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Voto de Macarrones:
7
7,4
59.167
Thriller. Drama
El misterioso Nikolai es el chófer de una poderosa familia de la mafia rusa en Londres, un clan liderado por el veterano y frío Semyon y por su hijo Kirill, un tipo inestable muy cercano a Nikolai. Un día en el restaurante de Semyon se presenta Anna, una comadrona de hospital muy afectada por la muerte en el parto de una adolescente rusa. Anna ha decidido buscar a la familia de la chica sirviéndose del diario que ésta dejó escrito en ruso. (FILMAFFINITY) [+]
11 de octubre de 2007
108 de 161 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que a mí me encanta el cine de Cronenberg desde que lo descubrí en "Desayuno al desnudo" y que "eXistenZ" es una de mis películas favoritas (con esto ya sé que mi criterio quedará desautorizado para muchísima gente en vista de lo que se lee por ahí).
"Promesas del este" es una muy, muy interesante actualización del cine negro tradicional. Se presentan con naturalidad muchos de los elementos típicos –y tópicos– del género que Cronenberg recrea con tan buen pulso que da la impresión de que es la primera vez que se ven sobre una pantalla: así, la ciudad como un escenario hostil y un laberinto de fealdad y corrupción (Londres, en este caso), con abundancia de escenas nocturnas, muelles donde se arrojan cadáveres y lluvia; el entramado mafioso con sus ronqueras, su código de honor propio y su red de fidelidades familiares y clientelares; la ambigüedad extrema de ciertos personajes, etc.). Todo ello nos remite al cine clásico y lo hace de muy buena ley (si se me permite la expresión). Lo contemporáneo viene por la manera muy explícita de narrar las escenas de violencia y el poco pudor (y ninguna idealización) con los que se muestran los desnudos (habría sido inconcebible rodar una escena como la de los baños públicos con cualquier estrella del cine negro).
¿Qué rechina en este engranaje? La psicología y la historieta de la comadrona/madre frustrada no me pareció bien encajada del todo.
Los actores están muy bien sin excepción y Viggo Mortensen, en particular, es estupendo. Muy recomendable para los amantes del cine de mafiosos. Absténganse las almas sensibles que se marean con la sangre.
"Promesas del este" es una muy, muy interesante actualización del cine negro tradicional. Se presentan con naturalidad muchos de los elementos típicos –y tópicos– del género que Cronenberg recrea con tan buen pulso que da la impresión de que es la primera vez que se ven sobre una pantalla: así, la ciudad como un escenario hostil y un laberinto de fealdad y corrupción (Londres, en este caso), con abundancia de escenas nocturnas, muelles donde se arrojan cadáveres y lluvia; el entramado mafioso con sus ronqueras, su código de honor propio y su red de fidelidades familiares y clientelares; la ambigüedad extrema de ciertos personajes, etc.). Todo ello nos remite al cine clásico y lo hace de muy buena ley (si se me permite la expresión). Lo contemporáneo viene por la manera muy explícita de narrar las escenas de violencia y el poco pudor (y ninguna idealización) con los que se muestran los desnudos (habría sido inconcebible rodar una escena como la de los baños públicos con cualquier estrella del cine negro).
¿Qué rechina en este engranaje? La psicología y la historieta de la comadrona/madre frustrada no me pareció bien encajada del todo.
Los actores están muy bien sin excepción y Viggo Mortensen, en particular, es estupendo. Muy recomendable para los amantes del cine de mafiosos. Absténganse las almas sensibles que se marean con la sangre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
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Expolio
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¿Qué le pasa a Naomi Watts con la policía? ¿No paga las multas de tráfico, atropelló a alguien con la moto y se dio a la fuga, tiene cuentas pendientes con la justicia o qué? Porque lo más normal es, si uno se ve envuelto en una situación como la suya, acudir corriendo a la comisaría, digo yo. Para empezar: ¿Por qué no lleva directamente el diario a la policía? La única razón que se me ocurre es porque, de haberlo hecho, Cronenberg habría tenido que contar otra película y no estaba por la labor.
