Western que resulta pobretón de tan modesto que es.
Casi lo mejor es que acepta de entrada sus limitaciones técnicas, artísticas y del reparto.
Historia de redención por amor de un pistolero, Wade Cooper (Robertson). Otra cosa es que se enamore de una mujer casada, Nancy (Hyer), eso sí con un estólido minero que la maltrata, Clint (Corey). Hay que justificar la cosa que en el western no está bien visto el cambio de pareja así como así.
Por allí andan también los indios coyoteros, torpes y pésimamente pintarrajeados, con sus arcos y sus flechas que, más que sangrientas, resultan rumientas, oxidadas que decimos en Aragón. También un escuadrón de caballería que es incapaz de vadear una pequeña rambla cuando persigue a una banda de forajidos que está a la que cae.
Guion pasable y realización penosa, sin tensión ni drama, con personajes planos. Pobres diálogos, regular ambientación.
Banda sonora que a veces parece recordar el famoso tema de "M. El vampiro de Düsseldorf".
Muchos extras, eso sí, con buenas persecuciones y cabalgadas. Algo es algo.
Flechas sangrientas, flechas rumientas y flechas del amor. Como las de Karina.
Regular nada más. Puede entretener al aficionado al western si no tiene nada mejor a mano.

Obispo de Benevento que murió decapitado en las persecuciones de Diocleciano, San Jenaro es el patrón de los napolitanos que se muestran agradecidos por haberlos librado siempre de las erupciones del Vesubio y por el prodigio que todos los años produce de la licuación de su sangre que guardan en una ampolla. "Por desgracia, nosotros en Nápoles solo vivimos de los milagros".
Trata la cinta de las cuentas que San Jenaro arregla con un grupo de mafiosos americanos que quiere robar las joyas que sus devotos le han regalado.
Comedia italiana que recrea con elegancia los barrios napolitanos penetrados por una camorra simpática y respetuosa con las tradiciones devotas.
Lo de menos es el robo que se organiza, lo verdaderamente interesante es el ambiente popular y ruidoso que se describe, ese mundillo especial de madres, novias, colegas, padrinos, policías, ladrones ... Una fauna que recuerda un poco a nuestro "Atraco a las tres".
Algo de neorrealismo que sustituye el drama por la gracia amable. Bofetadas aparte.
Correctos tanto el guion como la realización. Excelente reparto que está a la altura de su prestigio.
Una bonita comedia italiana que recomendamos.

Ransom Stoddard, sí, "El hombre que mató a Liberty Valance". Ese abogado idealista que marcha al Oeste con su título y su placa de abogado para defender la ley en un territorio donde imperan las pistolas.
Bien pudiera ser nieto suyo este Casey Mckay (Close), un abogado especializado en retorcer el Derecho en defensa de sus poco escrupulosos clientes. Después de una racha impecable de éxitos acepta un caso imposible, defender a su ex cuñado de la acusación de asesinato, "¿De qué sirve una racha ganadora si no arriesgas?"
Y se marcha a un pequeño lugar del Texas más profundo donde sigue imperando la ley del más fuerte. Lo que no sabe el más fuerte es que Casey maneja los puños y las pistolas igual o mejor que Tom Doniphon, el primo de zumosol de Ransom.
Historia de pesquisas detectivescas y de juicios con aire de western televisivo e, incluso, de comedia.
De acuerdo, no es gran cosa, al guionista no parece importarle mucho la credibilidad de la trama, como tampoco al realizador la textura de sus personajes, pero el resultado se deja ver. Una cinta ligera, desenfadada y amena.
Está bien el personaje de Casey, una hábil mezcla de los dos grandes protagonistas de la inmortal obra de Ford.
Para pasar el rato.

Después del éxito de "Los cañones de Navarone", con la que "Tobruk" tiene varios puntos en común como los bunkers costeros erizados de gruesas piezas artilleras o el descenso en escalada de los miembros del comando encargado de acallarlas, se multiplicaron las imitaciones.
Una de ellas es la cinta que nos ocupa, en la que un comando trata de asaltar los depósitos de combustible de Rommel en su marcha hacia Suez. Es decir, que aquí no hay que acabar con unos cañones como en Navarone, sino con los bidones de los alemanes.
Una buena película bélica que recordábamos perfectamente desde los tiempos de su estreno. El reparto no tiene el carisma de Navarone, ni su banda sonora, pero resulta también entretenida y está bien hecha.
Aquí aparecen mezclados ingleses, canadienses y, sorpresa, judíos alemanes que aspiran ya a retornar a la tierra prometida avisando de sus intenciones: "¡Israel! Cualquiera que busque disturbios en el futuro sabrá donde encontrarnos".
¡Anda que no tenían las ideas claras! Y es que se estrena la película de Hiller en 1967, poco después de la Guerra de los Seis Días donde Israel se impuso a la Alianza Árabe del 5 al 10 de junio de ese mismo año.
Un guion sólido nos lleva por las arenas del desierto libio hasta el puerto de Tobruk, con abundante acción bélica en la que los alemanes, una vez más en este tipo de obras, militarmente se muestran torpes y bobos. Lo contrario de sus valientes adversarios. A falta de mujeres, unas gotas de humor y algo de intriga ponen cierto picante.
Personajes algo tópicos dentro del género bélico y correctas interpretaciones.
Espectaculares los efectos especiales de las explosiones. La mezcla pirotécnica usada produce un colorido anaranjado parecido al que también sale en los crepúsculos del desierto.
Una buena película dentro del género que disfrutarán sus aficionados y los falleros.

Nada que ver con la narración de Teófilo Gautier varias veces llevada al cine de "El capitán Fracassa", la cinta que nos ocupa está basada también en una novela casi homónima y con la que nada tiene que ver el argumento, "El capitán Fracasos". Obra de Luis García Lecha, autor de varios cientos de novelas de kiosco (Toray, Bruguera, etc.) ambientadas en el Oeste y firmadas como Clark Carrados.
O sea, un colega que nos hace mirar la película con cierta simpatía.
La historia es el enfrentamiento entre dos compañeros de promoción. El coronel O'Hara (Cobos) degradado a capitán en un consejo de guerra por el testimonio en su contra del ahora comandante Brush (Vidal).
Sus caminos vuelven a encontrarse ahora en el Fuerte San Antonio, con la bella Mary (Padovan) por el medio.
Historia convencional de ambiciones, envidias y celos, con el consabido jefe indio prudente que tiene un hijo descerebrado e, incluso, un desaprensivo traficante de armas que se va de rositas al final.
Correcto guion y realización con mucha acción pero muy descuidada. Los ataques de los indios al fuerte resultan ridículos por su simpleza. Algo se salvan los personajes y los paisajes madrileños que sirven de fondo.
También la música que incluye una marcha marchosa y pegadiza que se repite a cada paso.
En cuanto a interpretaciones se salva Cobos, Blanco y poco más. Algunas penosas.
Western regular que vemos con simpatía sabedores que está basado en una novelita del Oeste de las de bolsillo. Nuestra especialidad.