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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 271
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
8 de marzo de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de esas películas de las que desconocía por completo su existencia y que sin embargo no está nada mal. En cierta forma se trata de un western urbano, en la que el pobre Michael Boll se cruza con el forajido Alex, quien sin duda ha hecho un máster en vicio y perversiones varias. Se las sabe todas.

Haciendo una lectura tirando a esteta nos encontramos que la historia del profesional cumplidor que topa con el fiestero follador viene a dramatizar el choque entre la personalidad diurna con la nocturna. El consciente y el subconsciente. La diurna obviamente es Michael, un especialista informático que se rige según los deseos de la sociedad pero que precisamente por eso se encuentra frustrado y con una personalidad algo apocada que le impide reaccionar satisfactoriamente frente a las tensiones. La nocturna es Alex, coronel general de la amoralidad, siempre ávido de bocados lujuriosos, criminales y buscando nuevas formas de manipular a quien se cruce en su camino. Su vida transcurre principalmente cuando las luces de las farolas se encienden y su juego preferido es cazar desprevenidos.

Koepp demuestra su buen oficio como guionista y de ese encuentro entre opuestos dibuja primero una amistad peligrosa que desemboca en violencia, en un thriller efectivo, narrado con buen pulso, y que esboza con gran soltura a sus personajes, situados hábilmente en un Los Angeles alternativo y noctámbulo, surtido de clubes privados a los que se accede con contraseñas y en los que se puede conocer a gente muy particular o escuchar música industrial. La primera cosa que me chirrió fue que Koepp exagera un poco el carácter de los personajes: Michael resulta demasiado infantil y Alex es gratuitamente malvado. Todo esto se perdona sin grandes esfuerzos gracias a que la historia, salpicada de aires Hitchockianos, sabe mantener el pulso y la tensión; sin embargo, al llegar el desenlace, el conjunto se malbarata con un final bastante pacato y moralista* que sin duda viene a complacer el gusto conservador de la todopoderosa distribuidora Unviersal. Es decir que sí, que les gustó la idea de ofrecer cierta travesía noctámbula y dionisíaca pero sin llevar las cosas muy lejos. Una pena, porque el final daba para más.

Deja la sensación que con los elementos anteriormente comentados la película ofrece la vía para una historia más potente y trasgresora. Y efectivamente así es. Años después David Fincher rodaría un filme en el que problematiza con la frustración de la clase media que cumple con los mandatos de la sociedad y le haría confrontarse con un personaje que viene a representar su anverso idealizado. No hace falta ser un genio para saber que me refiero a "El Club de la Lucha".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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8
5 de marzo de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ciudad de México ha sido uno de los lugares más fascinantes, sorprendentes, vivaces, estimulantes e inagotables de todos los que he podido visitar. En sus calles no hay una construcción planificada y un aspecto unificado como aquí en Europa, cada calle puede sorprender con una postal distinta y variada, siempre empapadas con ese aire desmañado, cutre y alegre. De hecho lo que más me gustaron fueron los lugares "naco", ahí dónde escuchas nuevas variantes del español, pruebas nuevos sabores y, en fin, que puedes encontrar casi cualquier cosa que te imagines. Mas, cuando traspasas Reforma, la cosa ya es otra, se convierte en un lugar más ostentoso y que desea reafirmarse como una ciudad norteamericana, el vértigo vertical se impone, los rascacielos se multiplican, las mansiones desprenden lujo, todo es obligatoriamente imponente y lujoso/caro. Esa forma de construir y vivir refleja cierta mentalidad imperante en la clase alta chilanga, que mira con desdén hacia cualquier cosa que evoque mestizaje e indigenismo, prefiere orientar su mirada al norte y comprar el mismo vestido en Nueva York.

Los personajes de esta película sin duda vendrían a ser un reflejo de esa mentalidad. Gente que nació acomodada, que creció entre algodones y que al crecer han visto como todos los deseos se cumplían sin esfuerzo. Estas mujeres de Las Lomas se someten a cuidados de belleza, compran sus garras y montan opíparas fiestas con el único objeto de deslumbrar a sus amigas y a otros conocidos, obtener la aprobación o alabanza motivada por una de sus elecciones es el culmen de la existencia, el sazón de su ego. Alejandra Márquez Abella recrea un mundo dónde las mujeres viven como eternas adolescentes, las cosas que obtienen se materializan como consecuencia de su voluntad y no de su trabajo, como pago en las reuniones de trabajo han de saber estar calladitas, ser un bello adorno y ya en el conciliábulo del club las mujeres criticarán a sus maridos y a otras personas no presentes. Es un mundo sin causas y apenas consecuencias.

