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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.222
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
20 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sr. Peter Mitchell, mejor conocido como "Maverick", parece que se ha cansado de las alturas, los F-14, la escuela aeronaval y el USS Enterprise y ha decidido bajar hasta las pistas de carreras para introducirse en el mundo de los coches, los neumáticos y el NASCAR, y a toda velocidad, como le gusta a él...

O más bien a su álter-ego Tom Cruise, que un día (y todo gracias a su amigo Paul Newman), tras probar uno de los coches del mítico Richard Hendrick, propietario de Hendrick Motorsport, en el circuito de Daytona, decidió hacer una película sobre las competiciones de autos deportivos. Se le ocurrió la idea y concibió la historia, ni más ni menos que el vehículo (literalmente) adecuado para la estrella en imparable ascenso que era él, y que pronto dejaría en las manos de la todopoderosa pareja Jerry Bruckheimer/Don Simpson; todo quedó en familia al ir éstos a buscar a Tony Scott para filmar, de ahí que "Días de Trueno" tenga el sabor, la impronta y el color de "Top Gun"...
Intensos cielos anaranjados, ahora sobre las pistas. Mientras el director filmaba en circuitos como el Bristol Motor Speedway y por supuesto los de Daytona Beach, los productores, como siempre, se peleaban por el presupuesto y un guión realmente insustancial (¿qué se esperaban siendo de Cruise?), de ahí que acabara en el ajo Robert Towne, quien se metió de lleno en el universo de las carreras y las vidas de los pilotos. Pero hiciera lo que hiciese yo no veo ese esfuerzo en ninguna parte mientras transcurre el film, que ya empieza mal, con Cruise entrando (en moto) como la estrella que es, dispuesto a correr en el circuito, sin que sepamos nada de su personaje...

La verdad es que no parece importar mucho. Se llama Cole, es todo lo que debemos saber; también se sabe, desde que se cruza con Rowdy (Michael Rooker interpretando como siempre a Michael Rooker), que ambos pasarán de ser los peores rivales a los mejores amigos. No lo tuve que leer en sus ojos, estaba escrito en letras grandes en ese guión que se iba desarrollando día tras día entre las broncas de Simpson y Bruckheimer; un guión tramposo que al principio te hace creer que el protagonista es Robert Duvall en su rol poco disimulado del jefe de escudería de NASCAR, Harry Hyde (Hogge aquí).
Duvall es un enorme actor y logra que te creas a su personaje, pero su intrahistoria y su relación casi padre-hijo con Cole es saboteada por el puñetero guión, que se centra de repente en la amistad entre éste y Rowdy; no salgo de mi asombro al ver el nombre de quien escribió "Chinatown" y "Conexión Tequila" desarrollando una historia de amistad tan poco creíble. Los susodichos pilotos (ojo a la tensión dramática de la película) se dedican a competir en silla de ruedas por el hospital donde han sido ingresados o destrozando coches de alquiler por las calles y así como así ya son amigos...pues créanlo ustedes si les da la gana.

Por otra parte Cole es sólo el arquetípico héroe de Cruise en aquella época, el joven ambicioso atrapado en melodramas telenovelescos que lucha por un sueño, el mismo de "Cocktail", de "El Color del Dinero" y por supuesto de "TG"; y para redondear la cosa, como no podía faltar, hay que añadir un interés romántico. ¿La chica contratada que se disfraza de policía? Ojalá hubiera sido ella. No, claro, tiene que ser la enfermera de turno que se preocupa por la salud del héroe, poniéndole en confrontación consigo mismo, jamás lo hubiera imaginado (sr. Towne, ¿de verdad está usted ahí?).
Y ella es la futura esposa de Cruise, Nicole Kidman, que venía de Australia para comerse Hollywood (y lo que se terciase...). Así, a la instructora Charlotte, al oficial Metcalf y al piloto Kazansky de "TG" les reemplazan la doctora Claire, el jefe Hogge y Rowdy, remedos que van y vienen por la pantalla, como casi todos aquí, intentando hacernos creer que su participación sirve de algo (de todas formas, diga lo que diga uno y otro, Cole hace lo que quiere y ya está); pero para personaje inútil e innecesario el del piloto suplente Russ, que se inmiscuye en una historia que no es la suya y sin haberle invitado nadie.

