Terminé de ver esta película hace un par de días y aun me sigo preguntando cómo dos actores de la talla de Nicolas Cage y Nicole Kidman han sido capaces de llevar a cabo un film tan bochornoso y tan mal logrado como es “Trespass”. No me termina de entrar en la cabeza cómo el resultado de una producción con un nivel de reparto (en teoría) tan alto y un argumento tan sencillo de explotar como es el secuestro de una familia multimillonaria puede llegar a ser tan decepcionante.

Tampoco quiero pecar de exagerado, pero bien se podría decir que estamos ante el peor papel de Nicolas Cage en su trayectoria cinematográfica. Su personaje parece ausente a lo largo de toda la película, siempre con gesto empanado, sin gracia, sin sentimiento... dando la impresión de que el actor no tiene ganas de interpretar y simplemente se deja llevar. La que antes fuera una brillante actriz Nicole Kidman tampoco se queda muy atrás, aunque posiblemente su papel de mujer asustada dando continuamente chillidos y pidiendo clemencia cada segundo de película le ayude bastante a pasar desapercibida.

Apartando momentáneamente las horrorosas interpretaciones y analizando el resto de aspectos de la película de Joel Schumacher nos damos cuenta de que lo demás tampoco es “para tirar cohetes”. La historia es sosa e incluso en momentos se hace aburrida (son 90 minutos de largometraje y la gran parte de ellos se pasan aguantando vaciles entre nuestro protagonista y uno de los atracadores con diálogos de lo más absurdos); y eso sin contar un final tan previsible como surrealista, que parece improvisado sobre la marcha, sin ninguna meditación.

También se podría destacar la completa ausencia de realismo que al menos le hubiese puesto un poco de emoción al film; el personaje de Nicolas Cage más que un multimillonario vendedor de diamantes parece Superman: recibe puñetazos, patadas, golpes de todo tipo e incluso varios disparos mortales y aun así el tío apenas se queja y es capaz de andar y defenderse como si nada... tremendo el hombre; a su lado los superhéroes de Marvel son unos pringados de poca monta.

¿Aceptable para una tarde de sábado? Pues probablemente sí. Sin excesiva acción que nos sobresalte demasiado y con momentos tranquilos que permiten echar una cabezada de tal modo que, al despertarse, el espectador pueda continuar siguiendo la película sin ningún problema.

Hoy en día hay muchas maneras de hacer buen cine. Existen producciones que se recuerdan por su historia o por su trama, otras por su nivel de actuaciones o realismo, otras incluso por el buen uso de la tecnología actual y los efectos especiales, y otras simplemente son perfectas en su conjunto. El caso de “The Iron Lady” es bastante peculiar, pues se trata de una película biográfica que acaba “salvando los muebles” gracias a la excepcional interpretación de su actriz protagonista.

En general no me suele gustar comparar el argumento o buscar la similitud de una película con la vida real, pero tratándose de una biografía se hace prácticamente esencial dicha comparación. Muy a mi pesar (porque me esperaba mucho más nivel en una película como ésta) he de reconocer que “The Iron Lady” no se recordará precisamente por ser una de las mejores biografías llevadas al mundo del cine.

Phyllida Lloyd se toma total libertad para escenificar la vida y hazañas de una mujer que lo dio todo por mejorar la sociedad de su país, centrando excesivamente su visión en los últimos días de la vida de una gran mujer que pedía a gritos un merecido mejor homenaje que permitiera llevar a las casas de cada uno de los espectadores el verdadero significado de su sacrificio por el pueblo británico.

Aun así hay que reconocer la valía de algunos aspectos del film tales como la lograda analogía basada en la expresión “morir limpiando una taza de té”, frase pronunciada por nuestra protagonista al comienzo de la película y que encaja con la escena final de una manera soberbia; o tales como (por si aun cabía alguna duda) la brillante interpretación de Meryl Streep, única culpable de que intermitentemente veamos a la verdadera Margaret Thatcher en su máximo esplendor.

Si uno se decide por ver esta película, por su bien que no sea buscando una obra biográfica de gran calidad, pero aun así se podría decir que, en cierto modo, el film destaca a su manera y no deja un sabor de boca demasiado amargo. Haciendo referencia a esto, he de reconocer que mi valoración va dirigida íntegramente a la premiable actuación de Meryl Streep y no a la película en sí.

Habiendo sido testigo del éxito de las tres obras de arte que componen la trilogía basada en la novela de Tolkien “El Señor de los Anillos” era absolutamente impensable el perderse el estreno de una nueva trilogía que apunta de nuevo a dejar su sello bien marcado dentro del mundo del cine fantástico.

El señor Peter Jackson no se cae del pedestal que con justicia se ganó y sigue pisando fuerte y ofreciendo a su público un atisbo de esperanza de volver a ver una trilogía épica e inolvidable dentro del magistral mundo de la Tierra Media. Aventura, acción trepidante, personajes tremendamente logrados… una base que se mantiene en un nivel envidiable y que esperemos siga así en las posteriores entregas de la saga.

