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Críticas de Francisco Javier Millan
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
5
6 de agosto de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi no nos damos cuenta, pero 2014 es el primer año (desde hace mucho tiempo) que no tenemos un estreno de Pixar. La productora de John Lasseter ha preferido por diferentes razones esperar hasta la temporada que viene para estrenar un nuevo título completamente original.
Mientras tanto los niños y los aficionados al cine de animación nos tenemos que aguantar con un tipo de película menor, pero no por ello descartable.
Lo único que me molesta de este regreso de Dusty es la celeridad con la que se ha afrontado esta secuela, cuya primera parte se estrenaba entre nosotros hace tan solo un año.
Y aunque temía esperar un resultado mediocre, más propio de la Disney televisiva, nos encontramos con un producto decente, ideal para ir con niños y sin demasiadas pretensiones.
No es una mala película, tan solo es una propuesta menor de una compañía acostumbrada a explotar todas y cada una de las líneas de negocio de sus productos. Y aquí están más pendiente en vender aviones de juguete que en hacer un cine de animación sorprendente.
Al menos se han esforzado en encontrar una historia diferente y alejada del mundo de las carreras. Pero sin olvidar por el camino, los ideales de superación que siempre han estado presentes en este universo donde los vehículos, trenes y aviones tienen vida propia.
Lo mejor de la cinta es descubrir como los creativos de Disney crean un mundo basado en estos personajes. Los planos del parque nacional son espectaculares, y eso que estamos ante un tipo de animación inferior.
Es un cine que no busca descaradamente al cine adulto, sino que tiene sus miras en el público infantil. Aunque los mayores tampoco saldrán insatisfechos.
Francisco Javier Millan
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5
7 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller con el marco tecnológico y económico actual, aunque con ciertos elementos de futuro cercano en lo referente al uso de los teléfonos móviles en un mundo globalizado.
No deja de ser un mero entretenimiento funcional repleto de tópicos intrascendentes, cuyo único atractivo reside en reencontrarse con Harrison Ford y con un enorme (como siempre) Gary Oldman, que vuelve a activar el modo villano tras interpretar personajes más heroicos.
Cada vez que Oldman aparece, la película sube enteros, y aunque el duelo interpretativo con Ford se ve un tanto diluido, nos hace disfrutar con bastante plenitud de su despiadado hombre de negocios.
La película nos habla de dinero y de la línea que existe entre el mundo de los ejecutivos y el resto de la población, en una sociedad como la estadounidense donde una de sus mayores lacras es el problema sanitario y social.
El sueño americano de toda la vida pero tirado por los suelos, en un título irrelevante que se ve con agrado y con un buen arranque, pero con bastantes lagunas y tiempos muertos en su tramo intermedio.
Eso sí, produce bastante terror como unos pocos quieren controlar nuestras vidas y nuestra ubicación, gracias a esos dispositivos que llevamos en nuestros bolsillos. Y como el sector de los smartphones y las redes sociales provocan una despersonalización de nuestra sociedad actual y una ruptura completa de todo atisbo de confidencialidad y privacidad.
Pero toda esta reflexión se queda en segundo e incluso tercer plano, ya que no esperéis una película profunda y ni mucho menos un torbellino como el de “El lobo de Wall Street”, sino más bien un thriller “directo a videoclub” con grandes actores secundarios.
Pasará merecidamente desapercibida.
Francisco Javier Millan
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8
16 de diciembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El regreso a la Tierra Media, tras un año larguísimo de espera, se salda con una película mucho más oscura y repleta de acción que su predecesora, y abandonando en parte, ese aire de cuento que presentaba su arranque, y que tantas críticas negativas había despertado entre algunos.
Peter Jackson y su equipo han ido al grano, sin detenerse en largos diálogos o presentaciones, logrando que el espectador tenga la sensación de estar en el interior de una vertiginosa montaña rusa. La diversión es patente, pero también poner el freno en alguna ocasión no hubiera venido mal. Uno de los grandes valores de la anterior y de la trilogía del anillo, era la vinculación emocional que llegabas a tener con muchos de los personajes. Algo que a tanta velocidad es difícil de conseguir.
La primera hora de esta segunda parte es extraordinaria, teniendo hueco incluso para una prodigiosa escena (la de los barriles) digna del mejor “slapstick” y heredada en parte a lo ya visto en “El secreto del Unicornio”.
La llegada del grupo a ese extraordinario escenario de la ciudad sobre el lago, hace que la trama se estanque, para luego retomarla con igual o mayor fuerza cuando nos adentramos en el interior de la montaña. Un clímax más que alargado, pero que sabe mantener la atención en todo momento.
Martin Freeman, que adquiere un menor protagonismo ante tanto reparto coral, se desenvuelve mucho mejor en el papel de Bilbo, mostrando sus verdaderas armas interpretativas en la escena arácnida y en el enfrentamiento con Smaug, que irónicamente le pone la voz (y la gesticulación) su compañero de reparto en la serie “Sherlock”.
