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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Críticas de Donald Rumsfeld
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Críticas 80
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
20 de agosto de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Crítica de las dos primeras temporadas)

En Las Afinidades Electivas, uno de los personajes le comenta a un amigo lo inteligente que parece una mujer a la que acaban de conocer. <<Pero si no ha abierto la boca>>, le responde el amigo. En esas dos pequeñas líneas ya está sintetizada toda la novela: la inteligencia (entendimiento) con frecuencia no es más que un lacayo de los instintos (voluntad), especialmente cuando se trata de temas del corazón. Como quería que ella le gustara, él fue capaz de distorsionar la situación hasta el punto de sentir lo que era imposible observar.

Los personajes de The Affair no toman sus decisiones siguiendo las indicaciones de ninguna hipotética voz de la razón. Las toman a pesar de ella. La escuchan, sí, saben que van ser decisiones dolorosas, sí, pero en un nivel inconsciente ya han tomado la decisión mucho antes de notificárselo a ellos mismos. Y las dudas de después no son más que paripé. Son decisiones incomprensibles e inapelables. No sabes por qué lo quieres pero lo quieres y punto. Como los sentimientos que las engendran. ¿Por qué Helen, seguirá, a pesar de todo, queriendo a Noah? En realidad, llegado un punto, no se puede escoger o, en el mejor de los casos, el ámbito de elección ha quedado muy limitado. Una vez que ciertos sentimientos desencadenan ciertos procesos todo lo que va suceder después, salvo accidente, será sólo un epílogo. Como nuestra propia sociedad.

Obviamente, en esta serie no hay maniqueísmos que valgan. Es una serie adulta. Y Noah, por tanto y como adulto que es, sólo es imbécil la mayor parte del tiempo posible. Sobre todo cuando habla. Al igual que la mayor parte de los restantes personajes, que si bien no llegan a un nivel Noah, también tienen su cosa. Además, entendámosle un poco, mirad a la señora Wilson. La frágil brutalidad de sus ojos y la tosca dulzura de sus movimientos bastan para noquear a cualquiera. Además, cuando conoces al personaje te das cuenta de que es absolutamente maravillosa. Una de esas mujeres que nunca estarán de moda. Noah, evidentemente, no le llega ni a la suela de las playeras.

La relación entre ambos (pero esto aplica a todos los personajes y a la mayor parte de las personas) solo funciona gracias el autoengaño, la ilusión y la omisión. Y para cuando los velos caen y la razón, casi por accidente y desde luego por la fuerza, hace acto de presencia, el compromiso es tan profundo que no es posible rectificar. La misma rectificación es ya inimaginable.

No es tan solo que nuestros recuerdos estén gravemente distorsionados para hacerlos cuadrar con las fantasías que nos hemos construido; es que la misma percepción de los acontecimientos también está profundamente sesgada por las expectativas y deseos de sus observadores/partícipes. Por lo tanto, nada es Real en sí mismo. Todo es máscara y representación. No existe el conocimiento puro. Lo más cerca que podemos estar de la verdad, de lo que pasó o está pasando ahora mismo, nunca será algo más que un conjunto de probabilidades. La seguridad absoluta no existe y eso definitivamente parece molestar mucho a Noah y, de paso, le da un punto entrañable.

La tesis central de la serie es que si no fuera gracias a esa distorsión, al engaño, a las medias verdades o a esas fantasías que incorporamos a lo “real”, no sería posible el amor y posiblemente ni siquiera la convivencia (Nietzsche, mientras exaltaba a Dionisio, decía exactamente lo mismo respecto al arte, y Noah dice lo mismo respecto a su libro). La búsqueda de la verdad acaba por corroer los velos del misterio. Luego, claro, resulta que detrás hay otro velo y debajo una tortuga; pero al menos en un primer instante la verdad es incompatible con el esquema que los personajes ya tenían construidos. Ver caer el esquema de sus vidas, ver como se derrumban aquellas cosas que daban por seguras y no lo eran en absoluto, es, claro, una experiencia desoladora. No es necesario ahondar en ello.