No comprendo todavía la razón de ser de este repelente al que da vida Cary Elwes (como si el actor no fuese repelente ya de por sí), otro rival para el protagonista salido de la chistera de quienquiera que estuviese escribiendo el guión (imagino que Towne, harto de los productores, se lo daría a algún asistente o algo así...). Todo lo referente a drama e interacción de personajes es estereotipado, cursi e inconexo hasta la náusea, presto a atascarse y explotar como el motor de los coches que pilota Cole. Pero Scott, con su ojo clínico para el entretenimiento veloz y sin cerebro, nos arrastra sin piedad a eso precisamente, siendo las secuencias de acción lo que inyecta verdadera emoción a la película.
En mi opinión no existe ninguna otra en la Historia del cine que retrate mejor el mundo del automovilismo, del lado de la pista y del lado humano, como "Grand Prix"; el director falla en una cosa pero acierta en la otra, y al final de cada carrera, salpicada con la estimulante música de Hans Zimmer, nos deja sin aliento, con la sensación de haber asistido al mayor espectáculo del momento...eso sí, tan vacío e insustancial que dicha sensación se disipa en cuestión de minutos. Ni que decir tiene que Cruise arrasó con su vehículo en taquilla igual que Cole en el NASCAR: a toda velocidad y con ovaciones.

Y todo ello a pesar de los muchos retrasos, peleas en el set, cambios de guión y despido de los productores de Paramount.
Mientras tanto yo me pregunto...¿qué pasa al final con Rowdy? ¿Le interesa a alguien? A mí sí, la verdad.
Chris Jiménez
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7
18 de febrero de 2024
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¡La pintura!, ¡el color! Puedo escuchar los colores, puedo oler la piel de las mujeres que posan para ser inmortalizadas en los grabados y lienzos más allá de las aguas del lago encantado de Kanazawa, tierras de romance, fantasmas y otros hechos extraños.
Amores de unos, pecados de otros, ¿qué es aquí real o no? Hikono, mi amor, dímelo antes de morir...

¿Qué belleza se esconde bajo esa piel? Piel de mujer. ¿Qué captaban los ojos de Mojiro (o Yumeji) Takehisa para plasmarlas en aquellas pinturas de formas tan inusualmente alargadas, de rostros tan tristes, de movimientos tan melancólicos y al mismo tiempo tan llenas de color? Eran los ojos de un artista único, cuya vida se vio marcada tanto por las aventuras amorosas como por las desilusiones y la muerte, sobre todo desde la de su adorada Hikono, auténtica compañera hasta el fin de sus días, acabándolos enfermo de tuberculosis (igual que ella) en el hospital de Nagano, casi a los 50 años...
El actor Kenji Sawada, sin embargo, es un Yumeji muy feliz, despreocupado, excéntrico y no poco irritante en la recreación que realiza Seijun Suzuki para una última entrega con la que completará la llamada Trilogía Taisho, periodo al que no volvía desde hacía casi una década, cuando decidió perderse en el mundo de los espectros, la sutileza de las emociones, el romanticismo místico y las almas femeninas de esa obra maestra del cine universal que es "Kagero-za". Con "Yumeji" no se abandona del todo dicho mundo aunque esta vez la historia no procede de una fuente literaria, sino de la propia invención de Yozo Tanaka.

