Haz click aquí para copiar la URL
México México · Ciudad de México
Críticas de Iván Rincón Espríu
<< 1 7 8 9 10 25 >>
Críticas 122
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
16 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tono y la atmósfera de 'Silencio' (EUA, 2016), de Martin Scorsese, transmite una sensación similar a la que nos produce la primera parte de 'Adiós a mi concubina' (China, 1993), de Chen Kaige: cuando el mundo es gris, la melancolía de su espectador es meditativa y dulce. Luego suceden grandes analogías entre esta cinta, la más espiritual de Scorsese hasta hoy, y 'El fugitivo', de John Ford y Emilio Fernández, como si trasladara una misma situación con los mismos personajes desde la guerra cristera en México hasta la persecución de los cristianos por los japoneses en el siglo XVII. No es verdad que la fe mueva montañas, pero su vocación martirológica le permite sobrevivir en la clandestinidad por un tiempo. En 'Silencio', adaptación de la novela homónima de Shūsaku Endō, no existen las catarsis climáticas de 'Adiós a mi concubina' ni paralelismos argumentales, pero su tono contemplativo de ritmo pausado confiere a la trama una beatitud comparable con la adaptación hipócrita de la novela 'El poder y la gloria', de Graham Greene, por Ford y «El Indio» Fernández, además de las similitudes en otros aspectos, que hacen del clásico un referente ineludible (en ambas novelas y sus respectivas adaptaciones al cine hay un Judas local, por ejemplo).

Una diferencia sustancial entre 'El fugitivo' y 'Silencio' es el remordimiento de los persecutores mexicanos, algo que ni por asomo es convincente, mientras que los verdugos japoneses parecen más bien orgullosos de la sofisticada técnica y su eficacia cuando se trata de torturas físicas y sicológicas, y confrontan a los mártires con sádica tranquilidad. Los mexicanos pretenden el exterminio de los misioneros (cuya extranjería causa culpa y llanto), mientras que los japoneses refinan su persecución para doblegar el espíritu de los perseguidos y obligarlos a renegar en público de sus creencias, inclusive a colaborar en la detección de infiltraciones católicas a un país oficialmente adorador de Buda y en donde el poder totalitario considera cualquier religión extranjera como una amenaza potencial a su estabilidad política y militar (al final, son igual de fanáticos, incongruentes y contradictorios unos y otros). En el caso de México, los dilemas éticos atormentan a los persecutores; en el caso de Japón, atormentan a los perseguidos.

'Silencio' completa una trilogía religiosa que, iniciada con 'La última tentación de Cristo' en 1988, pasa por Kundun en 1997 como escala budista entre dos exploraciones en el cristianismo, pasos de una misma búsqueda espiritual, y personalmente me recuerda el célebre apotegma de Gustavo García: "El cine es Dios, y Martin Scorsese, su profeta". Si la primera entrega fue tan provocadora y hasta subversiva como para resultar proscrita por El Vaticano, la tercera se permite suficiente ambivalencia y ambigüedad como para interpretar su desenlace con cinismo y pesimismo, a saber, como la confirmación de la derrota de la fe, pero si el martirologio estoico es derrotado puede salvarlo y redimirlo el autoengaño, esencia de toda religión.

Con una fotografía majestuosa y sutilmente poética del mexicano Rodrigo Prieto, así como un diseño de producción modesto pero impecable y unos diálogos incisivos, me atrevo a vaticinar que la cinta de Scorsese, una de las mejores del año, al menos en Estados Unidos, tardará unos lustros y hasta décadas en ser valorada con la justicia que merece. Por lo pronto, su relato lánguido (que no alcanza la grandeza magistral de 'Adiós a mi concubina') y su ambigüedad discursiva, sobre todo por el mensaje final, operan en contra. Desde luego es muy superior a su referente clásico, 'El fugitivo', aunque otro precedente referencial es 'La misión' (Reino Unido, 1986), de Roland Joffé, que tiene grandes méritos, pero se queda corto.

En su trilogía religiosa-espiritual, Scorsese tiene un cambio radical de registro y personalidad: es más profundo. Cuando se adentra en el mundo subterráneo de la mafia se despoja de cualquier solemnidad y se divierte de modo relativamente frívolo y superficial que resulta más accesible y comercial, facilitando su digestión a las masas que suelen preferir la acción violenta de balazos y explosiones, la saturación de rock, las actrices con más atributos físicos que talento y la presencia infalible de su actor fetiche en turno o más de uno.

