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Críticas de Marvin_Benson
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Críticas 42
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
26 de diciembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No entiendo demasiado bien el fracaso de esta película en la época de su estreno, más allá del halo de genio irregular y venido a menos que empezaba a arrastrar Coppola.

Está claro que Cotton Club no es una película redonda. Da la sensación, a priori, de ser un producto que aspira a la grandeza cinematográfica, pero que no termina de cuajar en película verdaderamente grande.

Los personajes están bien desarrollados pero de manera un tanto arquetípica y superficial. En realidad,es como si hubiera demasiados (personajes) y poco tiempo para profundizar en ellos, porque a pesar de sus 120 minutos, abundan los números musicales. Sin embargo, todo este planteamiento da la sensación de ser absolutamente deliberado. Los personajes están al servicio de la música, sin que Cotton Club sea un musical al uso, donde los números musicales formen parte de la trama. Es una mezcla curiosa de (como he leído en algún sitio) música y balas que junto con una fotografía elegantísima dotan al producto de un aire de ensoñación pulp, que por lo menos a mí me resulta fascinante.

En el apartado actoral Richard Gere y Diane Lane cumplen sobradamente como arquetipo de relación imposible y el resto del casting, incluido Nicolas Cage, funciona bastante bien.

¿Y por qué fue un fracaso tan estrepitoso? No lo sé, quizás el problema sea el de siempre: Las expectativas. Si piensas que vas a ver una peli de gangsters dirigida por Coppola y con Mario Puzo en los créditos, te esperas ver algo parecido a “El Padrino”. Nada más lejos de la realidad, “Cotton Club” no tiene nada que ver. Es una encantadora película “Pulp” filmada con la expresividad de un comic, con una banda sonora excelente, una fotografía increíble, unos números musicales maravillosos, un diseño de producción espectacular y un montaje fantástico. Pero no es “El Padrino”, es otra cosa.

Cotton Club no pretende redefinir la historia del cine, ni generar un lenguaje propio, Cotton Club es una película de entretenimiento puro y duro, de altísimo nivel técnico y artístico. Ni más ni menos.

En resumen, una película imperfecta pero absoluta y deliciosamente disfrutable.
Marvin_Benson
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4
26 de diciembre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que Martin Scorsese es uno de los directores de cine más importantes de los últimos 40 años. Sus películas son auténticos acontecimientos culturales, esperados con auténtica voracidad por cualquier aficionado al cine y es citado como una de las principales referencias artísticas por gran número de directores noveles y no tan noveles.

Sin embargo, dicho esto, Scorsese no es perfecto ni infalible, me atrevería a decir que incluso es un director irregular, capaz de películas absolutamente sobresalientes, icónicas e imprescindibles, pero también capaz de filmar películas fallidas y también (y aquí está el traje del emperador) alguna mala película.

“Malas calles”, pertenece a este último género, es un film con un ritmo absolutamente irregular, una historia previsible, fruto de un guion deslavazado y descuidado, que va dando tumbos como un boxeador al borde del KO. Las histriónicas personalidades que desarrollaría con maestría Scorsese en futuros proyectos, aquí son bocetos irritantes, personajes que no generan interés y que resultan antipáticos y molestos. La dirección es nerviosa en el mal sentido y el montaje no ayuda a perfilar estas aristas, sino que contribuye de manera activa al caos.

También se nota una excesiva influencia del cine europeo; hay un intento bastante evidente en algunas secuencias, de plasmar esa frescura en la puesta en escena muy en la línea de la nouvelle vague y también en esa relación a tres entre Johnny boy, Charlie y Teresa que me ha hecho retrotraerme (y no precisamente con placer, aquí no soy nada objetivo) a películas como Jules y Jim.

Esto no quiere decir que “Malas calles”, esté totalmente desprovista de cierto interés como ejercicio cinéfilo y de rastreo arqueológico del “proto-Scorsese”. Se empiezan a atisbar esos elementos tan característicos del director neoyorquino que eclosionarían de una forma brutal en esa gran obra maestra que es “Taxi Driver”; ese manejo tan personal de la violencia, esa efervescencia callejera en los diálogos, esa puesta en escena abrasiva…esos elementos pueden apreciarse en “Malas calles”, pero en formato experimental, a modo de esbozo, sin mezclar ni matizar. Todo está exagerado y muy poco pulido.

“Malas calles” es un experimento de un artista que arriesga y que está buscando un lenguaje y un estilo propio, pero que todavía no sabe muy bien lo que quiere plasmar en una pantalla, aunque empiece a intuirlo. Este ejercicio de experimentación y riesgo es absolutamente comprensible y loable, pero eso no hace de Malas calles una buena película, ni mucho menos.

Y este es el problema de las malas películas de los grandes directores, que siempre tienen una tendencia, un sesgo a ser sobrevaloradas bien por agradecimiento a los grandes ratos que nos han hecho pasar, bien por esnobismo o bien por una cierta timidez relacionada con la aceptación cinéfila.