Por eso, debido a la gran recesión que se produjo en el país hacia 1982, la vida de estos personajes se trastoca y amenaza con un terremoto peor que el de 1985. El marido de Sofia, la protagonista, también ha vivido de las rentas, del trabajo de su padre, no sabe desenvolverse en los negocios, todo lo vino con facilidad, y cuando arrecian las vacas flacas, la familia al completo se ve expuesta al furor del oleaje. Una vez que se pincha el globo del dinero, las máscaras caen y las apariencias se desvelan tal como son. El amor matrimonial, el prestigio social, las amistades y la felicidad... de golpe nada parece seguro y tangible. Un mundo construido sobre el humo.

De Márquez Abella ya había visto "Semana Santa" y coincide con la presente "Las Niñas bien" en la construcción de dramas de sutiles, dónde los personajes se ven atrapados por las circunstancias de sus vidas y, pintando con suaves colores satíricos, cada cual se ve forzado a encarar la realidad que había bajo la fachada. La narración adopta ciertos dejes de tragedia, donde el destino es reemplazado por la crisis económica que todo lo barre. Pero sería un error y una torpeza pensar que se está frente a una telenovela o un simple melodrama. La directora cita en los agradecimientos a Michelangelo Antonioni y a Lucrecia Martel, lo cual ya nos da una buena pista de cuáles son sus referentes a la hora de construir su obra. Se impone la alusión ambigua, la referencia solamente válida para los atentos y en absoluto ofrece asideros al convencionalismo en forma de tramas artificiales y grandes aspavientos o diálogos explicativos. No pocos espectadores mirarán el metraje sin comprender nada, todo les parecerá afectado y pretencioso. Además, sus personajes no son sencillos de captar, son los opresores, que golpea con guante blanco y un mohín modoso, es gente terrible que si un trabajador reclama ser pagado, la señora opta por solicitar su despido. Es la gente de la vida fácil, de los privilegios y, en no pocas ocasiones, de la "pinche soberbia". Un ojo un poco atento notará que en el personaje de Ana Paula Hadad se dibuja el de la advenediza, el de la nueva rica recién llegada y no especialmente blanca que merece recibir todas las afiladas punzadas que le puedan lanzar estas personas terribles.

Y sí, es sumamente sutil. Requiere atención. Piensen solamente en esa escena final, la de la comida de cumpleaños, cuando Beto Hadad descubre que el marido de Sofia lleva unos gemelos que él ha reconocido como suyos y sin embargo calla porque en el fondo reconoce que el otro lleva más tiempo ejerciendo como privilegiado y prefiere callar. Es también una sutil alusión a una forma de hacer, el de la corrupción institucional? Puede ser, pero lo importante es que se perciba como se produce ese relevo generacional, cuando las Sofias se ven obligadas a agachar la mirada y aceptar el tutelaje de los nuevos poderosos, los Hadad (alusión a Carlos Slim?), que parecen haber ocupado la primera línea. Al escenificar ese relevo generacional y social, la directora emparenta su ficción con "En busca del tiempo perdido" de Proust, que también representaba la ostentosa vida de las clases altas, sus husos y costumbres, y también el período de cambio en el que la nobleza perdía el lugar frente a la burguesía.
En todo caso el conjunto supone un acertado retrato de esa gente de Las Lomas, Polanco y El Pedregal, de una forma de ver la vida y que, no nos engañemos, no desapreció, solamente se recicló.
Jean Ra
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7
1 de marzo de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene toda la pinta de ser un mero ejercicio actoral filmado, casi un pasatiempo que se conceden unos directores que se sienten cómodos con su equipo. La falta de trascendencia o que la conclusión no tenga lo que se dice pegada así lo ratifica. Ahora bien, por poco que uno se fije, se detecta que bajo esa capa de distensión se deslizan ciertas connotaciones, ciertas ideas que no me hacen posible pensar que esté frente a sólo un mero entretenimiento que los Safdie rodaron durante los descansos de "Uncut Gems". Tiene algo de broma, pero con carga de fondo.

Una rama importante de la comedia clásica descansa en la idea de los contrastes. El gordo y el flaco o La extraña pareja serían ejemplos de estos casos, pero también Chaplin recurría a este tipo de situaciones (mucha hambre y poca comida y demás). Para visualizar esta idea, los Safdie ponen en escena un personaje teñido de dorado y el otro de plateado. A partir de ahí se detectan otras dualidades que recorren su breve duración. De un lado tenemos a la apariencia simpática y curiosa de estos artistas callejeros bajo la que late cierta pulsión territorial, violenta, especialmente en el hombre dorado. En otro nivel también nos damos cuenta que interactúa el anonimato del hombre dorado con la enorme popularidad que Adam Sandler atesora.