Con el antecedente actoral de la desgarradora 'Nunca me abandones' (Reino Unido, EUA, 2010), de Mark Romanek, entre otros, Andrew Garfield realiza en 2016 sus dos primeros papeles relevantes, que tienen rasgos en común: la negativa del personaje a participar en la violencia, inmerso hasta el tuétano en ella. Por último, llama la atención que Liam Neeson interviene en películas de Scorsese nomás unos minutos (remember el principio de 'Pandillas de Nueva York').
Iván Rincón Espríu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
28 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capitán Fantástico, de Matt Ross, es una película de crítica irónica, sardónica y subversiva, sabiamente anti religiosa, anti sistema social, anti sociedad de consumo, anti cultura de la simulación hipócrita, una lección anti solemne acerca del valor del conocimiento, de la vida en armonía con la naturaleza y de la autenticidad (un homenaje a Noam Chomsky, de paso). Cine de autor, independiente y alternativo, su mayor mérito es el guión escrito por el propio director.

Una familia de papá sabio, rebelde y temerario (Viggo Mortensen), con seis hijos de variadas edades, es comuna tribal medio jipi en el bosque y prescinde casi por completo de la "civilización": sus integrantes cazan, recolectan, siembran, cosechan, producen y cocinan su comida, hacen ejercicio regulado, además de practicar meditación y natación, entrenar alpinismo y defensa personal, entre otras cosas, como en excursión de "deporte extremo", pero de por vida; son también grupo musical en torno a la fogata bajo las estrellas. El papá es "todólogo", maestro de todo, que lo explica sin rodeos ni eufemismos, con una objetividad que raya con el cinismo; asigna lecturas y las supervisa. En el lenguaje familiar hay palabras "ilegales", como "interesante", por ser un término ambiguo y evasivo. También está prohibido burlarse de la gente con defectos, a menos que sean cristianos, y la burla en este caso es sorprendentemente divertida. Los niños articulan frases panfletarias y doctrinarias ("el poder para el pueblo, el pueblo al poder, abajo el sistema") con sus acciones y un pensamiento extrañamente libre. Ideologizada en extremo, la familia está entrenada por igual para lidiar con la sociedad cuando sale de su aislamiento a conseguir dinero y hacer algunas compras (o robar, si es necesario), aunque el hijo mayor tiene dificultades para desenvolverse con muchachas de su edad, a falta de práctica.

La representación de la vida en familia comunal por una película honesta no pretende ser idílica y habría resultado bastante aburrida sin conflictos y hasta rupturas; de ahí que su desencuentro con la "civilización" suponga un contrapunto: el sentido práctico de la ignorancia y el rechazo del conocimiento por la mediocridad quedan brillantemente de manifiesto en una plática de sobremesa, cuando unos niños saben que Nike es la diosa griega de la victoria y otros niños saben que es una marca de artículos deportivos y se burlan de los niños ilustrados, que tienen principios y valores éticos superiores, además de conocimientos. Los papás de los niños ignorantes dicen "protegerlos" de la verdad que supone, por ejemplo, el significado de la enfermedad mental y el sufrimiento, así como del suicidio y la muerte; su educación es evasiva y cobarde. El embrutecimiento con juegos de video representa en este caso una estúpida noción de la normalidad pre-adolescente.

Ante los ojos de la familia físicamente sana, la obesidad es un producto monstruoso y enfermizo de la cultura de consumo capitalista, mientras en la mansión del abuelo oligarca, la acumulación de riqueza material es "vulgar" y excluye una distribución ética de los espacios, entre otras cosas.

Algunos excesos de la película: una de las niñas más pequeñas adorna su búngalo en lo alto de un árbol con cráneos de castores y otros animales, entre los que tiene también un retrato de Pol Pot sin explicación ni objeción alguna del papá. El hijo mayor (personificado por un antiactor de gesticulación exagerada-neurótica-siempre-tensa) se declara "maoísta" sin más fundamento que el enojo cuando el papá confunde la etiqueta con "trotskista" (imposible que alguien medianamente informado confunda la melcocha con la mengambrea). Otra niña pequeña conoce de memoria la Carta de Derechos de los Estados Unidos y, cuando el papá le pide explicarla con sus propias palabras, suelta un choro que también parece memorizado (a falta de una actuación creíble) y que resulta inverosímil en un niño de su edad. El papá se exhibe totalmente desnudo en un parque ante la mirada espontánea de una pareja de ancianos (a los 58 años, por cierto, la condición física de Mortensen es envidiable).

El principio predispone al espectador animalista porque (igual que en La caza, de Thomas Vinterberg) la cacería sirve como símbolo del tránsito viril entre la niñez y la edad adulta, con la única diferencia de que aquí no es un deporte, sino una práctica salvaje de sobrevivencia.