Lo que vemos aquí en realidad, y desgraciadamente, no es una transcripción de los acontecimientos de la vida del pintor y poeta, no vamos a seguir sus turbulentos pasos; el director se detiene en la belleza romántica y el misterio de la hermética e impenetrable era Taisho que lleva concibiendo desde "Zigeunerweisen", en 1.917, cuando el artista, con 33 años y junto a su esposa y su hijo Fujihiko, presentó una exposición de pequeñas piezas líricas en el Kanaya Hall de Kanazawa, un instante de gloria y reconocimiento para él, que era lo que más ansiaba y nunca tuvo del todo...
Pero este es un 1.917 más fantástico que real. Según el film, que desde el primer minuto nos absorbe en un imaginario de figuras etéreas, movimientos hipnóticos y colores vibrantes, destacando los tonos ocres sobre el rojo y el marrón, muy pronunciados en esos ricos escenarios diseñados por el genio Noriyoshi Ikeya, Yumeji es un fanfarrón amante de las geishas, de la belleza del cuerpo femenino, un hombre que desfila entre el sueño y la realidad, entre los mundos de sensaciones que abren sus extrañas obras. Kimiko Yo, que me enamoró en "A Night in Nude", es la primera de la larga lista de mujeres que pasará ante los ojos del protagonista.

Tampoco se demora Suzuki en introducir ese toque absurdo tan ligado a un estilo que ha logrado definir como único, para hacer de la belleza artística algo sorprendente, inédito, capaz de dejar boquiabierto incluso al más experimentado en el surrealismo. En "Yumeji", sin embargo, esa belleza, ese misterio sobrecogedor, viene desde el universo de la pintura, tal como en "Zigeunerweisen" fue la música y en "Kagero-za" el teatro (podríamos hablar de una Trilogía de las Artes); la realidad se pinta en un precioso lienzo de comienzos del siglo XX igual que el artista pinta los cuerpos desnudos de las mujeres que ama.
Se introduce a la verdadera Hikono, encarnada por Masumi Miyazaki, pero el guión poco hincapié hace en ella, y al parecer no hay ni rastro de ningún hijo ni de la primera esposa de Yumeji, Tamaki. La realidad, si podemos concebir lo que nos presenta el cineasta como tal, sufre un desvío con un viaje a un lugar lejano, aquella misma Kanazawa en la que se perdía el Matsuzaki de "Kagero-za", la misma donde se supone que el artista se reunirá con Hikono, quien se recuperá de su tuberculosis. Una nueva posada sirve de refugio oculto entre frondosos bosques de enigmas, peligros y aventuras que desplazan la línea espacio-temporal a un plano de realidad distinto.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Sueño y realidad, muerte y amor, violencia y sexo, se vuelven a unir en un espectáculo fascinante. El rojo de la sangre inundando las habitaciones, los fantasmas regresando de los vivos desde las profundidades, Mariya en el suelo con sus caderas arqueadas y muslos brillantes, los fluidos del ojo reventado de Hasegawa, el campo de cereales y Yumeji perdido en él, evocando una muerte próxima, la que le llegaría 17 años después...
Por última vez Suzuki nos impregna con la nostalgia mágica, los registros sensibles de su particular era Taisho. Nada tiene sentido, pudo tenerlo, pero no lo hay dentro de estos límites. "Yumeji" es reconocida y galardonada a nivel internacional y considerada una de sus obras maestras; en este caso no estoy de acuerdo, lo que no resta para seguir dejándome impresionado ante tal catarata de imaginación, emociones y expresión artística cuyo objetivo es, simplemente, alcanzar el cenit de dicha expresión...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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7
16 de febrero de 2024
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A Doi A Bia se la conocía tradicionalmente como "El monte de la bestia agazapada" debido a su forma y posición, un terreno árido, escarpado, de más de 900 metros y oculto por la espesa jungla, matorrales de bambú y varios escalones de tierra.
La Guerra de Vietnam la convirtió primero en la colina 937, más tarde en "Hamburger Hill"...

