Christopher Nolan no es santo de mi devoción, paso sin vacilar de su filmografía. Interstellar es una película que mucha gente dice haber visto más veces de las que se cuentan con una mano. Yo había llegado a inspeccionar el trailer sin que me embargara ningún interés.

Pero en estos días, como quien no quiere la cosa, me puse a verla. El resultado no mejoró en nada mi estima hacia este director, antes bien al contrario. Quienes han denostado el film lo han hecho con sobrados fundamentos, no hace falta insistir en esa dirección. Para el género ciencia ficción la película no hace ningún aporte porque es más bien delirante en sus planteos, y su supuesta base científica no se sostiene de ninguna manera. La ciencia ficción buena hace planteos racionales, si no probables al menos posibles, no contradice las leyes de la ciencia; se proyecta en el sentido de lo imaginable, no postula absurdos. Y es por eso mismo que sus grandes cultores literarios suelen devenir en visionarios, habiéndose adelantado muchas veces a lo que el curso del tiempo terminó plasmando en realidades. Ésa es la verdadera ciencia ficción, cultivada con gran suceso en el cine de todos los tiempos, desde Metrópolis hasta 2001, desde Star Wars hasta Matrix, desde 1984 hasta Contact, pasando por infinidad de títulos gloriosos. Un cine no sólo fascinante sino de alcance filosófico, de un valor profético siempre vigente, de peso cultural, de advertencia hacia los peligros que siempre depara el futuro.

Yo no creo que la fantasía fraguada por los Nolan esté ni remotamente a la altura de los grandes exponentes de la ciencia ficción. No es producto del genio sino de la especulación, no nace de inquietudes profundas sino de cálculos, de afanes empresariales. Y ni siquiera refleja un esfuerzo serio en el sentido de la honestidad intelectual y la pretensión científica. Por eso esta película es un mero producto comercial, no es arte, ni siquiera es buen cine.

No se me escapa que el film ha fascinado a un amplio público, y aquí puede estar su única virtud, en esta suerte de prestidigitación que por supuesto depende de un espectador entregado a la aquiescencia, dispuesto a no examinar demasiado las cosas y a dejarse llevar por la ilusión. Aparte de eso no veo yo más que un producto esencialmente comercial, francamente efectista, torpemente pretencioso y escandalosamente deficitario en su ejercicio de ciencia especulativa.

Por cierto, si la humanidad deberá en un futuro debatirse entre la extinción y la supervivencia en un escenario de catástrofe ambiental, no creo que nadie vaya a perder tiempo en considerar las ideas astronómicas de Nolan.

Esta película de Alan Parker tiene el mérito de dejar al espectador de primer visionado entre impactado y perplejo, con la impresión de haber visto algo significativo. A mí también me pasó, años ha. Y en estos días he vuelto a verla, entre otras cosas porque este 2023, me parece, anduvo flojísimo en materia de estrenos potables. Abrigaba incluso alguna expectativa.

Pero no. La verdad es que resultó decepcionante. Más allá de sus formas, de su gran porte visual, del clima tenso que consigue transmitir por momentos, del pintoresquismo de sus paisajes y de la parafernalia simbólico-religiosa asociada a su trama... la historia se nos desinfla en las manos. El tema fáustico es siempre interesante, pero lo que se nos muestra a lo largo de la mayoría del metraje no tiene mucha enjundia: en una palabra, vemos a Mickey Rourke en plan Odiseo, viajando de aquí para allá buscando un fantasma y siendo echado a patadas de todos lados. Da la impresión de que el director se regodea presentándonos una y otra vez al pobre tipo metiéndose en tugurios tenebrosos sin encontrar nunca nada y resultando siempre corrido con cajas destempladas -hasta le echan un pitbull, vamos. Esta clase de escenas consumen el grueso del tiempo. Y en lo poco que queda la cosa se resuelve a los apurones sin que pueda uno enterarse mucho de nada.

Termina siendo un film muy irregular, visualmente atractivo pero paupérrimo en materia de narración y desarrollo de personajes (el de Charlotte Rampling, por ejemplo, pieza clave en la historia y sin embargo de transcurso fugaz, terriblemente desaprovechado).

Podría haber resultado un producto muy otro si el director hubiera apostado por sondear más el alma y la historia de los personajes en vez de cebarse en lo anecdótico. Una pena. Queda una película que puede verse y permitir algún debate sobre sus peculiaridades fílmicas y algunas extravagancias en las que se prodiga pero, desafortunadamente, no mucho más.

Tenía a Nicolas Roeg de Don't Look Now (Venecia Rojo Shocking), que considero su mejor película, y Bad Timming.

Walkabout es un trabajo suyo de 1971. Película de las no convencionales, más bien una alegoría sobre la difícil relación del hombre con la naturaleza. Hace algún tiempo vi Long Weekend (Colin Eggleston, 1978), un film análogo y de la misma temática. Me gustó mucho. Y la experiencia con Walkabout no le fue en zaga. Es un film visualmente espléndido, y tan inquietante en su mensaje como el otro. La estructura circular de su historia habla claramente de la premisa simbólica que lo rige, y debe apreciarse un poco a la manera de un relato mitológico.

En ambos casos la crítica hacia el hombre que se ha apartado de la naturaleza es bien clara.

Había visto muy poco de Buñuel. Había oído más. Lugares comunes, claro. Hay muy poca gente en el mundo que tiene opiniones verdaderamente propias, que se anima a tenerlas. El Ángel Exterminador era uno de esos títulos tremebundos que pronto se instilaron como un deber ineludible en algún momento. Y ese momento llegó. Así que estoy ahora en condiciones de compartir, más que una crítica, una opinión, una simple opinión, pero propia.

La película me aburrió rápidamente. No tanto porque tuviera cierta noticia de su tema sino por la factura misma del film. Casi se podría ver de la misma manera si fuese muda, porque el guión no existe. Los personajes no existen, son como meras letras en una ecuación algebraica. No son reales: son burgueses, son proletarios, carecen de historia personal. Tal vez esto es mero realismo, después de todo. Lo que nos deja entonces la tarea tediosa, agobiante, muy poco grata de esperar que se dibuje y complete lo único que contiene este film: su alegoría. Pero el relleno es intrascendente. La historia, la trama, brilla por su ausencia. Y esto, a mi humilde entender, no es cine. Será "arte", como algunos lo llaman; será surrealismo, marxismo, crítica social o lo que fuere. Convenido. Pero como película no me ha llegado ni interesado. Para mi gusto una buena historia vale más que mil alegorías.

Deberé probar con otras, quizás Viridiana. Todavía no he encontrado al legendario Luis Buñuel.

Es bien difícil escoger un epíteto -si sólo tuviese que ser uno- para resumir de alguna manera la impresión que deja el visionado de 12 Angry Men. También podría ser "rompedora". Las expresiones más comunes no me resultan en este caso. Ni redundaré en loas innecesarias, pero escribir una crítica me parecía obligado; así que dejaré una impresión en spoiler.