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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 263
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
18 de marzo de 2024
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego el guion que despliega la dolorosa historia del clan Von Erich se ajusta de una forma de lo más obvia al conocido esquema del ascenso y caída, no se puede decir ahí que en ese aspecto Durkin arriesgue mucho. Sin embargo, para comprender la calidad que atesora este título, hay que fijarse con qué materiales artísticos y narrativos se llena esos espacios narrativos, que la verdad son notorios.

En el segmento del ascenso de Kevin von Erich en el circuito local de Texas se respira la atmósfera épica, Efron y sus melenas, peleando descalzo como un luchador griego unido a la prodigiosa banda sonora del canadiense Richard Reed Parry (el multi instrumentista de Arcade Fire) transmite esa sensación de exuberancia rocanrolera. Pelucas que lucen como llamas doradas y guitarras fogosas, es el festín de los dioses menores. Durkin se sostiene en la firme mano del húngaro Mátyás Erdély (responsable de la sublime fotografía de “El hijo de Saúl”) para filmar esas luchas en muy pocas tomas, con gran angular para apreciar el ambiente y moviendo musculosamente la cámara para capturar los golpes más decisivos, de forma que la espectacularidad de ese deporte es cazada al vuelo. Sólo por eso ya notamos que estamos ante una película fuera de lo común.

Pero luego la narración regresa al núcleo familiar de los Von Erich, a esa casa que Fritz von Erich compró luchando en los sesenta, un hogar que fundó y dónde se impone un ambiente amoroso, pero también muy disciplinario, en ocasiones imponiendo temor a sus hijos, a los que Fritz instrumentaliza para materializar sus propios sueños... también para convertirlos en máquinas de hacer dinero. Ahí sin duda está el meollo narrativo de esta historia. No me gusta mucho utilizar la palabra patriarcado, no deja de ser una muletilla facilona que se emplea para cualquier cosa como también lo es "woke", pero no hay duda que Fritz von Erich encarna al patriarcado, que impone a sus vástagos la obligación de ser fuertes, mantenerse de pie a cualquier precio y reprimir sus emociones, hecho que descubriremos resultará clave para dirigir la historia hacia su valle de oscuridad.

Porque si bien el esquema lo notamos trillado, luego ves las escenas y la calidad y compromiso del plantel actoral es total y aporta mucha solidez, es el anclaje emocional necesario para perfilar a los personajes y dar relieve a los dolorosos desvíos que les depara el destino. La desmedida exigencia de conquistar grandes cimas profesionales en la lucha hace que ignoren evidentes riesgos de salud que acarrean consecuencias, la imposibilidad de expresar y recibir consuelo de las noticias más penosas trae la necesidad de desfogarse de formas peligrosas, la presión familiar para asumir las metas impuestas también mete a algún personaje en cierta situación que le queda demasiado grande y que comprendemos no habría adoptado de no ser esa exigencia. Lo mejor de todo es que notamos la presión pero no se exagera la violencia con la que se impone, a veces basta con una charla familiar durante una comida para meter esas ideas en la cabeza, de forma que cuando leamos algo acerca de la "masculinidad tóxica" podemos observar estas escenas sin pensar en excesos melodramáticos, pues se refleja con vigor y honestidad.

A ese propósito se pueden apreciar más detalles en diferentes escenas. Por ejemplo, también sabemos que Doris, el personaje de la madre, tenía ciertas aptitudes para la pintura y que tuvo que abandonar para simultáneamente tener un empleo y ejercer como ama de casa, con lo cual se dibujan muy bien los roles familiares de la época, sin por ello subrayarlo demasiado para convertirla en una víctima. En otra escena clave, vemos que Kevin acude a Doris para tratar un tema de uno de sus hermanos y ella lo rechaza diciéndole que para hablar de sus tribulaciones ya tiene a sus hermanos, no le aporta ningún respaldo emocional, con lo cual se puede apreciar tanto la represión emocional como el temor a hablar con su padre de temas importantes.

El casting está sobresaliente. Vemos a Zac Efron sobre el ring, musculoso y peludo, una verdadera fuerza de la naturaleza, que luego en la distancia se miniaturiza, observamos la fragilidad en su mirada cuando su padre está cerca o la inseguridad cuando a lo primero tiene que relacionarse en el plano íntimo con Pam, es un personaje con aristas y la actuación de Efron las refleja vistosamente, posiblemente el papel de su vida. Luego está Jeremy Allen White, que es capaz de ofrecer mucho con los silencios y las pausas. Y así, el resto del casting se completa con excelencia y aportan el contorno humano de la narración.