Durante unos 10 días se alargó allí un enfrentamiento entre los enemigos del ejército de Vietnam del Norte y varias tropas que comprendían divisiones de infantería de aerotransporte, de marina y regimientos de caballería. Ahora entendemos el disgusto del soldado Motown cuando se entera de su inevitable regreso al valle de A Sau, desde donde se erigía esa colina que al término de su captura acabó alfombrada con más de setenta cadáveres de jóvenes que fueron enviados para nada, ya que no se trataba de un punto de especial atención estratégica, por mucho que formase parte de una operación mayor ("Apache Snow"), cuyo objetivo era impedir al ejército norvietnamita el traslado de suministros desde Laos...
La productora Marcia Nasatir quería llevar esta historia al cine, y el guionista Jim Carabatsos, que también combatió en Vietnam en caballería, sentía auténtica repulsión por las recientes películas que explotaban el tema de dicha guerra, en especial "Apocalypse Now" por la pésima imagen sobre los jóvenes norteamericanos. John Irvin, que realizó documentales en el mismo lugar en 1.969, se unió con la esperanza de poder "Honrar el espíritu de aquellos muchachos que no pidieron estar allí" a este proyecto rechazado por casi todo Hollywood debido a la impopularidad del tema (y es que aún nada se sabía de "Platoon"...).

Así que el director se encuentra en Filipinas rodando una accidentada producción independiente a la que Paramount tardará mucho en prestar atención y con un puñado de actores que no han hecho prácticamente nada y cuyas caras seguirán pasando desapercibidas para la inmensa mayoría (a excepción de Dylan McDermott, Don Cheadle y Steve Weber). Eso es lo que quería Carabatsos, reunir un reparto coral sin estrellas en él para que la sensación de sangre nueva fuera la misma dentro y fuera del film, y se aprecia esta frescura y riesgo.
Irvin, un artesano que tan bien sabe trabajar en el género de acción, no empieza con prólogos evocadores o "flashbacks" melancólicos. Empezamos en el centro del peligro, entre las balas, la espesa jungla, el polvo levantado por los helicópteros, la sangre que sale a borbotones de los estómagos de los heridos. Nos han lanzado al Infierno de cabeza, así debieron sentirse los chicos que fueron a Vietnam a que los mataran; al numeroso elenco lo iremos conociendo no por una molesta voz "en off", sino por sus interacciones: el uso de un diálogo poco "sofisticado" refuerza el realismo que quiere el director, y se nota que Carabatsos estuvo en la guerra, porque sabe cómo han de hablar tanto los veteranos como los reclutas.

Todas las conversaciones y conflictos que se irán produciendo entre los compañeros de ese 3.er batallón de la división 101 resultan confusos, muy patéticos en ocasiones, fuera de lugar o excesivos en su dramatismo. Se trataba de jóvenes que habían sido vapuleados mental y emocionalmente en un lugar horrible lejos de sus familias; es imposible que su forma de pensar y proceder fuesen lógicas. Irvin y Carabatsos tampoco rompen la atmósfera para viajar a las estancias de los altos mandos e informarnos de las operaciones, los planes de ataque y las quejas como en tantas películas se hace.
Nosotros nos quedamos cerca de los hombres del sargento Frantz y escuchamos sus ilusiones, tonterías o recuerdos de una época mejor, a veces alcanzando instantes desgarradores (el mensaje grabado de la novia de Beletsky). No hay un estilo tan perfeccionista como en las futuras "La Chaqueta Metálica" o "Corazones de Hierro", el británico apuesta por lo directo, la acción abrasiva, cámara en mano o en espacios reducidos, impidiendo las vías de escape, para hacernos a la idea de esa sensación de amenaza que pende sobre las cabezas de los protagonistas, y que toma forma cuando finalmente son destinados al ataque de la colina 937.

No veremos las decisiones del general Melvin Zais, quien lejos de aceptar la derrota siguió enviando soldados el 18 de Mayo a tomar un lugar sin interés y casi totalmente a ciegas por culpa del impracticable paisaje y las terribles condiciones climáticas, mientras los helicópteros aliados, debido a un error de las órdenes, aniquilaron a muchos hombres (aquello debería de haberse llamado Operación "Suicida" o "El Día de los Mártires"). Tampoco las reacciones negativas del pueblo americano tras publicar la revista Life fotos de los soldados destrozados en la colina...
No, la cámara de Irvin se queda siempre con el equipo de Franz, y capta de primera mano lo que debe ser un combate cara a cara con un enemigo situado en una posición superior. Es el efecto del barro que se nos mete en los ojos, el olor de la carne muerta que nos atasca las fosas nasales y ver el pecho abierto lleno de metralla de uno de esos pobres personajes con quien hemos compartido ciertas intimidades, un realismo doloroso que alcanza una cierta belleza cruda, y las interpretaciones de los actores ayuda a creer en ello. Lo peor es que la colina fue abandonada poco después de su captura, ejemplo de lo absurda que era esa maldita guerra...

Una lástima que Paramount no se decidiera a estrenar el film rápidamente. Irvin, Carabatsos y compañía tuvieron que esperar a la aceptación masiva de la obra de Stone para poder ver la suya en cartelera.
Y aunque nunca logró una popularidad tan grande como aquélla o la hazaña de Kubrick siempre fue muy apreciada entre los veteranos de guerra...el público a quien realmente iba dirigida.
Chris Jiménez
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8
15 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delitos que se cometen a espaldas de la moral, faltas donde es inevitable caer en la lujuria y en el interés propio. Tener éxito en las consecuencias viene determinado, qué irónico, por la mera suerte...
De nuevo Woody Allen nos da una dura lección sobre la importancia de las decisiones y el azar.

A mitad del 2.000 se cumplía algo que no desde hacía poco tiempo se venía intuyendo en la vida del director: un cambio de aires (lo extraño es que no lo llevase a cabo una década antes con todo el asunto Farrow/Soon-Yi). Empieza así otra etapa dejando ese paréntesis de divagación que podría extenderse desde "Celebrity" o incluso más atrás, una renovadora y perfeccionista; pensada para filmarla, cómo no, en New York, al final "Match Point" se traslada a Inglaterra ya que se encuentra sin financiación en EE.UU.. Él acusa al avaricioso sistema de estudio de Hollywood, pero tal vez el rencor hacia su persona seguía siendo la razón...
Como produce BBC Films el reparto tiene que ser británico, salvo una excepción que se convertirá, para Allen y para sus fans, en otro milagro de esos que no suceden muy a menudo. ¿Qué quimeras actuaron para que Kate Winslet rechazara ser la protagonista?, ¿fue la suerte de sentirse agotada con su trabajo y decidiera pasar más tiempo con su familia? Gracias a ese golpe fortuito, porque tal vez otra actriz habría aceptado y ya está, es el que acerca a Scarlett Johansson a su paisano. Igual que la pelota de tenis que vemos al principio de la película caer a un lado de la red y no al otro, se trata de una fuerza mucho más poderosa que la voluntad humana: la de la suerte.

No podemos sospechar nada del juego de identidades e intriga que nos prepara Allen cuando conocemos a Chris, un apuesto, tranquilo, inofensivo, diría cualquiera, ex-campeón de tenis afincado en Londres que no tarda en hacerse un hueco en la alta sociedad. Por la suerte de cruzarse con Tom, tan o más asqueroso que su hermana; y es que se deja bien claro la facilidad de manipulación que ejerce esta familia Hewett para arrastrar a Chris a su terreno, quien se ve reducido a la nada ante sus propuestas, decisiones, incluso humillaciones (cuando se convierte en novio de Chloe ésta no deja de atacar sus orígenes humildes y moldearle, cual estatua sin vida, para encajar en su repulsiva atmósfera "snob").
¿Quién iba a preveer el comportamiento que de repente adopta al ponerse frente a la intrusa Nola? "¿Quién será mi próxima víctima?", esa es la frase con que se presenta el personaje de la Johansson más sensual, magnética y deseable que hayamos visto nunca (lo diametralmente opuesto a la idiota de "Lost in Translation"...). Es la frase de una "femme fatale" del "noir", es ella quien parece una mezcla moderna de Gloria Grahame y Diana Dors, pero aun así no es quien inicia el ataque, sino él; saltan chispas entre Johansson y el engañoso Jonathan Rhys-Meyers, anunciando un súbito cortocircuito.