The Affair es drama y casi nunca lo hace más de lo necesario. Aunque no por ello de tregua; sus interludios, no precisamente cómicos (aunque te puedas reír), sólo sirven para azuzar con más fuerza el látigo del destino sobre las espaldas, emocionalmente muy castigadas, de sus burgueses personajes. Que son 4 y que tienen una profundidad psicológica que entronca directamente con lo mejor (lo mejor) de Bergman. Con algún pequeño desliz melodramático que ustedes sabrán perdonar y algunas exageraciones y casualidades más difíciles de tragar. Su envoltorio de thriller, apenas unas pocas y astutas pinceladas, es sólo la escusa para revelar los complejos mecanismos que hay detrás de cada decisión, la importancia que puede tener una sola palabra en el momento exacto, los significados casi arqueológicos que pueden agazaparse detrás de un pequeño gesto. Es un thriller realista, coherente y costumbrista. No hay un solo polvo en la serie (y hay un montón) que no tenga un sentido argumental, narrativo. Es más, a veces, un significado profundamente dramático. Hay polvos que incluso transmiten amor.
Donald Rumsfeld
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3
18 de junio de 2018
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo sé, el objetivo que nos marcamos fue muy ambicioso. No queríamos hacer otra estúpida película de superhéroes. Queríamos que además fuera tan perversamente racista que nadie se diera cuenta. Queríamos hacer una peli racista interpretada casi exclusivamente por negros y que ni uno sólo de ellos sospechara nada raro. Queríamos fundirnos 200 millones de dólares en una película tan obvia y estúpidamente racista que incluso los negros tendrían que aplaudir. Ese era nuestro objetivo. Para eso trabajamos.

Y lo hemos conseguido.

Es cierto que superar las cotas de estupidez que nos preceden fue una labor titánica. Como sacar a personajes con disfraces ridículos que arreglan el mundo a base de hostias digitales es un terreno abonado para la tontería, decidimos que había que poner un plus que satisficiera incluso al espectador menos avezado. No sólo iba ser racista, iba a ser fea, mal rodada y pobremente interpretada. Nos íbamos a gastar 200 millones sin imaginar absolutamente nada plausible. Los dos conceptos más importantes a la hora desarrollarla fueron control c y control v.

Piensa en Wakanda. La nación más avanzada del mundo es una especie de monarquía becerril en donde el rey electo (sí: el rey-electo) nombra a los cargos mediante dedazos. (Por cierto, la ministra de i+d+i es su hermana, la cual, a pesar de no contar con más de 25 años, ya tiene en su currículum importantes avances en el campo de la levitación magnética).

Podrían haber tenido una especie de organización social acorde a su desarrollo. O algo. Pero qué va. El debate, el diálogo, la exposición de argumentos, todo ello hubiera sido demasiado civilizado. Por el contrario, en la nación técnicamente más avanzada cinco familias se comen todo el pastel. Y esta realeza se puede alternar en el poder bajando a un ring (con una croma de una cascada que nada tiene que envidiar al típico cuadro del restaurante chino) a darse de hostias. A ver, ¿los ves en algún momento pensado, debatiendo, escuchando, sopesando cual es el mejor cauce a seguir para dirigir correctamente a la nación wakandiana? No, allí para elegir al líder dos tíos de la realeza bajan al río y ven quién es el más salvaje, el que pega más fuerte. Ríete del mérito y la capacidad. Nuestro mensaje implícito: eso es lo que pasa cuando los dejas sueltos y sin vigilancia; son incapaces de razonar.

Y eso sólo es el principio. Su macho alfa más poderoso es un tío que lleva un traje chetado diseñado por algún tipo de algoritmo random que te hace sangrar los ojos. Sin el traje no vale nada y además tampoco se entera de mucho. Para que te hagas la idea: el tipo decide montar una misión internacional para recuperar un pedacito de metal. Pero para conseguir ese pedazo se deja en el camino un coche entero de ese mismo metal. Qué más da.