En resumen, “Malas calles” está recomendada exclusivamente a fanáticos del director, Es un 4 siendo genereosos. Una mala película de un gran director.
Marvin_Benson
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7
5 de diciembre de 2019
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intenso y, por momentos, impactante thriller francés que, legítimamente, podría haber aspirado a clásico de culto, pero que sin embargo se ve lastrado por una cita-epílogo de subrayada moralina que afea y vulgariza el resultado final.

La ópera prima de Ladj Ly toca varios palos, moviéndose con fiereza, rotundidad y eficacia en el thriller de acción, pero también en el retrato social de los suburbios parisinos. En el plano narrativo, la película, a pesar de un arranque dubitativo, despega en su segundo tercio, elevándose como un sólido thriller con reminiscencias más que evidentes a “Training day”. En su faceta “más social” me ha resultado inevitable evocar aquel visionario film noventero de Mathieu Kassovitz (“El odio”), mucho más certero que éste en la radiografía de los ghettos parisinos, pero mucho menos contundente en su parte más física y por supuesto con 3 o 4 litros menos de adrenalina.

Dicho esto, “Los miserables” da un paso adelante en lo que Kassovitz sólo esbozaba. Mientras que “El odio” era un film mucho más autoconsciente de su vocación descriptiva de la marginalidad, explorando la génesis de la violencia, exclusivamente desde el punto de vista de los desheredados del capitalismo, Lodj amplía el foco de las subjetividades. Para ello, abre el abanico a los diferentes “poderes fácticos” e intereses que cohabitan en un suburbio de París. En este sentido “Los Miserables” es una película tremendamente ambiciosa, dotando al guion de un subtexto de denuncia que respira entre persecuciones, gritos y disparos.

En el apartado interpretativo, las actuaciones, sin ser excelentes, son eficaces. El amateurismo de gran parte del plantel de secundarios, lejos de perjudicar el conjunto, aporta una descarnada y contundente veracidad cuasi-documental que exacerba el impacto visual de alguna de las escenas.

El final, es un tanto exagerado pero absolutamente demoledor. Ese paroxsimo de la violencia por parte de la chavalada del ghetto en el último acto, entronca directamente con ese concepto de “muerte de la inocencia” que tantos escalofríos nos provoca cuando somos adultos; quizás porque hemos idealizado la niñez y posiblemente la preadolescencia y porque también nos hemos olvidado que la crueldad y la agresividad ya están presentes en esas edades y que cuando estallan lo hacen de manera sorprendente y brutal.

Ese final a lo “survival horror movie” me ha trasladado a otras películas que exploran la violencia preadolescente desde el terror más explícito como “Eden Lake” o la magistral “Quien puede matar a un niño”. No son malas influencias para un final que podría haber sido épico.

Una lástima que a Ladj a última hora, no le haya parecido suficiente la contundencia de las imágenes y de un fantástico guion y haya tenido que edulcorarlo todo, con una cita de Víctor Hugo que nos explica lo que hemos visto y cómo debemos interpretarlo. Subrayado final que tal vez algunas personas y mentes bienintencionadas necesiten, para no quedarse con un retrogusto de violencia extrema protagonizada por chavales, pero que, sin embargo, en mi humilde opinión, desluce el resultado final, dejando a “Los Miserables” a las puertas de ser una obra apabullante.

Una lástima vivir en tiempos de tanta mojigatería, donde haya que justificar y subrayar todo para no perder subvenciones o que no te machaquen en twitter.

Habrá que seguir esperando tiempos mejores sin tanta corrección política, a modo de mordaza. Mientras tanto, podremos seguir disfrutando (seguro) de buenas películas como “Los Miserables” que, sin embargo, con una chispa más de valentía, podrían convertirse en obras de muchísimo más calado
Marvin_Benson
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5
26 de noviembre de 2019
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El estado es muy malo y mucho malo. Los seres humanos somos marionetas oprimidas de unas élites voraces que pretenden deshumanizarnos para poder manipularnos con más facilidad. La libertad de elección es un derecho, aunque sea para ejercer la violencia más extrema…”

Algo así debía estar pensando Kubrick mientras leía la novela de Burgess o escribía el borrador del guion. Sin querer entrar en disertaciones políticas ni en soflamas ideológicas, el mensaje que destila esta película me parece sencillamente repugnante. Y ni siquiera por lo que plantea de manera explícita y abierta, a través de su guion y del desarrollo de los personajes, sino por como está planteada narrativa y visualmente.

