Es frecuente que se nos olvide que el cine, al fin y al cabo, son una serie de individuos delante de una cámara dando vida a lo que otros individuos han imaginado. Así de fácil. O de difícil, en caso de que se meta de por medio gente como Michael Bay. El caso es que Running Time es una historia sencilla, rodada con unos medios más que modestos y en blanco y negro: es eso precisamente lo que la hace tan amateur y al mismo tiempo tan sabia, tan primaria y tan sofisticada. Y luego sale Bruce Campbell, uno de esos actores que, por azares del destino, no alcanzaron la relevancia que su carisma pedía y cuyas contadas apariciones son un regalo para los que le conocen. Aquí compone un atracador de poca monta que recién salido de la cárcel se encuentra en una difícil encrucijada vital, y le da ese toque mezcla de chulería estratosférica y de vulnerabilidad que no es fácil de conseguir, a pesar de las limitaciones del guión. En definitiva, historia breve que quizás hubiera encajado mejor en un corto, rodada en una falsa sola toma y bien interpretada, de modo que no se hace pesada en ningún momento.

No es nada frecuente que se de esta extraña conjunción de guionista inspirado, director motivado y reparto en estado de gracia; menos frecuente es aún que algún productor quiera correr riesgos con un producto de estas características. El caso es que Adaptation es un auténtico regalo para los que consideran que el cine debe contar con la inteligencia del espectador, y de hecho el guión de Charlie Kaufman es de esos que da varias piruetas sin red. Se puede ser original y nefasto, pero en este caso la narración no-lineal, meta-literaria y meta-cinematográfica (ahí queda eso) funciona de una forma maravillosa y el cerebro desbocado de Kaufman cuenta con el apoyo de un reparto simplemente inspirado: Cage nos recuerda que algún día fue un gran actor, Streep hace lo que sabe y Chris Cooper está simplemente inolvidable. En definitiva, inteligente narración en la que realidad y ficción se confunden hasta límites insospechados y que hará recobrar a muchos su fe en el cine.

He de confesar que la primera parte de Highlander pierde mucho en los sucesivos visionados, hasta el punto que solamente por su sugerente hilo argumental se sostiene como algo cercano a una película de culto. En este caso, merecedor a todas luces de encabezar las listas de las peores secuelas de la historia, se repite tanto director como protagonista, pero el guión es tan ridículo que la verguenza ajena impide apenas terminarla. Allí donde había neblinosos paisajes escoceses, solo hay un diseño de producción terrible, en el que los actores se contorsionan, hacen como declaman y pasan como pueden este evidente bache en sus carreras. En definitiva, lastimosa continuación de las andanzas de Connor McLeod en un futuro próximo en el que toda posible mitología anterior queda definitivamente aniquilada.

¿Es Robin Hood una mala película?. Hombre, si los parámetros empleados son el diseño de producción, el reparto y el empaque visual, no podemos llegar a tal conclusión, pero nada nos impide afirmar que se trata de una película innecesaria y, sobre todo, profundamente convencional. Desde el inicio de la pre-producción se nos vendió que el guión nos traería un Robin perverso y un Sheriff íntegro: no se exactamente quién se rajo en este asunto, pero al final solo tenemos un Gladiator trasladado al siglo XII inglés y plagado de tópicos. Lo malo es que nos vende este refrito con especial ritmo y la narración avanza a trompicones interrumpida de vez en cuanto con alguna escena de acción demasiado similar a Gladiator (una vez más), por lo que es dificil mantener la atención. Respecto al reparto, Crowe pone el piloto automático y solo destacaría a Mark Strong, que hace un buen papel pero poco creíble en el contexto de la película. En definitiva, rutinaria revisión del mito y que confirma la total ausencia de espíritu innovador de Ridley Scott.

Sólo dos cosas salvan este producto del abismo: Jack Black todavía no se había convertido en el lamentable imitador de sí mismo que es en la actualidad, y se respira cierto amor por el Rock en el guión. Por lo demás solamente tenemos un desarrollo convencional, algún gag descacharrante y niños, muchos niños. Como comprenderán, por muy gamberro que se quiera poner Black esto ya condiciona toda la película y al final el conjunto queda más gaseósico que otra cosa, con chistes pícaros de caca-culo-pis.

No, tranquilos que del doblaje no me olvidado: Dani Martín añade a sus múltiples cualidades, entre las que destacan el tener una cara perenne de resaca y ser un asesino de gatos (a la audición de sus discos me remito), el ser un perpetrador de doblajes infame. Me parece muy bien que la productora quiera vender más entradas poniendo al forracarpetas de moda, pero es que Jack Black no se merece que asocien su imagen al quejido lastimoso que Martín llama voz. No, en serio, si van a verla háganlo en V.O.