Esa sociedad que el preside ha declinado compartir sus avances con resto de la humanidad. Ha decidido permanecer completamente al margen de cualquier conflicto o problema mundial. Hasta ahora, siempre habían sabido mirar hacia otra parte y lavarse las manos. En definitiva, forman un grupo frente al cual ninguna persona podría empatizar. Allí, solo se puede pertenecer al clan cuando se pertenece a la estirpe adecuada. Gobernar si se tiene la sangre adecuada. Allí, a los blancos se les silencia mediante gruñidos sin ninguna razón en especial. No pasa nada. Nadie lleva la cuenta.

En efecto. Las escenas de acción, los efectos especiales y el sonido de la película son malos a hierro. Los hicimos expresamente así. Queríamos hacer una película totalmente vulgar y exenta de matices. Blanca o negra. Obviamente, la planificación de las escenas de acción fue ninguna y la iluminación fue concebida para que no quedara duda alguna de que todos los fondos eran cromas. Sinceramente, no encontramos manera de hacer más falsas las peleas. Clavamos veinte centímetros de lanza en el pecho de un ser humano y ni siquiera sangraba. Es más, acto seguido lo pusimos a repartir leña.

Y a ver. Hasta ahora, con todo la susceptibilidad que hay respecto a determinados temas, ¿has oído que alguien se haya dado cuenta de las risas que nos hemos echado a costa de la comunidad? Nada. Ni siquiera Spike Lee. Hay incluso quienes afirman que esta película es algo así como comprometida. Imagina hasta que punto distorsionan. Se creen que poner muchos negros en una superproducción equivale a compromiso, independientemente de qué sea lo que se muestra en esa pantalla. Pero la película no habla más que de una lucha interna por el poder en la que los blancos no son más colonizadores o invitados ocasionales. Cuando Wakanda decide intervenir lo hace sólo en el gueto. Y lo hacen solos. O con la ayuda de Ironman...

Pero me estoy adelantando…en cualquier caso, es de prever que el gobierno estadounidense se muestre completamente dispuesto a aceptar la ayuda humanitaria del régimen wakandiano, un país tercermundista, porque así también podremos presumir de ser el primer país cuartomundista y además sólo estaremos a un escalón de ser quintomundistas, como los ingleses. Por supuesto, no hemos querido descartar que Somalía o Chad comiencen a hacer lo propio en el ámbito de la UE. Todo eso, junto con una vista del CGI de Iroman a una croma de Compton para firmar autógrafos en donde vamos a renderizar hasta el bolígrafo, nos lo reservamos para la siguiente. Otros 200 millones. Imagínate las risas.
Donald Rumsfeld
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10
1 de mayo de 2018
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este análisis va a ser un spoiler integral de la trama y el significado de la película, y sólo de la película, pero, antes de empezar, permitidme una reflexión respecto a la forma de la misma.

Para poder apreciar una obra en su justa medida ésta debe ser apreciada de la manera más fiel posible. Además, la obra debe ser apreciada no sólo en un espacio adecuado sino también en un momento apropiado. La calma es aquí esencial. Así que, por favor, que nadie se acerque a ella con la intención de consumirla (de evadirse, de pasar el rato, de matar el tiempo, de no pensar…) es imposible disfrutarla si se va con esa predisposición. 2001 es una película extremadamente pausada, y esa pausa obedece a la intención de ser lo más verosímil posible, de permitir que el espectador contextualice perfectamente lo que está sucediendo, de hacerle sentir, por ejemplo, cómo sería viajar por el espacio. Es una pausa que en sí misma tiene un doble nivel: por un lado permite dotar de realismo a las escenas, de colmarlas de detalles que hagan plausible cuanto vemos, y por el otro nos da el tiempo suficiente como para interpretar esa misma narración. Y es que en 2001 la narración se realiza a través del significado de las imágenes, sin apenas palabras. En ella, cada escena tiene un sentido muy definido (y por lo general muy explícito), pero nos corresponde a nosotros descifrarlo.