Los directores neyorkinos tienen la mano rota captando la atmósfera de las calles, siempre consiguen recrear un ambiente callejero muy vívido en cada una de sus obras. Seguramente en esta ocasión utilizaron cámaras ocultas para poder rodar en pleno Times Square, y así vemos como muchos de los viandantes inadvertidamente fotografían y ríen con una estrella de Hollywood a la vez que ignoran que entre esos dos hombres bulle una rivalidad feroz: uno se burla y el otro amedranta. El hecho que esté rodada en Times Square también me hace sospechar que existe otra noción oculta en la elección de este escenario, como que se ha querido utilizar como símbolo del capitalismo y que viene a remarcar esa idea de la competencia agresiva y poco leal, quizá alude a una forma de actuar en esferas más altas y adineradas, pero que está tan asimilada en el subconsciente colectivo que termina aflorando en posiblemente el nivel más bajo.

Y todo esto en poco más de seis minutos, casi aparentando que apenas hay nada. Por eso los hermanos Safdie están llamados a hacer cosas más grandes y a labrarse un nombre en la historia del cine norteamericano.
Jean Ra
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7
19 de febrero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera escena ocurre a plena luz del día. Diana está en su casa, situada en un confortable suburbio, y es asaltada por dos sujetos violentos, que la violan sin contemplaciones. Diana no cuenta nada de este terrible suceso a Mario, su marido, con quien hace una semana que ha decidido volver a darse una segunda oportunidad. No se fía de él? ¿Prefiere no agitar más las aguas, ya de por sí revueltas? Resulta que Mario estaba cerca cuando los hechos ocurrieron y los presenció. Su respuesta tarda demasiado en producirse, y para cuando parece listo para intervenir, los dos tipos acaban y se van. Descubrimos entonces que Mario es un hombre lleno de inseguridades y miedos a cosas tan variadas como las calles vacías o los viajes en avión. Su frágil masculinidad le hace sentirse en entredicho, desea vengarse, pero tampoco sabe qué hacer. Se inicia así una andadura introspectiva para ambos, juntos pero no revueltos, un viaje hacia las regiones más oscuras de la mente.

Las últimas escenas ocurren por la noche. Una maravillosa fotografía captura las luz artificial, los claroscuros de las calles que también son los de las mentes de sus personajes. Es así como se plantea esta historia. La ficción como un dispositivo para explorar las zonas menos corrientes de la vida. Los personajes se saben vulnerables, pero saben que confesarlo supone también rebajarse. Necesitamos exteriorizar aquello que nos atormenta y a la vez victimizarse es exponerse a una posición de debilidad nada apetecible. Nunca es agradable ser tachado de blando, es mejor callarse y buscar la forma de más o menos arreglarlo todo. Conocemos a unos personajes, ciertamente palpables y esbozados con relieve, que viven aislados en su vida común, en un entorno urbano y moderno, un lugar predispuesto para acallar los instintos y alejarse de la naturaleza. Y a pesar de ello, esos instintos persisten en el fondo de la mente. Supongo que por eso aparece, con significativo peso en la historia, el enorme vivero de las plantas, como una transposición de la selva en plena ciudad y por lo tanto una metáfora de ese territorio salvaje al que Mario se dirige.

La reacción de Mario da un viraje ciertamente prosaico al rumbo de la narración. Su reacción no es la más común y convencional, aún y así resulta interesante. La ficción asume su carácter artificioso y sigue adelante. Se construye una especie de narración dostoyevskiana acerca de la culpa y la obsesión, una ilusión que sirve sin embargo para adentrarnos en ciertos territorios más familiares que lo que nos gustaría admitir.