La película se desarrolla en 3 actos bien diferenciados y un cuarto acto a modo de desenlace con una moralina subrayada y en negrita, bastante desconcertante viniendo de un director tan brillante e inteligente.
El primer acto, lo mejor de la película con diferencia, es ágil y enormemente estimulante en lo puramente cinematográfico. Una estilizada oda a la violencia, incómodamente fascinante. Asistimos con reparos en lo moral, pero con enorme placer en lo visual, a las aventuras de Malcom McDowell, un nini que somete a sus deseos a todo aquel con el que se cruza. La película se encarga, con una gran dosis de autoconsciencia e ironía, de hacernos “amable” y sofisticada toda una serie de hechos objetivamente espeluznantes (peleas, conducción temeraria, violaciones, asesinatos). No hay el más mínimo atisbo de juicio al personaje principal que se sitúa como narrador de la historia, un narrador eso sí, objetivo, frío y con tintes marcadamente psicopáticos. Pero de alguna forma, no nos desagrada del todo lo que vemos, porque está presentado de manera preciosista, casi poética. Los hechos más desagradables ocurren fuera de plano y las víctimas se nos presentan de manera fría y casi antipática.

Hasta aquí de acuerdo, Kubrick quiere provocarnos o sumergirnos en el punto de vista de un demente…el problema viene después. El segundo acto, sobre todo, cuando nos narran el proceso de transformación de McDowell a través de técnicas conductistas radicales es muy desagradable de ver. Ya no hay preciosismo y lo peor ya no nos lo muestran fuera de plano, porque la víctima es McDowell, y la violencia que ejerce "el estado opresor" sí que hay que verla en toda su dimensión. En este punto más allá de moralismos, la película empieza a hacerse aburrida o directamente irritante.

El tercer acto nos sumerge en una fabula que me recuerda al “Cándido” de Voltaire, en donde McDowell recibe su “merecido” en un cúmulo de coincidencias absurdas que podríamos interpretar en un tono estrictamente alegórico. Por supuesto, la violencia en este tercer acto ya no es visualmente fascinante, ya no está ejercida con “clase”, ya no es divertida. Es mucho más brutal e inhumana.

El posicionamiento moral de Kubrick es obvio, la provocación está servida y mucho más tras ese final tan poco sutil (spoiler). Pero más allá de la lectura ideológica que pueda tener la película, el problema de "La naranja mecánica" vista en el 2019, es que es una película que no ha resistido bien el paso del tiempo. Que esa visión de la violencia ya no es impactante. Sólo es aburrida a ratos e irritante la mayor parte del tiempo, y cuando algo te irrita los defectos salen a la luz en toda su dimensión…y esta película tiene, a mi juicio, muchos (spoiler).

En resumen, un clásico indiscutible de la cultura popular. Un escándalo en su momento. Una película con imágenes impactantes, bien rodada (estamos hablando de Kubrick) pero ni muchísimo menos redonda, con partes ridículas, con un sentido del humor un tanto grotesco y un final impropio de su director.

Quizás de las más conocidas obras de Kubrick pero no de las más afortunadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Marvin_Benson
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10
5 de noviembre de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delicada, hipnótica, obsesivamente perfecta y por supuesto, fascinante obra de arte de Stanley Kubrick.

Me resulta difícil de explicar con palabras, el porqué me ha provocado este cúmulo de sensaciones esta película. La composición casi pictórica de las escenas, la iluminación de los decorados interiores, el virtuoso preciosismo de la puesta en escena, el exuberante vestuario, las localizaciones naturales, la meticulosa selección de piezas clásicas en su banda sonora, un diseño de producción difícilmente igualable…
Barry Lyndon es pura poesía audio-visual, un viaje sensitivo e inmersivo en la vida de la nobleza y la alta burguesía europea del siglo XVIII.

El recurso de la voz en off, que tanto detesto en la mayoría de películas, aquí funciona de maravilla. Por una parte, contribuye a una recreación descriptiva y novelada, muy apropiada para el relato, y por otra parte, nos aleja de la subjetividad de una narración en primera persona, que pudiera orientar más de lo debido el foco de nuestra atención hacia un único personaje y perdernos la fastuosidad de todo lo que le rodea.

El protagonista, Redmond Barry, es un personaje con claroscuros, que por una mezcla de azar y de temperamento juvenil, se va convirtiendo en soldado, espía, tahúr y noble consorte; Barry es un oportunista que protagoniza la típica historia de ascenso y caída, sin que suframos demasiado por él ni por lo que le pase. Y esto que en cualquier otra película es un síntoma de que algo no funciona, en “Barry Lyndon” está buscado de manera absolutamente premeditada.

Esa frialdad tan señalada de Kubrick en Barry Lyndon adquiere su más elevada y sutil expresión. Kubrick no toma partido alguno por ningún personaje, son sencillamente un medio narrativo para dejarnos seducir y fascinar por el indescriptible embelesamiento de unas imágenes de una belleza poética e irreal.
Además de todo esto, narrativamente, la película también es prodigiosa. Son 3 horas que se pasan en un auténtico suspiro. No falta ni sobra una escena. Todo lo que ocurre tiene sentido en el devenir de los personajes, en su comportamiento, en sus decisiones y en sus diálogos.

En resumen, Barry Lyndon trasciende el concepto de obra cinematográfica, es una obra de arte con mayúsculas.

Absolutamente imprescindible.
Marvin_Benson
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