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Argentina Argentina · Argentina
Críticas de Crotalus
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Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
19 de agosto de 2013
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, en una escuela de la Patagonia, tuve una alumna a la que llamaremos D.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
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Crotalus
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9
9 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo ser sincera: cuando terminé de ver “Sacrificio” no estaba segura de haberla entendido. Busqué entonces material para leer sobre ella y así disipé mis dudas y amplié la comprensión de la obra. Aunque es cierto que lo deseable es que una película pueda explicarse a sí misma, a veces, la complejidad de su construcción nos obliga a hacer un ejercicio de humildad y aceptar que no estamos del todo capacitados para juzgarla de inmediato. Cuando intenté leer “El Ser y la nada” y no lo entendí, no pensé que Sartre era un idiota y un pedante sino que a mí me faltaba formación. La humildad, a mi entender, es el paso primero e ineludible para acceder al conocimiento.
Hay un entorno, un clima y un devenir de los hechos en “Sacrifico” que nos sugieren que estamos frente a algo monumental aunque no podamos asirlo en un primer momento. Desde el existencialismo presente en los diálogos y la confusa naturaleza de la música, hasta la belleza inigualable de cada una de sus imágenes y la melancolía del paisaje marítimo, todo es subyugante. El entorno que rodea a los personajes en el interior de la casa, sus pisos de madera lustrada, las sábanas de un hilo tan pesado que puede palparse sobre la piel desde fuera de la pantalla, las puntillas, los floreros, los muebles de madera noble y el vestuario en algunos casos anacrónico remiten inevitablemente a “Fanny y Alexander”, aún antes de saber que en ambas películas trabajó la misma decoradora.
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Crotalus
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9
29 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se han hecho cientos de películas bélicas, algunas de gran fama, taquilleras y valoradas por la crítica; otras muchas mediocres, aburridas y tan tendenciosas que terminan siendo una propaganda política indefendible.
“Full Metal Jacket”, estrenada en Latinoamérica como “Nacido para matar”, no cae en ninguna de las categorías mencionadas: es una película excelente que la crítica ha valorado pero que no logró llegar al público masivo -dato por demás evidente si se comparan las recaudaciones de la película de Kubrick con las de “Rescatando al soldado Ryan “, por ejemplo, que multiplica decenas de veces las ganancias de esta última sobre las de la primera. Y es una pena que así haya sido, porque se trata de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos que la gente, por lo general, desconoce.
Podríamos especular sobre qué la hace tan buena. Tiene un gran guión, una mejor dirección y muy buenas actuaciones, las más destacables la de Adam Baldwin como Animal Mother (Parte Madres en la traducción) y la de Vincent D´Onofrio en el personaje de Pyle, imperdible también la breve escena del fotógrafo en el helicóptero. Toda la película está rodada con belleza, no hay un solo cuadro que carezca de equilibrio estético: la luz, lo cromático, la construcción de cada plano, de cada travelling. Pero lo más sobresaliente de esta gran obra es que denuncia el horror y la crudeza del sinsentido de la guerra de tal modo que nos permite en medio de lo abominable vislumbrar el profundo humanismo de su director.
El lenguaje obsceno con que se instruye a los futuros Marines intenta pervertir la sexualidad de los individuos formando parte de la desestructuración de su persona y la denigración es usada como una estrategia para generar entes funcionales al poder. Pero frente a semejante realidad los personajes reaccionan según la dualidad de toda existencia humana -como bien señala su protagonista, Joker, en una línea del guión aludiendo a Jung- y el espectador se ve forzado a intentar comprender la complejidad de cada hombre. No hay buenos, no hay malos. Sólo hay personas que comienzan a alejarse de su humanidad desde el primer día de entrenamiento militar para terminar de perderla con la muerte o con la supervivencia. No hay salida posible, no hay retorno de la guerra. Todo resto de humanismo encuentra su fin, sólo pervive el instinto animal, sólo seguir vivo sin importar nada más.
Si bien no hay elipsis para la sangre, los disparos o la muerte, el golpe que noquea es la ausencia de esperanza, nada hay de bueno, de salvable en la guerra. Eso es lo que Kubrick nos quiso mostrar, para nuestro desagrado y congoja, sin edulcorantes ni finales con moraleja, para que tengamos presente que en Vietnam antes o en África y Medio Oriente después, las guerras nunca ofrecen a sus pueblos un futuro mejor sino sólo el infierno como único mundo posible.
Crotalus
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3
16 de septiembre de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inevitable comparar cada estreno de Trapero con "Mundo grúa", su ópera prima y su mejor película, hecha cuando tenía veintitantos años, sin un centavo en el bolsillo y nadie que lo financiara. Desde entonces no ha logrado superarse a sí mismo aunque tuvo en el camino otra gran realización como fue “El bonaerense”. Esto lo menciono no porque sea este el espacio para hablar de la filmografía de Trapero sino para contextualizar la expectativa con la que asistimos a cada estreno de aquel joven y talentoso artista, convertido hoy en exitoso realizador.