Allen no esconde sus influencias sobre un tema del que ya se ha escrito y filmado mucho (el romance furtivo entre un hombre de buena posición y una mujer que amenaza todo su bien estructurado mundo); el principio de "Un Lugar en el Sol", donde sólo habría que cambiar las posiciones de George, Alice y Angela por las de Chris, Chloe y Nola, unido a los ecos que han permanecido de "Manhattan" y sobre todo "Delitos y Faltas". La mitad más negra y triste de ésta, la del oftalmólogo Judah, se recrea con fascinación falsamente luminosa por el pintoresquismo londinense.
Impregnado de Greene y Highsmith, Allen sigue los tópicos de la novela romántica (el paseo por la playa de Judah y Dolores, el tórrido encuentro bajo la lluvia de Chris y Nola) y sus personajes masculinos se ven paralizados por las poderosas féminas. Sin embargo esto da paso a la infidelidad y la mentira y de ahí a la insatisfacción, al sufrimiento, a la desesperación y finalmente a un acto donde no queda ni rastro de moral ni salvación (irónicamente Chris lee "Crimen y Castigo", pero donde el protagonista hallaba una redención y el descubrimiento de Dios en "Match Point" no hay ni redención, ni Dios, ni castigo, ni esperanza, ni nada de nada).

Vemos lo que tuvo que haber sido "Delitos..." en realidad, sin su mitad ligera ocupada por el propio Allen. Aquí la atmósfera se vicia de melancolía, desapacible y asfixiante, ni siquiera hay espacio para el sarcasmo y los personajes caminan por el sendero de un "thriller" de sabor agrio, pero la que se suponía pérfida manipuladora sólo es una pobre engañada y torturada (sin llegar a la neurosis de la Dolores de Anjelica Huston) por un "homme fatale" fácilmente distinguible (en la reunión de los Hewett él se mantiene alejado, destacando entre la luminosa naturaleza con sus ropas negras mientras Nola, al otro lado del teléfono, viste de blanco...).
La pérfida neurótica en este caso es Chloe, la esposa y no la amante, tergiversando ese papel de "Delitos...", la que presiona cada vez más a Chris con exigencias de embarazo y sexo mecánico en contraste a la lujuria y pasión desenfadada que le ofrece Nola, hasta que la situación se retuerce y tensa, precisamente, con un embarazo que le llega a la mujer equivocada (el conflicto de la obra de George Stevens, también torcido) y desatándose los infiernos. Pobre Nola, acosada, despreciada y humillada toda su vida, jugando el destino contra ella; queda un poso de amargura y en última instancia ecos de Bergman y Dostoievski, visitando en sueños los espectros, pero sentimiento de culpa no lo hay en ningún sitio...

Si de algo se puede tildar a la obra que resucitaría por todo lo alto al director es de no plantear la trama más original del mundo y de que a veces se resiente su ritmo por repetirse demasiado (esas continuas peleas entre los amantes, ¿de verdad es necesario?).
No nos había hundido tanto en la oscuridad del ser humano, tal vez desde la lejana "Maridos y Mujeres". Es lógico que la haya elegido como su película favorita...
Chris Jiménez
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6
14 de febrero de 2024
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Como bien reza la primera página del cómic que dio origen al mito, "Son unos pocos escogidos. Ellos observan, ellos protegen, ellos controlan, ellos son...los "Hombres de Negro" ".
Sus aventuras, que todos conocemos ya, explotaron en la gran pantalla, y dicha explosión nos alcanzó a todos. A mí, por ejemplo, en mi más tierna infancia.

Y la verdad, "Men in Black" no está concebida como un producto infantil, ni siquiera preadolescente, a pesar de que casi toda mi generación la descubrió precisamente en esas edades; aparecían alienígenas, Will Smith, había efectos especiales, uno de los productores es Steven Spielberg...pero ni esto era "E.T." ni tenía el tono simpático, cálido y familiar de "El Príncipe de Bel-Air". Tal vez porque la fuente de donde todo procedía, descubierta por un servidor muchísimo más tarde, a pesar de estar emparentada con la editorial Marvel (primero con Aircel), también se encontraba lo más alejado posible de cualquier enfoque infantil.
Lowell Cunningham idea, a partir de la popular leyenda urbana que tanto adoran los amantes de las conspiraciones, un tebeo que se adelantaría en años a "Expediente "X" ", muy elaborado artísticamente en blanco y negro por Sandy Carruthers, como si de repente novela negra y ciencia-ficción clásica se uniesen en un "thriller" violento, grueso, trepidante, y distinguido con un toque de humor negro áspero, más propio para ser publicación de Dark Horse, siguiendo los pasos de los agentes "K" y "J" en la defensa de todo tipo de amenazas sobrenaturales además del control sobre la sociedad.