Todo sumado, en el gran clímax la emoción es arrolladora. Sus fortalezas les condujeron al éxito y no lo pudieron aguantar con entereza debido a sus insuficiencias emocionales. Hacía tiempo que no veía una película con tanta emoción. De niño muchos veíamos a El Último Guerrero y Hulk Hogan o los Hermanos Sacamenteca en Tele 5, en el programa "Pressing Catch". La lucha libre para el imaginario infantil de mucha agente alrededor mundo ha sido casi tan importante como "Dragon Ball". Este "Iron Claw" dibuja la escena que antecede a esos espectáculos televisivos de los noventa. Nos transmite su aire amateur, las repentinas lluvias de dinero fácil, el dolor y la gloria que acarrearon. Durkin aborda este mundo con lo que a mí me parece mucho respeto, mostrando tanto lo positivo como lo negativo. Ignoro por completo la historia real de los Von Erich, pero sin duda en esta obra el trabajo por humanizarlos es más que excelso.

El gran formato con el que está rodado, el empaque de todos sus aspectos artísticos y su briosa narración nos entrega una experiencia muy inversiva, que no sólo cuenta unos hechos, también nos habla de la cultura de su tiempo, que podemos cotejar con el nuestro, posiblemente también lo harán en épocas posteriores, pues así son las grandes películas, las que honran al cine como una de las formas de arte más apasionantes jamás existidas
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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7
27 de febrero de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En algún punto de principios del siglo XXI, Michael Mann iba a dirigir 'The aviator', el biopic de Howard Hawks, dónde el magnate del cine, al igual de Enzo Ferrari, también es un motor de emprendimiento que influye en la sociedad de dónde surgió y a la vez posee una vida privada de lo más atribulada. Por azares que ignoro, cómo se sabe, Michael Mann quedó relegado a tareas de producción y la dirección cayó en manos de Scorsese. Pero queda claro que Mann se quedó con las ganas de dirigir un biopic de esas características y durante años ha estado persiguiendo este biopic sobre Ferrari, hasta que al final lo ha logrado.

He de decir que ideológicamente este título choca bastante conmigo. Toda la película se sostiene en los planteamientos del liberalismo, y no sólo por la cuestión de poner en el centro a un gran empresario, también cómo diferentes ideas permean los conflictos de sus personajes.

"Por dentro como quieras, por fuera como los demás", reza una de sus máximas. De esa forma, vemos a Enzo Ferrari que asiste a misas con sus trabajadores para que vean que es un hombre de firmes principios morales, una figura respetable. Buena parte de su negocio se sostiene precisamente en su figura pública, por eso mismo no puede finalizar su matrimonio con Laura, ya roto, y formalizar su relación paralela con Lina Lardi, en un lugar tan conservador como Italia, eso supone una afrenta, casi un motivo de repudio. Aunque a simple vista no lo parezca, eso también guarda conexión con la trama de las carreras y los coches que diseña.

Su personaje público le sirve también para atraer talento, a pilotos, pero también le da acceso a la prensa, con quien puede urdir artículos que le permitan mover otros resortes que luego influirán en el destino económico de su empresa (*). Y a la vez la prensa también es un agente que tensiona su conciencia y su imagen pública, una fuerza con la que debe lidiar y echar no pocos pulsos. Y es que una cosa es que las cosas sucedan y otra que trasciendan a la esfera pública y se conviertan en vox populi. En la película suceden diversos accidentes pero mientras permanecen en circuito cerrado se sobreentiende que es un riesgo que se toma al participar, gajes del oficio, otra cosa es cuando el accidente afecta a personas ajenas, a espectadores, entonces la imagen pública de Enzo Ferrari queda seriamente comprometida, de forma equivalente a sus problemas matrimoniales. Por eso cierta escena accidentada es expuesta de forma tan cruenta, porque ha trascendido al mundo real y eso tiene un peso diferencial.

