Nuestra cinematografía no es muy dada a depende qué tipo de géneros (algo que afortunadamente ha ido cambiando). Por ello resulta especialmente chocante que Mateo Gil, amiguísimo de Amenábar y director de, por ejemplo, Nadie conoce a nadie, se haya embarcado en un proyecto como el que nos ocupa: un western cuasi crepuscular en el que Sham Shepard interpreta a Butch Cassidy y cuyo guión juega con la posibilidad de que éste no hubiera fallecido en Bolivia.

El resultado no es espectacular, pero sí más que interesante. Y lo es por la correctísima labor de Shepard (no así de Eduardo Noriega, quien nunca me ha parecido ese gran actor que muchos pronosticaban a finales de los noventa), por sus localizaciones y por su un tanto inesperado giro final. Lo mejor: todo lo que tiene que ver con su apartado técnico.

De-Lovely mezcla cine biográfico y musical para narrar la compleja personalidad del compositor Cole Porter (Kevin Kline). La cinta reserva tiempo tanto para analizar algunos de sus mayores éxitos profesionales como algunos de los momentos más tensos y románticos de su agitada vida personal, entre ellos su matrimonio con Linda (Ashley Judd) o su muy cacareada bisexualidad.

El trabajo de Kline (impecable), el de Judd (quien demuestra que puede ser una actriz solvente cuando le ofrecen buenos papeles, lo que para su desgracia no suele suceder), las canciones o la participación de algunos cantantes famosos (Sheryl Crow, Alanis Morissette, Robbie Williams…) son varios de los alicientes con que cuenta este entretenido biopic. Suficientes para mí y supongo que para cualquier fan de Porter o de los musicales más clásicos (que no rancios).

Tengo que volver a señalar (y sí, ya sé que me repito) que no estamos ante un biopic al uso. Pero es que en este caso no puede ser más verdad, ya que la cinta nos narra, a través de varias historias cortas (cada una protagonizada por un actor distinto), algunos momentos de la vida personal y profesional de uno de los cantantes (¿tal vez debería decir poeta?) más reputados y respetados de la historia: Bob Dylan.

El reparto no puede ser más impresionante: Cate Blanchett, Heath Ledger, Christian Bale, Charlotte Gainsbourg, Richard Gere, Julianne Moore, Michelle Williams, Kris Kristofferson…

Alabada por la crítica pero estrenada con mucho retraso en nuestro país, I'm Not There es una extravagancia tan tremendamente interesante (nunca había visto acercarse a una personalidad del modo en que se hace en este trabajo) como irregular (algunas historias pierden fuelle con facilidad o no resultan todo lo interesantes que debieran). Vale la pena.

Las consecuencias de la noche de pasión que protagonizan Max (Wesley Snipes) y Karen (Nastassja Kinski), ambos casados, centran la trama de este insustancial melodrama en el que Robert Downey Jr. interpreta al mejor amigo del primero. Mike Figgis, realizador de la infinitamente superior Leaving Las Vegas, dirige.

Carente de ritmo, con unos personajes bastante pedantes e insoportables y con unos giros de guión que provocan más estupefacción que otra cosa, Después de una noche sólo puede ser catalogada de fiasco, ya que no consigue resultar sorprendente o atrayente. Además, la química entre los actores brilla por su ausencia. No es que sea un completo desastre, pero hay poco en ella que merezca ser alabado.

Actores de éxito, escritores con talento a los que no se les da la oportunidad que merecen o productores sin escrúpulos son algunos de los clientes de un conocido psiquiatra (Kevin Spacey) y algunos de los muchos personajes que pueblan este tramposo, poco sutil y un tanto moralista (que varios personajes, incluido nuestro protagonista, consuman drogas regularmente puede parecer trasgresor, pero el mensaje final es claramente conservador) drama coral.

Como ya he dicho en alguna ocasión, Spacey parece haberse especializado en personajes complejos que le permiten lucirse como actor (en el caso de la cinta que nos ocupa da vida a un psiquiatra que lidia con sus problemas bebiendo o drogándose). Lo malo es que no siempre elige bien las producciones en las que interviene. Buen ejemplo sería la que nos ocupa, ya que aunque su personaje se presente como todo un reto el conjunto deja mucho que desear, apesta a prefabricado y acaba resultando excesivamente falso. Al menos su trabajo es bueno.