Si ya la has visto y te has quedado con dudas a lo mejor este análisis puede ayudarte un poquito.

Los seres humanos somos una creación de la Naturaleza. Descendemos del mono. Desde el principio vivíamos en grupos y había una búsqueda de recursos de la que derivaban conflictos entre nosotros mismos y con otras especies. Entonces apareció un monolito. Y era diferente de todo lo demás: pulido, esbelto, proporcionado. No había nada igual en la naturaleza. Eso llamó mucho la atención de nuestros abuelos. Adivinaron que detrás de esa Forma había algo más. Quizá fuera la geometría, la matemática de su diseño, lo que tanto les atrajo. Seguramente, aunque aún no supieran algebra, ya podían percibir algo de todo eso al contemplar su densa oscuridad. Era justo eso que aún no sabían pero que estaban deseando averiguar: La curiosidad fue (es) la semilla del conocimiento. Al observar aquel extraño artefacto comenzaron a entender que las formas de las cosas podían tener una utilidad, y quizá también un propósito. Luego, uno de nuestros abuelos, mientras contemplaba un hueso comenzó a Imaginar algunas cosas que podría hacer con él. Entonces comprendió. Y una sensación de Poder le invadió porque ahora eran serían ellos los que dominarían. Porque habían visto la Ley: la causa y el efecto. Porque se había asomado al futuro… como rápidamente comprendieron sus incautos vecinos. Sí, una dieta rica en proteínas era justo lo que el cerebro necesitaba para empezar a soportar mayor voltaje e intensidad. Para Poder Imaginar de verdad. Para Imaginar la Verdad. Qué se fueran preparando. Iban a exterminarlos a todos. Uno a uno. Ese charco era Suyo.

En el universo nada está quieto. Todo vuela, gira, orbita. Es una coreografía de planetas, satélites e incontables estrellas. Desde nuestra perspectiva todo fluye, nada permanece. Pero muchos millones de años después la misma Matemática que tanto llamó la atención de nuestros antepasados (aunque entonces ellos no sabían qué era eso de las matemáticas) nos ha permitido (re)encontrar el monolito en la Luna tras localizar su campo magnético. Nuestro volumen cerebral se ha multiplicado por 3 pero seguimos peleando por los recursos. Aunque ahora lo hacemos de otra manera. El hueso se ha transformado en un satélite y los monos del principio, aquellos que vivían en medio de la naturaleza, ahora llevan trajes, beben zumos envasados y se enfrentan mediante la diplomacia. La Información, el conocimiento, es ahora el Poder. En una reunión a puerta cerrada altos mandos estadounidenses deciden mantenerlo todo en secreto. Para lo cual no dudan en difundir información falsa.

Caminamos por la Luna enfundados en trajes espaciales que nos aíslan del vacío. El monolito sigue siendo el mismo. Hay algo místico en él: La certidumbre de lo desconocido, de lo incompresible, de una tecnología tan avanzada que podría ser divina (qué seríamos nosotros para sus creadores sino mascotas). Rozamos su superficie con la funda de nuestros guantes, como nuestros abuelos, no podemos evitarlo. Por supuesto, la foto que no falte. Entonces algo se activa en su interior.

La vida durante un viaje espacial no es emocionante. Básicamente consiste en viajar de un punto a otro en medio de la más absoluta oscuridad. Es una prueba de fortaleza mental. Moverse día tras día a través del gélido vacío en una cascara de nuez que nunca podrá estar preparada para ningún imprevisto. Es agobiante, anodino, claustrofóbico. Es el hámster dando vueltas en su carrusel.

La especie humana, a menos que encuentre una manera de sortear los límites de la Relatividad, no está preparada para viajar por el Espacio: sus distancias, su oscuridad, sus peligros, su enfermizo vacío. Allí, una miserable reparación de antena puede ser algo muy complicado. Allí, una partícula de polvo impactando contra el casco sería completamente letal. Y aunque no haya ningún peligro evidente, cualquier contratiempo puede ser fatal. Así que lo mejor es que unos cuantos vayan en hibernación (menos comida y agua) y dos despiertos, por si acaso. Para gestionar algo tan complejo se necesita una IA. Ésta se ocupará de controlar todos los aspectos básicos y, más en general, de todos los aspectos; de hecho, a efectos prácticos, Hal lleva las riendas de la misión. Al fin y al cabo, una máquina estará siempre mucho mejor preparada para viajar por el espacio: con las baterías adecuadas, puede mantenerse durante siglos perfectamente operativa. No necesita oxígeno, agua, comida, no se enfada, no se aburre.

(Continúa con muchos más spoilers).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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3
2 de abril de 2018
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero es pediros disculpas. Lo siento: soy un hombre blanco y heterosexual. Todo cuanto os diga os parecerá rancio y anacrónico. Sinceramente, mejor no leáis la siguiente crítica/divagación.

Hace no mucho pude ver un documental sobre el nacimiento del feminismo contemporáneo (She´s Beautiful When She´s Angry) y os he de confesar que sentí alivio al escuchar a un grupo de mujeres diciendo algo que parecía tener sentido. Los testimonios eran de las décadas de los 60 y 70.

Unas semanas antes había oído decir a una delirante Frances McDormand, mientras recogía su Oscar, que el arte no debería tomarse la licencia de representar nada que no se correspondiera al punto con el censo de población. Seguramente por el subidón del Oscar no pudo percatarse de que todo es representación, y de que precisamente el arte es una representación consciente de serlo. No necesita ser real, no necesita ser 3D ni respetar los porcentajes étnicos o raciales de población. Además, justamente por ser una representación de representaciones, es capaz de sintetizar historias y transmitirlas de manera que todos podemos entenderlas.

Esas mujeres (las del documental) no tardaron en darse cuenta de que para hablar de igualdad tenían que hablar de economía y política, es decir, de clases sociales y derechos civiles. Partiendo de ahí elaboraron un programa político. Tras eso no tardaron en ver que el verdadero rostro del enemigo, aquel que más ferozmente se opuso (y opone) a la materialización de tal programa, es el capitalismo. Experimentaron justo aquello que ya nos advirtió Bertrand Russell y que ahora experimenta el ecologismo: que una sociedad cuyo eje sea la propiedad privada no dispondrá de las herramientas necesarias para gestionar los asuntos comunes. Desgraciadamente, al documental le acabó pasando lo mismo que al feminismo. No sólo queda inconcluso sino que tiene huir hacia delante para no echar cuentas de cuanto ha sucedido por el camino, esto es, que el feminismo, como toda la contracultura, ha sido asimilado por el capitalismo. Esto es, que a pesar de todo Trump es el presidente.

¿Y qué coño tiene que ver todo esto con La forma del Agua?

Os advertí de que esto iba a ser rancio y anacrónico.

El romanticismo clásico, el de la revolución francesa, orbitaba en torno a la oposición existente entre la moral impuesta por la sociedad y el deseo individual. Para los románticos, la tradición, y la moral que emana de ella, es la fuente primordial del alienamiento individual, alienamiento que puede producir un conflicto entre el individuo y la sociedad. Por lo general, como el individuo es la gota de agua y la sociedad el mar, las cosas solían acabar mal para aquellos que no sabían reprimir sus deseos, por justos o sinceros que estos fueran.

La La Land fue otro ejemplo de cómo el mercado puede asimilar cualquier elemento y ponerlo a su servicio. En ella el único conflicto que hay es entre la carrera de los personajes y cómo esta (nos lo hemos de creer) interfiere e imposibilita la relación entre ambos. Finalmente, el deseo de los personajes no es estar juntos, es triunfar socialmente y, más concretamente, triunfar en sus carreras laborales. Justo lo opuesto que cabría esperar si el conflicto naciera de una dimensión individual, puesto que, de hecho, dirigir un club o actuar en una película no excluye necesariamente la posibilidad de tener una relación. Por tanto, lo que los protagonistas ansían aquí es someterse a la convención alienando su individualidad, dar lo que se espera de ellos de la manera más fácil y rápida posible. Es un falso conflicto romántico dado que no hay dimensión individual: En ningún momento se rebelan contra la norma, al contrario, asumen la norma social como si ésta fuera inevitable y natural. Como un sacrificio necesario.