Por lo demás, Enzo Ferrari es expuesto como un héroe liberal, su historia es una exaltación del trabajo duro, que aquí siempre se caracteriza como honesto, y muestra qué precio hay que pagar por trascender en un sector tan notorio; es un emprendedor que maneja su destino con conocimiento y astucia, un hombre al que las pasiones puede situarlo en peligro, pero que sin embargo su fortaleza interior permite dirimir con ellas con razonable entereza. También es un personaje que mira con desdén a los trabajadores, a los que en alguna escena califica de vagos por acogerse a sus derechos; ya digo que en lo personal choco bastante con todo el planteamiento ideológico esbozado en "Ferrari". Pero también creo que cuando uno lee un libro o ve una película no debe ir sólo a confirmar sus ideas, también es sano confrontar las propias certezas y lo importante es que Mann en esta ocasión expresa todo ello de forma coherente y razonada, no exige adhesión, sólo comprensión.

Un largometraje ambicioso, de factura mayormente clásica, alejada de ciertos experimentos con la fotografía de títulos anteriores, que también pone en evidencia que Michael Mann, por más que sea un hombre anciano, todavía posee ideas interesantes y fuerzas para rematarlas con vigor. Si a eso le añades que su visionado es mayormente entretenido, entonces no hay mucho más que objetar.
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Jean Ra
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8
18 de febrero de 2024
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que admitir en primer término que este título resulta más imperfecto que el anterior largometraje del gran Amat Escalante, "La región salvaje", sin duda más inspirado y redondo que este "Perdidos en la noche", cosa que no quita que estemos frente a un título valiente que desmenuza con lucidez los mecanismos de la violencia que oxidan la sociedad mexicana.

La violencia sin duda es un tema recurrente de Escalante, que suele aparecer desde diversos ángulos. Por ejemplo podemos fijarnos en "Los bastardos", dónde recrea una suerte de avatar el emigrante demonizado por la xenofobia norteamericana. O en "Heli", donde plasma el clima de brutalidad que bulle en una localidad cercana a la frontera norte, lugar en el que la precariedad de las maquilas se encuentra con la corrupción del ejército, impuesta por el narcotráfico, creando un cóctel infernal.

En "Perdidos en la noche" el foco es diferente. Una confortable y amplia casa al borde de un lago sirve de símbolo de la situación política surgida de esas desigualdades. Por un lado hallamos la familia Aldama, dedicados al arte y al cine, muy ricos y acomodados, que vendrían a simbolizar la modernidad. Rodrigo Duplas, artista y marido de Carmen Aldama, está enfrentado en disputa pública con la secta de los Aluxes, una secta religiosa fanática y hermética, a los que él acusa de pedófilos. Esta secta, acaso un trasunto de los evangélicos, representan por lo tanto la superstición, la tradición y el mundo reaccionario. En algún punto se nos da a entender que esta disputa en el fondo beneficia a ambos, pues así tienen a un némesis contra el que cargar y fortalecer su propio perfil.

Con eso en el trasfondo también comprobamos como la policía prácticamente sirven de empleados de los Aldama, muy complacientes y serviles con ellos, sin necesidad de corromperlos con dinero, sólo con su cercanía y apariencia logran que los servidores públicos obren en su beneficio y defiendan sus intereses. Al margen de eso el clima de violencia es palpable, en algún punto surge la noticia del asesinato de una niña de 6 años, que también levanta las iras entre los muchachos de una colonia popular, que toman ametralladoras más grandes que ellos y corren a tomarse la justicia por su mano, porque saben que el sistema legal no les ofrecerá reparo.

Tampoco se lo ofrece a Emiliano, el protagonista, la otra cara de la moneda, cuya madre en la escena inicial es una activista que protesta contra la gestión canadiense de unas minas locales junto a otros activistas y a consecuencia de ello la policía corrupta debe quitarla del paso, provocando más dolor en esa y otras familias. Ése es el germen de la violencia que luego se desencadenará, una situación surgida a consecuencia de los tratados de libre comercio, la corrupción de las fuerzas estatales y la desigualdad económica. Una pista surgida de forma fortuita pone a Emiliano sobre el rastro de los Aldama, se introduce en su vivienda y en sus vidas como empleado y poco a poco vamos conociendo un panorama repleto de oscuridad y diferentes formas de violencia.

Porque la fachada que ofrecen los Aldama es de belleza y glamour, más a la larga averiguamos que hay alguna violación en el pasado, también Rodrigo Duplas está tan obsesionado por crear obras violentas que posiblemente su equilibrio mental se viene abajo y se obsesiona con Emiliano y su historia familiar, todo por seguir teniendo relevancia. Con poco que se rasca bajo la colorida fachada se encuentran marcas siniestras y oscuras. Todos los personajes, en mayor o menor medida, están marcados por la violencia.