De realizarse una adaptación al cine en el momento en que se lanzó el cómic (y eso me llevó a hacer el esfuerzo de borrar de mi mente las ya legendarias caracterizaciones de Tommy Lee Jones y Smith) no podía pensar en nadie mejor que Brian Dennehy y Judge Reinhold para la pareja protagonista, habrían sido perfectos según los modelos de Carruthers. No fue el caso cuando el proyecto empezó a moverse años después de la corta publicación original, entrando el gran director de fotografía Barry Sonnenfeld, que empezaba a conseguir éxito como cineasta comercial.
De elegir nombres Joe Dante, tal vez Tim Burton, John Landis o Terry Gilliam habrían sido una buena opción para equilibrar el tono de humor con la violencia, el suspense y la ciencia-ficción de bizarra imaginación, pero nunca se me podría haber ocurrido alguien menos adecuado para adaptarlo que Ed Solomon, el tipejo responsable de "Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted" y la insidiosa e dañina película de "Super Mario Bros.". ¿Por qué pensaron en él, qué vieron los productores en sus anteriores trabajos que sirviera para plasmar el excitante, misterioso y áspero universo de Cunningham y Carruthers? Sinceramente: ni idea. Pero tampoco fue todo culpa suya.

Se supone que empezó fiel al cómic, pero entonces dichos productores se metieron de por medio, y Sonnenfeld y su esposa, y Spielberg, incluso las exigencias de Lee Jones provocaron que el guión diese más vueltas que una peonza, quedando Solomon harto, estresado y muy cansado del proyecto. Toda esta intromisión se refleja desde la primerísima escena, que veo ahora y recuerdo a mi yo infantil viéndola por primera vez en VHS y quedando absolutamente alucinado por esos increíbles efectos visuales/digitales de Industrial Light & Magic pagados con más de 90 millones de dólares de presupuesto.
Otro motivo para alucinar es Lee Jones, con la misma mala sombra que su homólogo del cómic, el cual, por el contrario, jamás mostraba la misma ternura y simpatía; el actor es un "K" duro y expeditivo, pero comprensible y hasta nostálgico. Esa escena inicial, donde los Men in Black hacen su entrada triunfal para detener a un alienígena horrible que provocaría pesadillas al Predator, no existe en la obra original, pero era necesaria para dar el director al público las dosis de humor y espectáculo que sabrá va a disfrutar de aquí en adelante...y sí, eso no es problema, porque humor y espectáculo hay de sobras.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Pero, aun con todo el absurdamente explosivo disfrute que se nos lanza a la cara, las hilarantes interpretaciones de Vincent D'Onofrio, Rip Torn o Siobhan Hogan y la música de Danny Elfman, sigue quedando la desilusión de ver a unos personajes tan faltos de sustancia y esa manía obsesiva del director y los productores por apelar al espectáculo y rechazar cualquier idea mínimamente interesante (lo que pasó con el primer final, donde se adaptaba la interacción filosófica del cómic entre "J" y el alien).
La nostalgia me hace ser indulgente ya que esta película me ha acompañado desde tiempo atrás, y sé reconocer su importancia e influencia para el cine de acción y efectos digitales del nuevo siglo; pero también veo la poquísima justicia que le hace al tebeo original. Mi última apreciación: ¿por qué Fiorentino se une al MIB?, ¿qué la lleva a querer formar parte de ellos?...¿por qué tampoco se les quita a los productores de Hollywood la manía de arrancar páginas del guión o metraje del corte original?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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