Con esas y otras salvedades menores, el guión en general es sumamente plausible. Salvo también algunas fallas actorales (a Mortensen, por ejemplo, no le salen las lágrimas cuando llora, y aun así está muy por encima de los demás), la puesta en escena es perfecta.

Aunque la película no lo dice, Noam Chomsky es un pensador gringo que postula el "anarquismo social" y el "socialismo libertario" como alternativas a la sociedad capitalista. En vez de la navidad y otras patrañas de índole semejante, la familia festeja cada año "el día de Chomsky" y, en esta ocasión, lo hace con un pastel de chocolate al que agregan crema batida, que roba del supermercado el papá con inconvincente discreción, algo que podría calificarse como anti chomskiano, pero el pecado se perdona porque, para empezar, es una broma y sirve de pretexto para ventilar una de las enseñanzas más ecuánimes en la educación familiar: la argumentación exhaustiva del disenso en aras del consenso.

Matt Ross es más conocido como actor por sus papeles en las series de televisión American Horror Story, Sillicon Valley o Big Love, entre otras. Como guionista y director, Capitán Fantástico es su segundo largometraje, luego de realizar en 2012 el drama romántico 28 Hotel Rooms.

Más que una comedia, este drama fabulesco y sutilmente social tiene un toque de frescura y buen humor como condimento de la crítica para acentuar su tono irónico y su implacable sorna. Moraleja: las críticas más agudas al capitalismo y el occidentalismo suelen surgir de sus entrañas.
Iván Rincón Espríu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
26 de noviembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Adivina quién viene a cenar' es un delicioso alegato en clave de comedia dramática contra los prejuicios raciales, remanente del racismo que niegan los sectores progresistas de clases ilustradas en la capital mundial del supremacismo blanco. Esta cinta es también un ejemplo de la calidad posible con escasos recursos materiales a partir de un guión honesto y excelentes actores (el carisma de Sidney Poitier es tan arrollador que a ratos se confunde con la capacidad interpretativa y se arriesga inclusive a relegarla, como Sean Connery, pero el equilibrio sale bien librado). Aquí los negros o "personas de color", para ser políticamente correctos, arrastran el lastre cultural que les impide transgredir el límite del discurso igualitario y pasar a los hechos, pues "los derechos civiles son una cosa y ejercerlos es otra", reflexiona la mucama.

Salvo por el ultimátum del protagonista y una discusión con su padre, que me parece fuera de lugar, el guión tiene grandes méritos: se reduce a los diálogos en una misma situación con pequeñas aristas y resulta, en resumen, una reflexión informada y profunda sin caer en la disertación pretendidamente filosófica y pedante. Con el recurso del humor para no perder la frescura, los diálogos oscilan entre la naturaleza del país y su lenta evolución como contexto, los principios éticos y valores humanos de la familia, la religión, el ateísmo, la vejez y el amor.

Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Sidney Poitier y Katharine Houghton dan una lección de calidad histriónica en esta película que, de no ser por ellos y por el guión, sería menos que menor y no lo es.

Con la pauta del cine independiente a la gran industria cuando era todavía la meca de la discriminación racial, ahora que Joligud pretende sacarse la espinita con reconocimientos tardíos (el primero de los cuales fue un Óscar "honorífico" a Poitier), habrá que recetar mucho cine por el estilo al supremacismo blanco en boga tras el triunfo de su líder, personificación del racismo, la xenofobia, la misoginia y el odio que infunde miedo, incertidumbre y confusión como el primero de sus grandes logros.
Iván Rincón Espríu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
20 de noviembre de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gloria, de John Cassavetes, es una película menor, inclusive mal hecha, sobre todo la primera media hora, pero nos atrapa el guión y la poderosa actuación de Gena Rowlands, que hace pareja con John Adames, un niño de ocho años que fue candidato al Razzie por su antiactuación en esta película. A los créditos iniciales, que son acompañados por bellas escenas de acuarelas infantiles, sigue una secuencia de tomas aéreas como postales en movimiento de Manhattan, y la película comienza propiamente con la tensión de una familia portorriqueña que delató a la mafia: todo es absurdo, sobre todo los comportamientos, neuróticos y neurotizantes, pésimos actores, errores en la dirección de cámaras, fallas atribuibles en general a la dirección de Cassavetes.

Al entrar en escena, Gena Rowlands provee a la película de profesionalidad, cumpliendo con su propio papel hasta el punto de enderezar en el acto lo que el niño antiactor enchueca. Pasada la primera media hora, el guión propicia que Rowlands nos sorprenda con una furia impactante, de modo que la cincuentona protagonista resulta una de las mejores y más convincentes asesinas del reciente cine negro, comparable con la memorable Mona Demarkov que interpretara Lena Olin en 'La sangre de Romeo', aunque Gloria no es psicópata ni villana, sino más bien antiheroína, expresidiaria que habla sin pelos en la lengua: "Sabes que detesto a los niños y en especial a los tuyos".