La Forma del Agua es tan feminista como la iglesia católica y tan romántica como un pedo al atardecer. Es tan reaccionaria que se puede creer moderada; y está diseñada para una sociedad tan de derechas que ya no sabe ni por donde quedaba la izquierda. Es el simplismo de un guión en el que los personajes sólo son caricaturas.

Basta ver la elegancia y sutileza con la que en Mad Men se hablaban de muchos de esos problemas (no feministas, sino económicos, políticos, de clase social) para darse cuenta de lo tosca y oportunista que es esta película.

Basta ver la profundidad y la coherencia entre la puesta en escena y el mensaje de La Llegada (2016), sin necesidad de buenos y malos, de esquemas, de subrayar prejuicios y estereotipos, dejando que el fluir de la película sea la historia de la película, para darse cuenta de que todo esto no son más que brochazos que buscan desesperadamente el favor del público.
Y no por ser completamente predecible y acomodaticia o por lo infantil de su planteamiento, sino, fundamentalmente, por el barroquismo de su puesta en escena y la artificialidad con que se desarrolla la trama: un esquema, un conjunto de escenas preconcebidas para hacer más odioso un personaje o más entrañable una situación, con la única finalidad de manipular al espectador sin pedirle un ápice de imaginación o sensibilidad; sin exigirle que salga por un momento de sí mismo y se ponga en el lugar del otro (joder, no iba de eso la película), dándoselo todo completamente masticado.

Es decir, la película, como a fuerza de vulgaridad, de la más grotesca falta de sutileza, no puede tener ni un guión de verdad ni una historia medianamente plausible ni un desarrollo de personajes, ha sido rellenada de forma (de puesta en escena, de iluminación, de música, de tramas paralelas y de “giros inesperados” que permitan dar más dinamismo al montaje) pero todo ese barroquismo formal se empotra contra la simplicidad de la trama y sus personajes.

(Continúa sin spoilers).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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9
19 de marzo de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista OITNB no parece especialmente original. Series corales ha habido unas cuantas. Y dramas carcelarios aún más.

Su puesta en escena, si bien está muy trabajada, es amigablemente conservadora. Nada que ver con el ambiente opresivo, lúgubre y mugriento de, por ejemplo, Oz, serie que, pese a su (relativa) escasez de medios, visualmente era muy original (aunque por otra parte su elevadísima tasa de mortalidad socavaba la verosimilitud del guión e impedía un mayor y mejor desarrollo de los personajes).

Sus tramas centrales podrían ser del siglo XIX. Lo cual hace que, pese a lo comprometida o progre que pretende ser, a veces parezca un producto más. Otro que se suma a la moda de lo que ahora se llama feminismo (1). Muy lejos de, por ejemplo, The Leftovers, en donde la trama principal era el hueco que se creaba cuando ya no resulta posible establecer una finalidad, es decir, la trama de la no-trama, el drama del no-drama, el sentido del sinsentido y viceversa.

Y su montaje está a años luz de, por ejemplo, la sucesión de elipsis que en Twin Peaks forzaban el espectador a rellenar las partes omitidas, situándolo dentro de la propia narración como si éste, a pesar de acabar de llegar allí, ya estuviera enterado de todo, provocando así su extrañeza hasta que la propia narración terminaba por hacerse incomprensible sin la presencia de esas mismas elipsis (nunca una serie hizo un uso tan apabullante de la elipsis, la elisión lingüística y el fuera de campo).

Pero a pesar de todo es una gran serie.