No voy a entrar en aspectos de si se parece o no a la obra original, lo que sí que está claro, es que Jackson adora el universo de Tolkien, y en su desmesurado afán, está intentado enlazar con bastante perfección ambas trilogías, algo que la novela primigenia no lograba, al tener un tono muy diferente a la de la trilogía del anillo.
Si se inventa o no personajes o situaciones por el camino, me es bastante indiferente, siempre he dicho que la Tierra Media y sus aventuras se podrían continuar sin tener como base una novela. Y es posible que con el tiempo ocurra.
El entretenimiento está servido, es una gran película de aventuras, pero con excesivo desapego emocional. Pero si me quejaba hace unas semanas del final abrupto de “Los juegos del hambre”, más de uno, arrancará la butaca de enfrente cuando aparezcan los títulos de crédito en la pantalla.
Ahora solo toca esperar un año más.
Francisco Javier Millan
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8
17 de octubre de 2014
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lasse Hallström es de esos directores que consigue una empatía especial con los espectadores. Un artesano del drama sentimental que tras probar suerte en el thriller nórdico con “El hipnotista” y con la nada desdeñable adaptación del universo de Nicholas Sparks en “Un lugar donde refugiarse”, regresa al cine que tantos éxitos le ha cosechado. Una marca tan especial que provoca que cualquier tipo de conflicto entre personajes termine siendo solucionado de la manera más mágica posible. No es descabellado afirmar que Hallström está muy cercano al estilo de Frank Capra.
Se hacía esperar una colaboración entre el director sueco y Steven Spielberg, que aquí actúa como productor ejecutivo. Ambos comparten una visión muy similar del mundo y del cine. Además de ser grandes soñadores y defensores de las emociones y el lado bueno de las cosas en tiempos complicados.
En esta ocasión muchos encontrarán una relación temática con “Chocolat”, aunque desprovista de esa marcada sensación onírica que dominaba el relato. Y eso que el pueblo francés está fotografiado con una dulzura que te abraza desde los primeros fotogramas en los que aparece. Aquellos que os hayáis perdido por los pueblos interiores de Francia vais a reconocer sensaciones desde el primer momento.
La película resulta un choque entre la cultura culinaria francesa (obsesionada por el diseño en detrimento del apetito) y la cocina hindú (provista de una explosión de olores y sabores). De todo ello radica el conflicto entre dos actores de sobrada eficacia como son Helen Mirren y Om Puri.
La trama discurre por derroteros comunes pero bien ensamblados, teniendo como protagonista de la misma a un inesperado joven con unas capacidades extraordinarias como chef. Es una película para degustar tranquilamente, con una moraleja final que nos habla de nuestros éxitos y fracasos y del reencuentro con nuestros orígenes.
Y a destacar la banda sonora de A.R. Rahman, con una partitura indispensable para todos aquellos que gusten de la buena música como canalizadora de sentimientos.
Francisco Javier Millan
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3
24 de marzo de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé muy bien exactamente a qué se debe, quizás por la crisis o por estos tiempos cínicos que vivimos, pero me da la sensación de que el cine fantástico experimenta una corriente a la que podríamos llamar “feísmo”; un concepto que también se ha adueñado de la publicidad y de algunos formatos televisivos. Este síntoma lo podemos encontrar en títulos como éste, “Swiss Army Man”, “The Babadook”, y muchos otros, curiosamente, además, premiados y alabados hasta el exceso en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.
Algunos han querido ver en Julia Ducournau, su directora, una especie de gran creadora. Una cineasta a contracorriente que abre nuevos lenguajes, hacia la que parece ser la película de terror de la década. Y digo yo, en qué punto me he perdido.
El film sigue las andanzas de Justine, una joven de 16 años que abandona su zona de confort para estudiar veterinaria en una facultad rancia, dominada por una serie de veteranos descerebrados entre los que se encuentra su hermana. Sin duda el principio es prometedor, gracias al uso de esa lacra social de las novatadas y de un inquietante manejo de la atmosfera que, lamentablemente, termina desinflándose.
La historia pretende con su simbolismo y con una serie de escenas descarnadas introducirnos en la mente de la adolescente. La idea es mostrarnos su paso a la vida adulta, estableciendo lazos de unión entre la carne, el sexo y la muerte. Todo ello aderezado con supuestas imágenes que han mareado a más de uno en las salas. Puro marketing barato para provocar la polémica como reclamo en taquilla.
Una vez mostradas las cartas la película se hunde. Su directora es incapaz de ir más allá de su simbolismo barato, desconectando por completo del espectador y más, cuando uno descubre, su absoluta falta de ritmo narrativo. La guinda se completa al comprobar la torpeza a la hora de cerrar el círculo, queriendo hacer uso de un final inesperado, que más que producir sorpresa, provoca alivio al ver que por fin hemos acabado.
En definitiva una cinta fea, con una música machacante y con unos personajes con empatía cero. En los años 70 Brian DePalma logró introducirnos con "Carrie" en una temática similar, pero con mucha más elegancia. Esa sí que era una película de terror a conciencia. El resto, moderneces que acabaran en el olvido, que solo sirven para alimentar la desorientación que viven los festivales de género desde hace años.
Francisco Javier Millan
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