un toque melancólico. Sí, es cierto, añoro al creador de Eduardo manostijeras (Edward Scissorhands) y la película que nos ocupa no hace nada para que ello cambie.

La película es una mezcla de las dos novelas protagonizadas por Alicia (Mia Wasikowska) y narra su fantástico viaje a un mundo habitado por seres extraordinarios, mundo al que llega huyendo de una realidad a la que no es capaz de enfrentarse. Dicho mundo fantástico y sus habitantes sirven para que Burton despliegue su talento e imaginación (gran parte del encanto de la película radica en la caracterización de los personajes) y para que los creadores de efectos especiales innoven (otro de los puntos fuertes de la película).

Aunque Burton se rodea de actores habituales de su cine como Johnny Depp o Helena Bonham Carter (cuyo personaje es el que más me gusta, aunque influya mucho su caracterización), el personaje principal, es decir, el de Alicia, recae en la (hasta el momento) casi desconocida Mia Wasikowska. Y sí, las interpretaciones son tan excesivas como cabría esperar, si bien dichos excesos quedan eclipsados por los preciosistas decorados, por los personajes (atención a los batracios sirvientes y la bronca que sufren por parte del personaje de Helena Bonham Carter) y por todo lo que tenga que ver con el tema visual, el verdadero protagonista de la película. Convendría señalar también que uno de los temas principales de la película, es decir, el poder de decisión y de construir tu propio futuro, (lo que viene a ser, sencillamente, madurar) no está tratado de manera convincente (ni correcta), algo que evidencia su apresurado final. Lo que la película nos ofrece en una entretenida revisitación (algo infantilona) que, eso sí, se disfruta más gracias a las tres dimensiones.