Para empezar tiene un casting bestial, quizá no grandes intérpretes, pero sí interpretaciones que se adaptan perfectamente a los papeles (lo que a mi juicio es mucho mejor). Además, la serie va cribando temporada a temporada, en busca de lo que funciona mejor, hasta que finalmente su trama principal se disuelve en medio de los diálogos. Y, madre mía, qué diálogos. Ya sean comentarios sobre cine o televisión, ya sean observaciones políticas, comentarios de pasada respecto a cualquier asunto o simples anécdotas, están elaborados con tanta naturalidad que dan la impresión de ser totalmente espontáneos. OITNB es a las series lo que el free jazz a la música. Logra triunfar justamente donde Treme escolló.

Pasada la 2ª temporada, cuando la serie comienza a soltar lastre en forma de Jason Biggs y tramas aburguesadas, no sólo desaparece la solista principal sino se transforma en pura masa coral. Es una suma de voces, cada una con su propio ritmo, con su acento, con su jerga y sus palabras fetiche. Es una suma de ritmos en la que la (¿aparente?) improvisación surge como resultado natural de la interactuación entre los diferentes elementos, es decir, de actores que a fuerza de haber interiorizado los personajes pueden añadir a cada frase, a cada gesto, a cada pequeña inflexión matices que hacen a sus personajes absolutamente únicos y verosímiles. Cada uno tiene su carácter, sus preferencias, su recorrido, su personalidad intransferible e inmensurable, sin dejar espacio alguno al estereotipo y al cliché o subvirtiéndolo por completo, no siendo susceptibles de psicología en tanto que son demasiado orgánicos y ricos (pero coherentes) como para caber en cuadros de personalidad o diagnósticos clínicos.

No hay un solo diálogo que en algún punto no sé desvíe, siquiera mediante su propia enunciación, de lo preestablecido en televisión (películas así de bizarras ha habido una cuantas, pero no, que sepa, de esta extensión, riqueza y temática). Y aunque las situaciones a veces estén muy trilladas y sean ocasionalmente exageradas, pasa aquí lo que pasa con los grandes actores, que da igual lo que estén contando, uno los cree sin pestañear aunque sea una estupidez. Sus capacidades emocionales están tan hiperbólicamente magnificadas por el montaje (abusivos primeros planos), el lenguaje y la interpretación que son capaces de sortear cualquier resistencia crítica, de anular cualquier distancia, de meterte en cualquier situación o de contagiarte cualquier emoción.

Y luego, claro, está el retrato del ambiente carcelario. La propia cárcel si bien no es muy original es representada con un grado de detalle asombroso. Es un personaje. Es una metáfora. Es un monstruo nacido del absurdo. Así, detrás de su aséptica y neutral apariencia, se oculta una bestia que evoluciona, que, de manera casi imperceptible, muta y se transforma a cada instante en algo aún más horrible y peligroso. Desde los sonidos de megafonía hasta el número de figurantes que hay en cada plano. Desde el día a día de una reclusa hasta la economía sumergida. Desde la gestión económica de la alimentación hasta la cocina. En cualquier instante la más inocente broma se puede convertir en una pesadilla.

La misma insistencia machacona en imponer un orden a las reclusas revela una y otra vez lo opuesto. Hay un proceso, hay un mecanismo, hay sentencias, pero las razones por las que cada una de ellas está allí son casi accidentales (2), las condenas desproporcionadas (injustas), la propia cárcel está corrompida en todos sus niveles.

No es tan sólo privarlas de libertad, es obligarlas sutilmente, es engañarlas con la verdad, es forzarlas a competir entre sí cuando ya no tienen nada que ganar, es torturarlas diariamente con una sonrisa entre los labios como si nada estuviera sucediendo, como si todo ello fuera perfectamente lógico y estuviera perfectamente ordenando. Llegado el momento también es quebrarlas. Intentar quitarles la dignidad y conseguirlo con frecuencia. Es el experimento de Milgram con guantes de seda y el de los Guardias versus los Prisioneros sin fecha de salida y casi sin límites.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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