A grandes rasgos considero que Escalante no ha perdido su rigor dramático, su mirada social continua precisa y acerada, el único cabo que noto algo suelto es el personaje de Mónica Aldama, no por la sensual interpretación de Ester Expósito (que no sé por qué se convirtió en la deidad sexual de los pajeros de Twitter), sino porque el arco dramático de su personaje no siempre resulta consistente. Se nos da a entender que ella tiene atrás un pasado turbulento que le puede acercar a Emiliano, asemejarlos en sus heridas, pero no sé si es del todo creíble que se aproxime a él hasta ese punto. Y no porque Daniel García Treviño, por cierto un actorazo, no sea un mozo bien plantado, sino porque cuesta creer que una chica así, rica y atractiva, con gran actividad en redes sociales, no esté metida en otras historias que la distraigan y esté casi a merced del primer joven pintón que le ofrezca una mínima distracción, es como que el trasfondo del personaje resulta algo incompleto.

Aparte de eso, me gusta la novedad que introduce Escalante en su ficción, como los teléfonos móviles y las redes sociales alteran y deforman la realidad ofreciendo una imagen falsa que ayuda a sostener las ficciones sociales, como evasión de los problemas de la existencia, que sin embargo siguen latiendo ahí, cosa que viene a simbolizarse en la casa de los Aldama, como una expresión de la realidad del país. Es un mundo de espejismos, de gente guapa y admirada, que sin embargo Escalante logra despojar su máscara de falsedad. Es por eso que la clave del clímax final se halla en esa confrontación entre la espejismo, la imagen falsa, con la del espejo, que muestra la sordidez de los hechos. Se ilumina así parte de las sombras, si bien otros enigmas de la trama permanecen ambiguos.

En Zacatecas, estado del centro-norte, hay personas que nacieron con deformidades a causa de los vertidos químicos en las aguas de un lago de la región, causadas por una empresa canadiense, descuido que se saldó con unas compensaciones económicas irrisorias y que para nada trajeron reparación a gentes vulnerables. De modo que la semilla de este relato bebe de las fuentes de los hechos reales, aborda de esa forma ficticia una realidad palpable y asfixiante para sus habitantes, pues no sólo están los hechos violentos, también el contexto que lo hace posible.
Jean Ra
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8
9 de febrero de 2024
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No doy crédito. Cuando descubrí la existencia del presente título lo primero que sentí fue cierta desidia, en parte porque prejuzgué que a la fuerza debía ser un biopic tópico a lo Hollywood, de narración convencional y anodinos lugares comunes que pueblan simples historias cuyo único interés es que el personaje fue un nombre propio conocido, de modo que se combina una dramaturgia trillada con obviedades sobre arte/política/cine o lo que se tercie. Por otra banda también la comparaba con el descomunal biopic que Peter Watkins realizó en 1974 y me parecía imposible que pudiera aportar nada más. En verdad pensé que sólo podía tratarse de una pérdida de tiempo.

Pero de repente me dio el venazo y decidí probar suerte. Ahora afirmo que hubiese sido una lástima perderse un largometraje de gran calidad, conmovedor y genuinamente interesado en su retratado, tanto que no se corta en retratarlo desde sus fracasos (artísticos, amorosos, emocionales). En el fondo esa elección lo que hace es seguir la estela "Evard Munch", el biopic de Watkins, dónde, en una escala mayor, también se resalta el sufrimiento de Munch: se entiende que esa emoción está impresa en sus cuadros y por lo tanto es necesario para comprenderlo a nivel esencial. Su carácter hipersensible no puede ser explicado mediante un único capítulo puntual (la muerte de su hermana), también es necesario apuntar a su entorno y esbozar una serie de decepciones que terminaron de formar su mente. Me refiero a dos desengaños amorosos, el primero, a los 21 años, cuando Munch era más ingenuo, se enamoró de una chica llamada Milly. Y luego tampoco hay que olvidar el el rechazo que su arte cosechó, que no fue poco.

La pintura de Munch es tremendamente moderna, las representaciones en sus cuadros no se ajustan a una reproducción de las formas de la realidad, sino a una expresión de la emoción que esas figuras provocan en la mente del pintor. Y sin embargo su perfil interesa porque se ajusta al prototipo del artista torturado y genial. ¿Es legítimo entonces dibujar a Munch desde esos ángulos? A mí Dahlsbakken me convenció que esa vía es la más honesta, la que más respeta las características de Munch.