Lo mejor no solo es que se consigue mantener el nivel, sino que en aspectos técnicos se nota una mejora digna de los efectos especiales de hoy en día. Vemos unas criaturas y escenarios fantásticos de lo más realistas y unas peleas y batallas trepidantes de lo más efectivas. Un conjunto que hacen que merezca (y mucho) la pena el invertir tiempo y dinero en disfrutar de una producción de estas características en la gran pantalla de un cine.

Si por alguna razón puede desilusionar a algún minucioso seguidor de la saga no es más que por las elevadas expectativas con las que partía el largometraje (y quizá también por ese grado de libertad que se toma nuestro director en algunas escenas con respecto a la obra de Tolkien), algo totalmente normal si se tiene en cuenta cuáles son sus predecesoras; pero hay que tener en mente que en su día Jackson revolucionó el mundo del cine y su misión en esta producción no era otra que mantener el altísimo nivel, algo que logra sobradamente.

Un resultado final excelente que nos deja con ganas de más y con un deseo ardiente de disfrutar cuanto antes de la segunda entrega de la trilogía.

Hacía mucho tiempo que no se me aceleraba tanto el corazón con una película de suspense como ocurrió viendo el film de Andrew Traucki. Un suspense que dura 84 minutos y mantiene al espectador en una continua agonía sin apenas dar respiro entre una escena y otra y haciendo que el sentimiento de tranquilidad sea prácticamente inviable para todo aquél pendiente de la historia de nuestros protagonistas.

He de reconocer que pocas veces he estado tan sorprendido de la baja calificación de una película que, para mí, tiene todo lo que tiene que tener un thriller de terror: un realismo bestial que hace inevitable el sentirse de algún modo desprotegido aun encontrándose sentado en el cálido sillón de casa; unos actores y actrices que viven el miedo que pretenden transmitir como si realmente estuviera su vida en juego; un manejo de la cámara tremendo, difícilmente superable, que hace que la mente del espectador baraje infinidad de imágenes esperándose lo pero en cada una de ellas, incluso llegando en varias ocasiones a convertirse en un terror psicológico causado por la propia imaginación; y, por si fuera poco, una banda sonora que pone los pelos de punta en cuanto empiezan a sonar las primeras notas.

Imágenes submarinas, los cambios de sonido para meter al espectador en la piel de nuestro protagonista cada vez que se zambulle bajo el agua para observar, los momentos de silencio donde muchas veces la tensión se puede cortar con el filo de un cuchillo, la no pérdida en ningún momento de ese realismo que nos hace temblar a lo largo del film… todos ellos aspectos que aportan su granito de arena para juntos formar un thriller marino de lo más terrorífico.

Sinceramente no sé como ocurriría en la realidad (solo el pensar que ocurrió de verdad hace plantearse seriamente si meterse en el mar para darse un baño bajo el sol veraniego o permanecer a salvo en tierra firme), pero si no fue exactamente como nos cuenta “The Reef”, apuesto a que sucedió algo muy similar.

Sorpresa para bien la que me llevé con un thriller que no recomendaría bajo ningún concepto a ningún espectador con problemas de corazón; únicamente recomendable para aquéllos que les guste pasar el tiempo en continua tensión.

El mundo del cine evoluciona a pasos agigantados, mejorando día a día, escena a escena y, como no podía ser de otra manera, el género de animación no se queda atrás. Razón no les falta a todos aquellos que opinan que “Brave” se queda bastante atrás si la comparamos con grandes clásicos de Pixar como son “Toy Story” o “Up”, pero lo cierto es que, a pesar de ello, se trata de un largometraje donde se observa una apreciable evolución del género y eso es algo que siempre se ha de agradecer.

Una película donde se introducen nuevos valores morales, nuevas enseñanzas, además de nuevos fotogramas propios de la evolución tecnológica y el creciente uso del 3D; pero todo ello sin olvidarse de las características clave que se llevan repitiendo desde tiempos inmemoriales que hacen de una producción de Pixar algo inolvidable, características tales como el humor (que supone pinceladas imprescindibles en el transcurso de “Brave”, sobre todo en la primera mitad de largometraje), tales como personajes especiales, raros, cómicos, salidos de cuentas o, simplemente, fuera de lo común, que nos arrancan sonrisas en cada acción, en cada circunstancia por muy seria que parezca, y por supuesto a destacar una llamativa y vital banda sonora.

Además de todos estos aspectos más técnicos, la película resulta graciosa y muy entretenida (al fin y al cabo se trata de un largometraje de animación y es lo imprescindible), haciendo que el tiempo empleado en verla se pase volando y dejando al espectador con un buen sabor de boca y una sonrisa en la cara.

Un film cargado de enseñanza y rebeldía que encandilará por completo a los más pequeños y que no disgustará demasiado a los no tan pequeños, viendo como sus hijos/sobrinos/nietos experimentan de una manera diferente el cariño y el amor por la familia a la vez que pasan un rato tremendamente divertido.