-¿Cómo se titula la canción que suena en esa escena de la película "El cazador"?. La escena que se desarrolla en un bar justo antes de la boda.
-Ese es un clásico de Frankie Valli (el de los Four Seasons). Se llama "Can't Take My Eyes Off You" y ha sido versionada en multitud de ocasiones tras la original de los 60.
Hablaba de la obra maestra "El cazador", dirigida por Michael Cimino en 1978 y precursora de otra obra maestra sobre la guerra de Vietnam ("Apocalypse now") con mi amigo JC, pozo de sabiduría donde los haya.
Acabábamos de ver la película en cuestión y ambos estábamos en estado de "schock".
Demasiadas emociones concentradas en tan poco tiempo. El pincipio, que nos recordaba nuestra vida como médicos rurales -sorprende cómo la globalización puede unir la vida de un peón forestal en Las Majadas (Cuenca) con la de un operario de una fundición de un pueblo de Michigan- ya nos dejó KO, pero sólo era el comienzo de una catarata de emociones y vivencias que quedaron en mi memoria para siempre.
Después de todo lo que se ha escrito sobre este magistral film, es difícil añadir algo más.
Tal vez la escena en la que Robert de Niro mira a los ojos del ciervo y acaba disparando al aire.
Si a alguien no le dió un vuelco el corazón viendo esa maravilla, es que está muerto.

Increíble film sobre lo difícil que es a veces amar del inclasificable realizador Wong Kar-Wai, que me recuerda a otras grandes obras que se han hecho sobre ese tema, como "Breve encuentro", del director británico David Lean, o "Gertrud", del danés Carl Theodor Dreyer (tras ver "In the Mood for love" no puedo dejar de recordar el diálogo entre Gertrud y Axel, donde ésta le dice: "No, no me arrepiento de nada, y mantengo lo que dije. En la vida sólo hay dos únicas cosas: la juventud y el amor; una dulzura infinita y una felicidad apacible, Axel. Un día cuando tenga un pie en la tumba, me asomaré a mi pasado y me diré a mi misma: he sufrido mucho y he cometido muchos errores, pero he amado...").
La película despierta tus sentimientos más profundos, te emociona y te hipnotiza. La fotografía, con un toque "vintage", de Christopher Doyle y Mark Li Ping-Bing te transporta a los primeros sesenta, y la magistral BSO de Michael Galasso -ayudado por las preciosas canciones de Nat King Cole- sirven para abrazar cálidamente a los amantes, el silenciosamente carismático Tony Leung Chiu Wai y la bellísima y melancólica Maggie Cheung, en su recorrido hacia lo más profundo del sentimiento más universal, junto al odio, que existe: el amor verdadero.

Ver "Gattaca" ha supuesto para mí una gratísima sorpresa.
Creo que en el film, la ciencia ficción es una disculpa para cuestionar la obsesión que se veía en la sociedad de finales del Siglo XX y principios del XXI por la excelencia, la calidad, la perfección, el crecimiento contínuo, etc. (la película es de 1997, antes de que la Gran Crisis haya desmontado toda esa falacia y nos haya dejado desnudos frente a nuestra imperfección, nuestra chapuza y nuestras miserias).
Y es que, cuando las cosas son tan disfuncionales -no hay nada más disfuncional intentar crear un mundo perfecto en esta vida llena de sorpresas y de imprevistos- acaban estallando con estrépito, como le ha pasado a nuestra muy disfuncional economía actual.
El film acaba cuando la situación particular del protagonista se resuelve -para bien o para mal, no podemos decir cómo- , pero todos presuponemos que hay más casos como el suyo y que esa aberración genético-nazi que tienen montada nuestros supuestos descendientes va a acabar como el Rosario de la Aurora, porque, como la fuerza de la naturaleza demuestra una y otra vez (la última, en el terremoto de Japón), los elementos son mucho más fuertes que el ser humano y siempre nos acaban venciendo.
Así, ver "Gattaca" no sólo es un placer para los sentidos (la luz, la BSO), sino que, además, te hace reflexionar, emocionarte e indignarte un poco más contra lo que ha pasado estos años en el Mundo.

Debería haber un género cinematográfico que se llamara "cine crepuscular", en el que cabrían obras maestras como "Sin perdón", "Million Dollar Baby" o "Gran Torino".
Sería un género dedicado a contar lo que ha sido, al cabo de muchos años, de gente legendaria como Harry el sucio (¿"Gran Torino"?) o el legendario pistolero y asesino William Munny ("Sin perdón").
Los achaques, la falta de agudeza visual o la menor movilidad hacen de estos héroes invencibles del pasado personajes tremendamente vulnerables, que tienen que sacar lo mejor de sí mismos para sobrevivir en un mundo que cada vez les viene más grande y les resulta más hostil.
A todo esto se añade la madurez que dan los años y el hecho de ver más de cerca la muerte, que hace que estos personajes tan seguros de sí mismos en el pasado empiecen a dudar de la necesidad de imponer una justicia y un orden que antes nunca cuestionaban.
En este precioso film se añade la evolución del protagonista respecto a sus prejuicios raciales que alcanza el clímax con un antológico y sorprendente final que no puedo desvelar.
Imprescindible.

Quién les iba a decir a los norteamericanos en los años treinta y cuarenta del pasado siglo que una de las cumbres del western se iba a alcanzar en una remota tierra del sur de España (Almería), en una coproducción europea (Alemania-Italia-España) y filmada por un director italiano, Sergio Leone.
Pero así fue, y el siempre inteligente Clint Eastwood lo vio venir y decidió dejar una prometedora carrera como incipiente estrella de la TV en USA para embarcarse en la aventura que le propuso Leone: una trilogía que filmarían entre 1964 y 1966 ("Por un puñado de dólares", "La muerte tenía un precio" y "El bueno, el feo y el malo") y que alcanzó su mayor expresión en este film que estamos comentando.
Los personajes se alejaban de la dualidad entre buenos y malos que solía darse en las películas del Oeste para mostrarse como supervivientes en un medio hostil en el que pretenden básicamente sacar el mayor beneficio de cada una de sus peripecias, su pasado está lleno de sombras y su presente no saben cuánto durará.
Una excepcional banda sonora de Morricone, unos secundarios de lujo, incluido el jorobado Kinski, un guión ágil e imaginativo, unas actuaciones estelares de los tres protagonistas, Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Gian María Volonté y una dirección innovadora, fresca y brillante por parte del gran Sergio Leone conforman una increíble obra coral que ha quedado para la historia del western.
Eastwood comenzó allí a crear el mito que luego ha consolidado con los años a base de grandes actuaciones y, en las últimas décadas, también de brillantísimas direcciones ("Sin perdón", una especie de homenaje al western en general y a estos films de Leone en particular, "Mystic River", "Million Dollar Baby" o "Gran Torino" dan fe de ello).