Por otro lado hay ciertas elecciones muy audaces que también me han convencido y gustado. El retrato se realiza trenzando cuatro líneas temporales, que se dividen entre el siglo XIX y el XX, cosa que subraya su carácter como figura de transición entre dos siglos. En la primera la imagen es más naturalista, recurre a una fotografía con un poco de ruido que le da una textura muy cercana. En la segunda, el Berlín de 1892, la ambientación es contemporánea, Munch va a raves dónde suena techno, tiene móvil, los taxis son los actuales y demás. Esto, creo yo, tiene un fundamento que es por un lado potenciar el contraste entre el bucólico mundo campestre de la primera línea temporal y la modernidad de Berlín, una diferencia rotunda que nos hace sentir la desubicación de Munch, cómo que no sólo había aterrizado en otro país, también en otra época, lo cual efectivamente aumenta su disgusto con el mundo y la gente. La tercera es un Munch cuarentón y muy atribulado, necesitado de paz. Ahí la imagen es en blanco y negro, Munch ha dejado su intrépido ritmo de trabajo, sólo bebe como un cosaco, y con el blanco y negro, más que transmitir la excelencia clásica, expresa un mundo de pobreza espiritual. En el último, durante la II Guerra Mundial, la imagen vuelve a ser más convencional porque parece que aunque las tribulaciones no se han esfumado, el artista ha aprendido a aceptarlas, no sólo las menciona abiertamente con sorna, también, llegado el momento, puede requerir apoyo de otras personas, cosa que antes no osaba, llegando a guardarse para sí la cancelación de su exposición en Berlín.

Todas estas líneas no se narran de forma convencional, muchas veces el montaje se organiza por asociación de ideas, de forma que si hablan de fracasos amorosos luego salta a la línea del Munch de 21 años y su relación con Milly. A veces el salto es hacia el Munch de 40 años, como si recordara los hechos de la escena anterior, que le marcaron. Eso por supuesto demanda espectadores con un mínimo de capacidad de atención y memoria, los más lacios y vagos obviamente acabarán irritados porque el largometraje ha osado desafiar su pasividad, de forma que Dahlsbakken también les equipara como esos señores burgueses, tan rotundos en sus afirmaciones como en su estulticia e ignorancia, que en su época despreciaron el trabajo de Munch.

Yo, por mi parte, en el maravilloso montaje del clímax final, estaba en lágrimas, agradecido por no haber perdido la oportunidad de ver una película de gran sensibilidad y honestidad, que no aboga por el orden y el afecto a las convenciones, si no que pone en valor el riesgo y la honestidad artística, que muestra en detalle el proceso de aceptación de las propias flaquezas, el valor de lidiar con ellas en vez de almacenarlas para que envenen la mente, y cómo a pesar de esos disgustos siempre se puede aspirar a seguir adelante en busca de esos momentos, pequeños pero llameantes, en los que se experimenta algún tipo de consuelo. Porque en cierto momento, a pesar de haber sufrido golpes en la vida, Munch expresa rechazo frente a la idea de darse por vencido y morir, quiere seguir viviendo, buscar nuevos momentos gratos.

Ya para concluir decir que si bien este "Munch" no iguala a la obra maestra de Watkins tampoco debe pedir perdón: innegable que cada largometraje posee valor en sí mismo y que en conjunto se complementan y dialogan, muestran diferentes imágenes sobre la vida y el tiempo del artista noruego, amplia el prisma sobre la concepción del arte y explican detalles distintos. Watkins es más de tesis, Dahlsbakken es más hagiográfico. A la postre, siento que la combinación de ambas enriquece la visión más de lo gratificante que ha sido verlas cada una por separado.
Jean Ra
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7
4 de febrero de 2024
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que a estas alturas, con cien críticas publicadas, las probabilidades que me lean son las mismas que tiene Pablo Motos de jugar en la NBA. Pues nada, a escribir sin otra preocupación que fijar esas ideas que puede que se evaporen de mi memoria en un año o dos. O quizás en uno o dos días.