En cuanto a Cassavetes, aunque muy independiente y alternativo, me parece mejor guionista que director y, aun así, el guión de Gloria no la salvaría si tampoco fuera interpretada por Gena Rowlands en esta segunda colaboración con el también actor. El nombre completo del personaje, por cierto, es un homenaje a Gloria Swanson.

Confieso mi debilidad por el thriller de los años setenta que retrata las ciudades gringas y sus barrios bajos, desentraña sus historias, sus personajes, su violencia…
Iván Rincón Espríu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
11 de mayo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Los odiosos ocho' tiene algunas cosas buenas: la banda sonora con personalidad y méritos propios, a cargo del gran Morricone; la fotografía con instantes exquisitos y postales majestuosas, de Richardson… Pero, en general, me parece un western odioso, con diálogos redundantes, reiterativos y repetitivos hasta la exasperación, con tal de ser muy largos y seducir a quienes aplaudieron en su momento los insulsos intercambios verbales de Pulp Fiction, unos personajes burdos que hacen caricaturas de sí mismos hasta resultar literalmente insoportables, sobre todo el supuesto verdugo (tan amanerado que, en efecto, parece inglés) y el supuesto alguacil que todavía no asume el cargo y parece haber salido de una serie infantil de dibujos animados o por lo menos ser la voz de alguno de sus personajes (Dios nos libre de Tim Roth y Walton Goggins: el mundo sería menos detestable sin ellos).

La primera hora es una presentación de los personajes, al cabo de la cual uno se pregunta si la intención de la película es humorística, si es acaso una comedia negra como secuela degradativa de la Guerra de Secesión; entonces comienza una versión gringa de 'La tempestad', de Shakespeare, que progresivamente se transforma en Agatha Christie, como una vuelta de tuerca desde la perspectiva de los dos personajes principales, que son cazarrecompensas.

Del refrito del cine hongkonés al refrito de la literatura clásica, Tarantino se supera. Aquí vemos a todos sus actores fetiches y confirmamos que tiene serios problemas para incluir mujeres en sus relatos descriptivos de un mundo exclusivamente masculino, como el que suele concebir. Aquí vemos también una violación homosexual, como en Pulp Fiction, que precede a la violencia gore, tan característica del autor; al visceral director y escritor de guiones infames le fascina que las cabezas y vísceras de la gente estallen como sandías con balas expansivas.

La premisa es que un cazarrecompensas entregará con vida a su prisionera. La razón, en teoría, es un balbuceo ético (ningún tipo rudo saldría con semejante patraña y se ahorraría las molestias y complicaciones, dificultades y pérdidas de tiempo, con un balazo en la cabeza), pero en los hechos es un pretexto para que alguien irrumpa en el ameno encuentro de hombres cultos y trate de rescatar, a sangre y fuego, a la prisionera (mi querida Jennifer Jason Leigh en la interpretación más antipática de su carrera… por eso fue nominada como actriz de reparto al desacreditado Óscar, una vez que la dizque academia de Joligud ninguneó su extraordinario desempeño en 'Última salida, Brooklyn', de Hubert Selby Jr.).

Samuel L. Jackson y Kurt Russell hacen bastante bien sus papeles, a pesar de los pesares; también Bruce Dern, aunque nunca se levanta del sillón. Por ahí vemos a Demián Bichir en un papel autodenigrante (Tarantino reivindica hipócritamente a los negros, pero repele a los mexicanos y demás inmigrantes latinos, y su guión en este caso comete el error de atribuir un racismo antimexicano a cierta mujer que, minutos después, es anfitriona de una banda de forajidos, entre los cuales hay un mexicano).

Cuando acaba el tercer capítulo no comienza el cuarto, sino la segunda parte del tercer capítulo, que también acaba, pero no comienza el cuarto capítulo, sino la tercera parte del tercero, que acaba por fin y entonces empieza el cuarto capítulo. ¡Uf!

Salvo los guiños, la mayoría de los indicios resultan infantiles para un lector de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle (como lo fui en la primera juventud).

El giro pretendidamente sorpresivo no es menos burdo que los personajes, pues sucede a dos horas de vulgaridad por un lado y aburrimiento por el otro.

Yo, como el entrañable y extrañado Gustavo García, paso de Tarantino.
Iván Rincón Espríu
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 7 8 9 10 25 >>
Más sobre Iván Rincón Espríu
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow