Para maratonear, para verla de manera fragmentada, para verla como quieras. Llega la tercera temporada de LD+R y lo hace aferrándose a la "vieja confiable" del producto: el gore, la violencia y la muerte. Son tres factores que se repiten de manera absoluta en cada historia. Independientemente de su animación, su trama y su ritmo.

Vale destacar que las variables del diseño artístico de los episodios la transforman en una serie adictiva. Al tratarse de cortos, muchos sin introducción, el conflicto o nudo le estalla en la cara al espectador. A partir de aquí comienzan las irregularidades obligadas que conllevan las historias cortas: no todas llegarán a buen puerto. Algunas lo harán, construyendo un episodio cerrado. Otras quedarán en final abierto y otras...dejarán la sensación de que estuvimos frente al fragmento del nudo de una obra de mayor duración que nunca vio la luz.

Breve evaluación de cada historia.

.Tres robots: estrategia de escape: ¿Se acuerdan del trío dinámico? Es una forma de activar el efecto nostalgia sobre algo que ya hemos visto. Luego el episodio construye su trama en torno a diálogos de fuerte raigambre actual, principalmente política. Es una entrega liviana de encadenamiento de chistes simples, casi como un acting de stand-up.

.Mal viaje: animación notable. De los mejores episodios, puesto que construye una historia con sustancia. Incluso tratándose de una premisa simple. Lo que pasa en ese barco atrapa y realmente quieres ver como llegan a destino.

.El propio pulso de la máquina: espacio y existencialismo filosófico. Tiene un aire a cyber-punk o a Ghost in the shell solo que dentro de otro tipo de escenario. Su lectura termina siendo una abstracción, reflexiones desplegadas a partir de un conflicto concreto por parte de la protagonista.

.La noche de los minimuertos:hubo entregas similares en las temporadas anteriores. Estamos ante un diseño de tono gamberro, especialmente dirigido a gamers. Esas animaciones piden Joystick.

..Equipo mortal: una historieta animada con mucho humor. Orientada al público masculino. Su historia entretiene pero resulta un tanto plana y previsible.

.El enjambre: junto a Mal viaje, otro de los mejores episodios. Espectacular animación. La historia tiene su gato encerrado, que se vuelve cada vez más visible mediante el uso constante de términos propios de la jerga política: casta, enjambre, libertad, parasitismo, entre otros. Su lectura social oscila entre la metáfora y la propaganda.

.Las ratas de Mason: es un desquicio. Aquí se despliega la tecnología en todo su esplendor. Su devenir es muy satisfactorio gracias a un correcto manejo tanto del sentir de las ratas como del cambio que se ejerce en el protagonista.

. Sepultados en casas abovedadas: de nuevo, enorme animación. Por lo general, el deleite visual termina por acumular tanta violencia y gore que... satura. No es un problema del episodio en sí, sino de una pasada de rosca "roja" que atenta contra la paciencia. Incluso los amantes de las pelis de amor y cursilerías saben decir basta cuando se les ofrecen toneladas de azúcar.

.Jíbaro: su diseño de animación la ubica entre las mejores de la temporada. Sin palabras, solo sonidos disonantes y orgía visual. Pese a todo, es la culminación de una temporada que se pasa de rosca con la salvajada.

Aprueba, como siempre. Pero hay elementos demasiado saturados que comienzan a hacer sonar las alarmas. Sobre todo teniendo en cuenta que son cortos con una libertad creativa inusitada, pero siempre llevados hacia los mismos tonos.
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Luego de veinte años en coma, la prota en cuestión despierta y trata de recuperar el tiempo perdido. Ésto es, volver a su noche de graduación y, como se dice, realizarse. Reafirmar su identidad en medio de un cambio de época que, en los papeles, no la favorece.

Hasta aquí, la premisa de base se presta para una buena comedia. Pero los problemas no tardan en aparecer:

1. Luego de veinte años en coma, pues...adaptarse a las nuevas generaciones como una adolescente tardía debería ser el conflicto cómico a explotar por la dirección. No hay tal cosa, de hecho no hay conflicto: su integración es inmediata. Los jóvenes, a lo sumo la ven como como una curiosidad simpática para luego conectarse con ella, sin más. Lo mismo sucede con su padre y sus antiguos compañeros. No se establece una verdadera diferencia generacional, ambas generaciones actúan como una sola. La peli no logra marcar un solo contraste narrativo, haciendo que el humor pase por otro lado.

2.La prota hace lo que puede con un guión más pendiente de "incluir" a todo el alumnado en su diversidad, que en dotar de cierta consistencia al personaje principal. Su relación importante con la madre apenas se menciona en dos pasajes. Lo mismo sucede con su padre, que encima está presente. Entonces todo parece volcarse hacia la rivalidad con su antigua compañera, algo completamente periférico colado a la fuerza para llegar al desenlace más clásico.

3. ¿Y el humor? En vez de construir toda una estructura hilarante en relación a lo que le pasa (el paso del tiempo, el cambio generacional y varios etc) la peli se conforma con hacer estallar gags situacionales. Una cadena de sucesos específicos para ejecutar mediante remates de humor físico, diálogos absurdos y coreografías bizarras. Tampoco se logra del todo: la escena donde ella vuelve al instituto por primera vez es un vivo ejemplo de comedia-ejecutada-a-medias. Ella se siente como de veinte añitos, con un fondo luminoso de gente horando su presencia. Pero se produce un cambio de mirada narrativa, bajo una imagen de colores apagados, la prota avanza en medio de jóvenes que la miran raro...la escena no dura ni tres segundos, lo cual no permite que se genere el contraste cómico necesario. Está plagado de escenas como ésta.