¿Hasta qué punto podemos controlar nuestra vida? ¿Qué podemos dar por seguro? ¿La perdurabilidad de la pareja? ¿La protección de la vida social? ¿Realmente podemos domar los impulsos? La historia plantea numerosos interrogantes, algunos, hábilmente, quedan en el aire para que cada cual busque respuestas en su propia vida, que seguro no se aleja tanto de la de Mario y Diana. No deja de ser una lástima que quizá se exagere un poco el castigo al crimen, que a pesar que no desbarate ni sabotee el conjunto, se aleja de lo común. Pero lo dicho, la ficción cómo método de exorcismo, como dispositivo para examinar las pesadillas y los monstruos producidos por el sueño de la razón.
Jean Ra
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6
5 de febrero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los pocos minutos se descubre que estamos ante una maniobra no poco arriesgada: una película de ciencia ficción que toma no pocos gestos de puesta en escena de Robert Bresson. Hablo de esos planos detalle montados únicamente para captar gestos decisivos, el hieratismo de la dirección de actores, la inmovilidad de la cámara. Y sí, reitero: estamos ante una distopía, ante una obra en la que unos jóvenes huérfanos se han agrupado y viven como marginados, perseguidos por una policía formada por drones. Ellos habitan urbanizaciones deshabitadas, prometen no enamorarse, sociabilizar no les está prohibido, aunque lo evitan en la medida de lo posible.

Y lo curioso es que esa pátina de cine católico no termina en esos pocos recursos, tomados para componer la estética, también nos encontramos con que la figura central parece una transposición de Juana de Arco, que se rebela contra no sé sabe qué o quién, otro de los personajes ve el holograma de su hermana muerta, que sería lo mismo que decir una aparición, o sea, un delirio místico. Ella les cuida y les quiere como a una madre, en cada una de sus crisis es su soporte y el pegamento que mantiene a ese grupo de diez muchachos unido. En "Jessica Forever" los personajes tratan de mantenerse alejados de cualquier cosa que les cree apego a un mundo que les odia, intentan apagar las pasiones para también acallar sus trastornos mentales... y sin embargo, parece decirnos los directores, esto no se puede hacer indefinidamente. El ser humano es un ser movido por sus impulsos, sus ideas y sus pasiones, y éstas, tarde o temprano, afloran. La gente no cambia, se adapta. Puedes engañarte un poco toda la vida, puedes engañarte completamente durante un tiempo, pero no puedes engañarte completamente toda la vida.

Según me parece la acogida del público no ha sido demasiado calurosa. Quizá sea porque tiene los mimbres para crear una película de cinecia ficción de acción y en vez de eso opta una película introspectiva donde se examina los conflictos internos de los personajes. Pero es innegable que este "Jessica Forever" tiene objetivas faltas. Para empezar el contexto, que aspira a plasmarlo como un trasfondo, algo muy sutil, pero que no se sabe exactamente contra qué se rebelan esos muchachos. Siendo una narración de personajes, la verdad es que la composición de éstos a veces resulta algo meliflua, es como si no estuviésemos frente a jóvenes, si no a ángeles, a verdaderos serafines ideados a través de un romanticismo anacrónico. Su "lado oscuro" quizá resulta demasiado prosaico y el lado luminoso le sobra ingenuidad.
A eso sin duda hay que sumarle no pocos momentos de verdadero patinaje, bastante ridículos. Como cierto soliloquio exaltado que uno de los personajes suelta al llegar a la que será su nueva casa. O cuando otro de ellos se declara a una joven recién conocida y ella empieza a adoptar posturas de gimnasia a modo de contestación. O cierta fiesta de regalos, que supongo que viene a plasmar la vena consumista de la que están compuestos estos ángeles rebeldes y posmodernos, pero da igual, es como si estuvieras viendo a huerfanitos desamparados que viven su primera navidad. Rechina bastante. Supongo que cada cual podrá añadir otros momentos diferentes, porque de ésos los hay unos cuantos, a gusto del consumidor.

Y sin embargo, salvo algunas escenas puntuales de cierto embarazo, vi la película con simpatía. Me gustó ese cruce imposible de cine ascético y molde narrativo moderno. Las localizaciones están manejadas con gusto y ambientan fantásticamente una historia extraña, crean un mundo sumamente envolvente, donde no sabes si en algún momento surgirá alguien que romperá con todo, despertará a los personajes de su ensueño ingenuo y les hará aterrizar al mundo racional, pero que transmite cierta sensación de serena desesperación, que de alguna forma estás viendo algo así como la fase final del capitalismo.

Quizá los directores se pasaron de frenada y encararon un proyecto muy por encima de sus posibilidades. O hay algo, una cosa esencial, que todavía hemos de comprender, que no se nos revelará hasta la segunda venida. Cuando veamos a satanás cepillándose a una oveja en el patio trasero o cuando Greta Thunberg asuma la presidencia del Parlamento Europeo. Mientras tanto, para muchos de sus pocos espectadores, se tratará de una película que les encantará odiar; mientras que para la inmensa minoría será un placer culpable. Y la culpa, ya se sabe, es un vicio muy cristiano.
Jean Ra
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