Basada en una serie de populares tiras cómicas, la película que nos ocupa narra cómo las alumnas de un internado en el que reina la anarquía se ven obligadas a idear un plan para recaudar dinero y que éste no sea cerrado. Entre sus protagonista nos encontramos con Colin Firth, Rupert Everett (en un doble papel, uno de ellos como directora) y Emma Arterton (hipersexy con su corte de pelo y su uniforme escolar).

Lamentablemente, la cinta de no sirve ni como comedieta juvenil de usar y tirar. Y no lo hace porque resulta terriblemente anodina, porque a sus jóvenes protagonistas (Gemma Artenton sería la excepción que confirma la regla) les falta carisma y por sus poco afortunados gags. Mención especial merece un Rupert Everett pasadísimo de rosca. Decir que sobreactúa es quedarse corto, muy corto.

Crueles intenciones 2 es una secuela (una precuela en realidad) de saldo de la exitosa película que unos años antes habían protagonizado Ryan Phillippe, Sarah Michelle Gellar y Reese Whiterspoon. Y lo es porque se nota que sus medios son limitados, por su repetición de esquemas y porque ninguno de los actores antes mencionados acabó participando en ella. Curiosamente, quien sí repitió fue su director: Roger Kumble.

La historia gira en torno a Sebastian Valmont (Robin Dunne) y nos muestra cómo éste acabó convirtiéndose en el joven cínico al que dio vida Ryan Phillippe en la anterior entrega.

Imagino la cara de pasmo que se les debió quedar a los pobres incautos que esperando reencontrarse con los actores de la primera parte descubrieron cómo éstos habían sido sustituidos por otros mucho menos carismáticos. El tono jocoso también quedó reducido a varios desnudos gratuitos y alguna que otra palabra malsonante. ¡Menudo timo!

¿Se puede sostener una película cuya acción transcurre en un coche pilotado por un fugitivo (Charlie Sheen) y su rehén (Kristy Swanson)? Pues depende. Depende de cómo el director afronte la situación (en esta cado de manera francamente torpe), del carisma de sus intérpretes (Swanson no da el pego como joven rica y repipi, mientas que Sheen simplemente se dedica a poner cara de circunstancias) y de sus diálogos (los que nos ocupan pecan de repetitivos e insustanciales).

Y es que otras películas con un campo de acción bastante más reducido, a la cabeza me vienen, cintas como Última llamada (Phone Booth) o la excelente Enterrado (Buried), han sabido convertir lo que podría ser un inconveniente en toda una virtud. Con la poli en los talones no lo consigue. No sólo no lo consigue, sino que además acaba resultando terriblemente aburrida y monótona.

No sé qué esperaba de esta película. Tal vez un melodrama costumbrista o tal vez una comedia picaresca de enredo. Pero al final ha resultado no ser ni una cosa ni la otra. Además, me ha decepcionado un poco. Y eso que no esperaba gran cosa de ella…

El protagonista de la cinta es Gianni (Gianni Di Gregorio), un hombre jubilado y dedicado a ayudar en las tareas cotidianas a las mujeres que le rodean. Un hombre que pronto comienza a añorar una vida algo más activa y aventurera.

Pero esta cinta no es nada aventurera. Tampoco especialmente activa. Es un simple melodrama. Un melodrama inocuo y un tanto insulso. Un melodrama que se ve con agrado pero no aporta gran cosa.

Pocas cosas puede haber en esta vida tan terribles como el perder a un hijo. Sobre tan delicado tema trata este estupendo drama protagonizado por Nicole Kidman y Aaron Eckhart, quienes dan vida a un matrimonio que intenta sobreponerse a tan trágica situación. El director es John Cameron Mitchell, el mismo que hace unos años sorprendió a propios y extraños con la igualmente fantástica Hedwig and the Angry Inch.

Kidman fue nominada al Oscar por su labor en esta cinta. No me extraña, ya que su soberbia labor, así como la de Eckhart, es uno de los grandes alicientes que nos depara este pequeño pero notabilísimo largometraje. Su contención (en otras manos estaríamos hablando de un drama falsamente lacrimógeno y convencional) también entraría dentro de sus virtudes. Estamos, pues, ante un melodrama que vale muy mucho la pena y que mereció mayor repercusión de la que tuvo.