Una comedia nostálgica tibia, torpemente ejecutada. Y se deja ver porque la actriz principal le pone onda, mucha onda, sin ser tampoco una actuación destacada.

Cualquiera que vea Body Cam, independientemente de si le guste o no la propuesta, de si le interese o no la temática, notará que detrás de las cámaras, a la hora de plasmar la idea sobre la pantalla, hay una sobriedad inusitada. Sobre todo teniendo en cuenta que el género thriller/terror/fantástico se presta a la fantochada. Vivir momentos intensos, jumps scares, diversión y poco más.

Vithall ha hecho un producto ultra genérico desde un posicionamiento serio. Incluso la situación de la protagonista y el proselitismo de fondo se encuentan bien desarrollados. Body cam resulta en un slogan no disimulado que, paradójicamente, suena honesto. Da la sensación que allí, detrás de las cámaras, realmente se creen el mensaje que están ofreciendo.

Por otra parte, dejando de lado el mensaje general enfocado hacia cuestiones sociales, lo que acontece en la peli ya tiene precedentes. Aquí surge la primer elección estilística: contextualizar la trama desde el proceder de un departamento policial, con sus idiosincracias particulares. La protagonista encara la situación desde la mirada del policía clásico cinematográfico: un sujeto apegado al honor, la justicia y la búsqueda de la verdad. Esto contrasta con eficacia con el entorno oscurecido, corrupto, que la rodea. Carga en sus espaldas un rollo personal que cuaja bien con lo que investiga, aunque su rol de policía-que-no-puede-perder-los-estribos la obliga a contenerse demasiado. Esto hace que ciertas dosis de drama, suenen fríos, poco aprovechados.

En paralelo, un elemento fantástico sobrevuela la historia. El terror se hace presente (la escena en el supermercado, perfectamente filmada, o como ejecutar con pericia lo que ya se ha visto muchas veces). Aqui...algunos peros: se entiende lo que sucede, de hecho el espectador puede captar el trasfondo sin que se lo digan. Sin embargo, algunos datos están obviados, dejando lagunas, sobre todo al final (spoiler). Tampoco se indaga demasiado sobre esa fuerza sobrenatural: la dirección está mucho más volcada en mantener el suspenso narrativo; las cámaras siguen fielmente a la prota en sus investigaciones, siempre a ritmo medido. Esta dilatación del tiempo termina por dejar afuera datos necesarios.

El resultado de Body Cam es el de un producto logrado, no redondo. Esclavizado de su propia propaganda (con la previsibilidad que ello conlleva para todo aquel que sepa de que va la ideología política que maneja) y con ciertas desatenciones a la hora de contextualizar lo fantástico.

Cinco elegidos de entre muchos jóvenes embarcados hacía una fiesta en medio de la nada. Luego...empiezan los problemas, que se acumulan como por un tubo en esta serie española.

No son problemas de coyuntura, son lagunas de base que no permiten creerse casi nada de lo que sucede:

1. Una fiesta privada a la que acceden unos pocos, los cuales tampoco se cuestionan nada. Un mensaje de cel enigmático cómo invitación; organizadores encapuchados cómo terroristas. Ningun dato que quieran arrojar, todo es clandestino de los cojones, pero dale que va.

2. Los involucrados, como mucho, dudan. Por lo menos eso, y no alcanza. Cómo ponerse en la piel de alguno de ellos si se comportan como niños de cuatro años. Eso sí, nenes de cuatro años desesperados por pasarla bien.

3. El famoso Edén...no pueden evitar contarte lo que pasa y arruinar el único sostén posible: el misterio. No, tienen que estar los organizadores en primer plano ventilando sus intenciones. Ya se entiende todo desde el vamos, para el espectador solo falta pulir detalles.

4. Se supone que esta gente es visionaria y pesada. Pero la serie es tan vainilla en sus tonos que parecen una extensión de los adolescentes hormonados. Vamos, que por momentos parecen improvisados. Y esto se viene desarrollando de antes.

La ejecución de las ideas es demasiado amateur, haciéndose fallida incluso cuando plasma escenas trilladas del cine. Tampoco ayudan actores sin virtud interpretativa, mal dirigidos...puff.

Todo mal.

Llega la nueva producción de Myers, El Pentavirato, quien a través de una puesta en escena deliberadamente cutre, kitch, nos busca adentrar en el mundo de las conspiranoias de la manera más auto explícita posible.

Estamos ante una serie que prioriza la forma sobre el fondo. Específicamente, la búsqueda de una estética retro, cuasi artesanal, dónde los vehículos en movimiento están estáticos, bajo la ilusión de ventanas con paisajes animados circularmente. Cada escenario debe ser de manufactura acartonada, fingida, y los actores recitan sus guiones para luego irse de cámara, como para cumplir con el guión. Está elección estética resulta mucho más efectiva a nivel comedia que el humor, la base de la serie.

Aquí es donde El Pentavirato se estrella en su propia falta de ingenio. El humor escatológico es constante, dando paso a una sensación de hartazgo que, dudo, sea la buscada. A medio camino entre Adam Sandler y los Monthy Piton, se quiere y no se puede. El absurdo de los diálogos es evidente, pero dista de ser impredecible. Llegado un momento, sabrás que habrá pedos, culo y jaja en medio de un sin sentido demasiado previsible.

Una propuesta fallida, aunque sospecho que Myers tampoco buscaba el extremo opuesto.