Caramelito repleto de ficción artificiosa, grandes dosis de sexo erótico-festivo y búsqueda de la libertad de una mujer experimental, acaso una suerte de avatar de la era victoriana. Mimbres inmejorables para despertar airadas antipatías. Si la película hubiese salido veinte años atrás se la calificaría de modernez, de producto para hipsters y gafapastas, se podría también adornar calificándola de efectista. Pero esas palabras han caído del vocabulario popular más recursivo y los hipsters por lo visto ya no existen, ahora se les llama woke y vale lo mismo que antes (o sea poco y nada). Lo que no ha cambiado es lo perturbador que puede resultar el presenciar como un personaje femenino despliega su sexualidad y más si lo hace con alegría, eso siempre incómoda, siempre provocará el apretar de dientes, torpes lecturas literales para intentar ridiculizarla y por descontado una invocación frenética de la palabra 'pretenciosa'.

Allá por el 2017 leí la novela de Alasdair Gray, ignorando que el director de "Canino" tenía los derechos del libro y que planeaba una adaptación, que en el momento de la lectura me pareció bastante improbable, dado que no destaca por tener un relato vigoroso, sino un despliegue literario muy elaborado, en la que se confrontan el modelo fabulista y el realista, tomando no pocos préstamos literarios y recomponiéndolo todo en este periplo de Bella Baxter en su carrera por esculpir su propia mente en un mundo de engaños e injusticias. Lanthimos más o menos respeta esa base, remarcándolo con el uso del blanco y negro en un bloque con el color en el otro, una visión intencionadamente barroca y exagerada, como si a la vez también quisiera establecer un contraste entre la grisura de la vida británica con el colorido de la experiencia mundana.

Los cambios respecto a la novela son numerosos y, si bien tampoco la recuerdo página a página, me han sonado razonables, encajan, la narración es homogénea. El desenlace es más amable, Londres reemplaza a Edimburgo. Ninguna gran pérdida. Lo único que quizás no me ha entusiasmado ha sido la rebuscada oratoria de Bella y sus compañeros de viaje, en general es una cinta demasiado parlanchina. Y entiendo que los elementos políticos han sido atenuados para favorecer su distribución, sólo se ha dejado en el escaparate la idea de mejorar a las personas y la lucha por la emancipación femenina... y arreando. Hay que reconocer que con eso la historia ya anda de forma razonable y logra que Bella marche ligera hacia su propia utopía.

Por lo demás, se respeta esa estructura de la novela de crecimiento, elaborada de forma anfetamínica, quemando etapas en lo que se intuyen unas pocas semanas. Al inicio vemos a una Bella que no es capaz de coordinar los movimientos y apenas dice unas palabras (como una criatura de 2 años) y para cuando surge el color entendemos que está en su adolescencia intelectual, ya en el crucero se forma como adulta y en París encuentra su singular oficio para sellar su ingreso en la vida adulta, dónde recibe una serie de lecciones sobre la vida y contempla una variada gama de formas de afrontar la "vida". Ya al final afronta una serie de conflictos del pasado y con eso se puede decir que se ha esculpido a sí misma.

Huelga decir que el trabajo de Emma Stone es impecable, entregada en cuerpo y alma a esta curiosa creación, permitiéndole expresar una variedad de estados mentales, imitar la gestualidad de bebés, realizar danzas estrambóticas, tener líneas en francés y desplegar una gama de expresiones histriónicas que sin duda encajan con el tono general de la narración. Un personaje de lo más completo, rico y variado.

También hay que destacar a Mark Ruffalo, capaz de interpretar a un personaje que primero aparece como un galán, embaucador narcisista, y deriva hacia lo contrario, y él lo hace coherente y creíble en cada uno de los polos dramáticos del personaje. Otro matriculado.

El impacto que ya desde su estreno está siendo notorio. Supongo que las nominaciones a premios, quizás el reparto y una pequeña reserva de admiradores de 'La favorita' algo habrán tenido que ver. Con más audiencia, más opiniones, por lo tanto debe haber un remanente de espectadores que simplemente la ven porque se habla y se escribe de ella. Pero cuando las descalificaciones se basan en juicios de valor y moralinas, está claro que no pueden tomarse muy en serio, no cuando compruebas que a pesar de lo exagerado de algunos gestos, de lo rimbombante de algunas escenas, se trata de una película fuera de lo común. En la sala de cine había un par de grupos de señoras y en la primera parte deliraron de la risa gracias a su humor chocarrero y adolescente. A la salida, una de las señoras comentaba a sus dos amigas "es diferente, no recuerdo la última vez que vi algo así". Brindo por ese comentario y por eso recomiendo no verla con los ojos más convencionales o con la mente más cerrada.
Jean Ra
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