Scorsese filma con elegancia y soltura un enigmático y oscuro ejercicio fílmico. Homenajea el cine negro de Lang, Wilder, Houston y a la vez desenrrolla el alma humana como sólo Bergman sabía (no por nada Max von Sydow está incluido en el reparto). Un DiCaprio estupendo que demuestra que es uno de los mejores de su generación, Ben Kingsley soberbio como siempre y Michelle Williams... perfecta. La fotografía y la acertada selección musical son para quitarse el sombrero. Violenta, compleja, asombrosa, ambiciosa, genial.

Esta serie rompió todos los convencionalismos establecidos, junto con Los Sopranos. La homosexualidad, la infidelidad, la locura, la familia, las drogas, el "maerican dream", el periodo de Bush, el camino del artista, las ilusiones, la vida y la muerte se retrataron en cinco temporadas, se retrataron como en ningún otro lugar. Fueron pocas las cosas de las que no se hablaron en esta serie. Jamás nos habíamos acercado tanto a la muerte y a la vez, alejado tanto. El final es simplemente apoteósico. Una joya de la televisión.

Un filme duro e incisivo, rodado estupendamente con escasas locaciones (un Londres gris y deprimente) y tan solo un cuarteto de personajes interpretados fabulosamente. Portman y Owen derrochan talento mientras Law y Roberts reafirman su calidad. Nichols filma con sabiduría un inteligente guión adaptado de una obra teatral. Los diálogos son magistrales, hacen llorar con la misma facilidad con la que hacen reír. El único pero tal vez se esté escondido bajo la fragmentada y poco dinámica narración. Una película interesante y bien hecha que sin embargo está lejos de ser perfecta. Pero hoy en día, eso es perfectamente normal.

Este filme es producto de la mercadotecnia errónea que lo envolvió. Nos la vendieron como la Gran Película de Superman, cuando la verdad es que resulta ser un filme Más de Superman.
El guión no sólo peca de ostentoso, sino de incoherente. Los flashbacks no ayudan a la trama, sólo la enredan. Russell Crowe pudo haber sido el mejor Jor-el, pero la ridiculización de su personaje lo empuja a un abismo, Amy Adams se queda corta en una Louis Lane acartonada y poco femenina. Diane Lane y Kevin Costner hacen lo mejor que pueden con un par de personajes mal trazados. Michael Shannon es tal vez el villano más predecible y aburrido de los últimos años... Y Cavill... bueno, es mucho mejor que Brandon Routh, pero está muy lejos de ser tan bueno como Reeve. La fotografía es molesta (un 3D innecesario) debido a la mala selección de Snyder en la paleta de colores, sin mencionar la irritante movilidad de la cámara. Hans Zimmer deja atrás su innegable talento, para componer un score simple e insípido, tal vez el peor de su carrera. La secuencia final en la que se destruyen mil edificios y los puñetazos y vuelos en el aire se multiplican como moscas, es simplemente aburrida, exageradamente larga y poco original.
En resumen, Zack Snyder (que tiene talento para lo visual y no para lo narrativo) termina por destruir la ya de por sí mancillada reputación fílmica de Superman en colaboración con David S. Goyer, que escribe el peor guión que una película de superhéroes pueda tener. Atrás quedaron los tiempos de Nolan y Batman.

Luhrmann filma SU Gatsby. Sin embargo, divide su filme en dos partes. La primera es totalmente Luhrmanniana, llena de excentricidades, colores saturados, fiesta y desorden. La segunda parte es mucho mejor: bien filmada, sobria, contenida, elegante, y emotiva.
Esto da como resultado un filme inconsistente. El ritmo es bastante desigual, debido a la innecesaria aprehensión del director por filmar escenas prescindibles y muy largas además de caer en excesos visuales que más que sorprender, empalagan. Llega un momento de la película en que la trama se estanca, no avanza ni retrocede.
Pero a pesar de pecar de pretenciosa y lenta, Baz Luhrmann logra transmitir la melancolía que impregna las páginas de El Gran Gatsby. Derrocha cursilería, ternura, soledad y tristeza con maestría. Logra sacar lo mejor de cada uno de sus histriones. Aprovecha de manera eficaz el score de Armstrong, además de regocijarse con el fastuoso diseño de producción. La recta final es esplendorosa. Un final estupendamente filmado, sin mencionar la gran secuencia de la fiesta, en la que vemos todo un derroche de colores (ahora sí coherentes).
En pocas palabras, ésta pudo ser una grandiosa, una excelsa película. Pero Luhrmann no pudo evitar caer en sus excesos habituales ni dotarla de una narracion más adecuada. Lástima, porque a pesar de sus errores, El Gran Gatsby es una buena película. Sólo queda imaginar cómo hubiera sido sin esos errores imperdonables.