Nunca podrá saberse qué se quiso hacer con “Elefante blanco” porque su resultado ha sido una película de poca contundencia, que no conmueve, que no es sutil, que transita por caminos escabrosos como lo es el espacio marginal de la villa, no de puntillas y de incógnito sino montado en un Hammer. Pretende mostrar ese universo amplio, complejo e inaccesible pero en lugar de hacerlo con el lenguaje cinematográfico lo hace con la distancia emocional de un documental de National Geographic. Llega a bordear los límites del cine de explotación en algunas escenas (por ejemplo, en la que transportan el cuerpo del chico asesinado en una carretilla y luego ciertos detalles de su velatorio) confundiendo intensidad con golpe bajo.
Aun con tantos primeros planos sus personajes quedan lejos del espectador, así como también sus angustias y las encrucijadas de sus destinos. Y esto tiene que ver con el fondo más profundo de toda obra de arte: cuánto hay de auténtico y de necesidad expresiva de la interioridad de su autor. En este caso creo que nada; en suma, no le creo a Trapero en este film. Y si así me lo propusiera no sabría muy bien qué debería creerle. ¿Denuncia social? “Elefante blanco” es en ese sentido tan incisivo como cualquier capítulo de “Policías en acción”. ¿Una crítica a la Iglesia católica? Me asombra que dentro de las numerosísimas placas que se suceden antes de los títulos (y que me hicieron pensar antes de verla “Cuánto dinero han puesto en esta película”), no figure algún Arzobispado argentino o el mismísimo Vaticano. Hay denuncia contra el poder policial, contra el narcotráfico y contra el Estado -ausente salvo por el desastroso papel de las fuerzas de seguridad y la corrupción que se le otorga. Pero la Iglesia sale airosa y busca su representación en la figura del Padre Mugica.
Y aquí he llegado al punto más álgido. “Elefante blanco” se ha hecho con la idea de trasponer las fronteras argentinas y llegar al mercado internacional y lo ha logrado. ¿Cuántos ciudadanos no argentinos saben quién fue el Padre Mugica y cuál fue su destino? Mugica fue otra de las víctimas que dejó la represión armada en la Argentina de los años ´70. Según las versiones más confiables murió acribillado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), precursora de lo que luego fue la dictadura asesina de Videla. Esto no se dice, ni siquiera se insinúa en la película. Se muestran las imágenes de su cara serena, su tumba, se lo nombra una y otra vez y el Arzobispo aclara que Mugica “murió por defender los valores católicos”. Trapero se olvidó de contarle al espectador que Mugica murió al igual que otros 30.000 argentinos, a manos de un Estado terrorista, por defender los derechos de los pobres. Y esto no es lo mismo que los valores católicos: no murió por oponerse al aborto, ni por condenar el adulterio o las relaciones prematrimoniales o el uso de anticonceptivos. Hay una diferencia sustancial entre ambos discursos que no puede ser omitida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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2
13 de agosto de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pareciera ser que el principal problema de esta película es que todo es tangencial. Mientras la vemos sentimos que vamos transitando por un carril paralelo al de la historia, pero siempre estamos afuera y nunca en la historia misma. No son asibles los personajes, ni la trama. Su protagonista es un ser medio estúpido que no tiene, ni él ni ninguno de los que lo rodean, salvo el espectador, conciencia de su idiotez.
Hubo algo en el cine de Burman, que llegó a su punto más alto en “El abrazo partido” y “Derecho de familia”, que consistía en poder plantear con cierta gracia, propia de la comedia, los conflictos familiares o humanos más profundos, dándole aire a cada personaje y encontrando las soluciones que estaban dentro de las posibilidades de cada uno de ellos. Eso le proporcionaba madurez a la obra y permitía que los actores resultaran creíbles. Aquí, los actores parecen estar representando una farsa. A pesar de algunos méritos individuales (Brandoni y en alguna medida Bertuccelli) todo a su alrededor se desluce tanto que quedan fagocitados por la inconsistencia del entorno. Es increíble que Burman haya logrado que Norma Aleandro nos resulte indiferente, encarnando un personaje que nada aporta.
Los diálogos sobre sexo que tienen las mujeres entre sí son vulgares y además, innecesarios. Con respecto a la vasectomía, el contenido de esta película induce a que el espectador crea que se trata de un procedimiento reversible (en varias oportunidades se hace esa aseveración) ¿Qué le pasa a Burman? ¿No sabe que también el cine es cultura y que no puede estar difundiendo ese mensaje falso respecto de un procedimiento quirúrgico con consecuencias por demás trascendentes para cualquier hombre que se lo practique? ¿O simplemente no se molestó en consultar con un médico antes de escribir el guión? Tal vez, el director/guionista haya sido mucho más sofisticado y lo que quiso transmitir es que el personaje de Brandoni es un médico descerebrado que no tiene idea de lo que dice, pero creo que esta hipótesis es demasiado elaborada considerando el contexto general de la obra.
Trato de encontrar un patrón que aglutine los elementos tomados aparentemente al azar para construir la trama; no lo encuentro. La película parece una coctelera en la que pusieron el poker, la vasectomía, la dualidad mentira/verdad, la trova rosarina, el duelo, los telos, el judaísmo, la pecera vacía y, para rematarla, un niño cuyo padre ni siquiera sabe que tiene una guitarra y que literalmente de la noche a la mañana se transforma a los ocho años de edad casi en músico sesionista. Innumerables cabos sueltos, nada tiene sentido y no hay ninguna historia dentro de esta película que merezca ser contada y mucho menos si la forma de hacerlo es la que han elegido: sensiblera, cursi y elemental.
Crotalus
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