¿Y por qué Watts y el Mortensen convaleciente, con lo pachucho que estaba el pobre, tienen que ir en moto hasta los muelles para salvar al bebé en vez de llamar a la pasma? Porque en el cine las estrellas hacen estas cosas. Si se hubiera roto un cable del ascensor, Mortensen se habría descolgado para salvar a la matrona; si hubiera habido un incendio, él la habría sacado de las llamas con sus propios brazos; todo menos que un bombero nos eclipse a la estrella.
La música: en general está muy bien (preciosa la escena del acordeón en la fiesta rusa), aunque a veces subraya las intenciones del director de forma muy tosca o inapropiada (el coro que se oye en la escena de la investidura archimafiosa de Mortensen parecía un recurso un poco simplón, si el personaje hubiera sido español se habrían oído castañuelas, supongo).
Una curiosidad: la iluminación navideña de Londres es, según esta película, igual que la de Gamonal, con unas luces birriosas que se encaraman al fuste de las farolas como si fueran una hiedra anoréxica.
*************
Una vida de cine
*************
Esta la vimos mi pata Servadac y un servidor en los Cines Princesa de Madrid. Nuestra última diversión es llegar a las taquillas de los cines corriendo, medio minuto antes de que empiecen las películas: ya hemos echado los bofes ante las sufridas taquilleras de los Verdi y los Princesa (ayer no sé qué nos pasó, pero de una manera bastante cronenbergiana nos perdimos por los túneles del metro). Nos sorprendimos hablando de otros filmaffiniteros (Bloomsday, Maldito Bastardo, Khaledia, Dromedario, Gilbert, Tantra, Grandine, Tomine y muchos más) como si los conociéramos de algo o fuéramos amigos íntimos (será porque los que sí conocemos son bastante impresentables: lo digo por ti, Samir). A Servadac, de un modo también muy cronenbergiano, le tocaron los pies una pareja de orientales que se sentaron en las butacas de delante. Pero eso mejor que lo cuente él, si le apetece.
Expolio
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¿Qué le pasa a Naomi Watts con la policía? ¿No paga las multas de tráfico, atropelló a alguien con la moto y se dio a la fuga, tiene cuentas pendientes con la justicia o qué? Porque lo más normal es, si uno se ve envuelto en una situación como la suya, acudir corriendo a la comisaría, digo yo. Para empezar: ¿Por qué no lleva directamente el diario a la policía? La única razón que se me ocurre es porque, de haberlo hecho, Cronenberg habría tenido que contar otra película y no estaba por la labor.
¿Y por qué Watts y el Mortensen convaleciente, con lo pachucho que estaba el pobre, tienen que ir en moto hasta los muelles para salvar al bebé en vez de llamar a la pasma? Porque en el cine las estrellas hacen estas cosas. Si se hubiera roto un cable del ascensor, Mortensen se habría descolgado para salvar a la matrona; si hubiera habido un incendio, él la habría sacado de las llamas con sus propios brazos; todo menos que un bombero nos eclipse a la estrella.
La música: en general está muy bien (preciosa la escena del acordeón en la fiesta rusa), aunque a veces subraya las intenciones del director de forma muy tosca o inapropiada (el coro que se oye en la escena de la investidura archimafiosa de Mortensen parecía un recurso un poco simplón, si el personaje hubiera sido español se habrían oído castañuelas, supongo).
Una curiosidad: la iluminación navideña de Londres es, según esta película, igual que la de Gamonal, con unas luces birriosas que se encaraman al fuste de las farolas como si fueran una hiedra anoréxica.
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Una vida de cine
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Esta la vimos mi pata Servadac y un servidor en los Cines Princesa de Madrid. Nuestra última diversión es llegar a las taquillas de los cines corriendo, medio minuto antes de que empiecen las películas: ya hemos echado los bofes ante las sufridas taquilleras de los Verdi y los Princesa (ayer no sé qué nos pasó, pero de una manera bastante cronenbergiana nos perdimos por los túneles del metro). Nos sorprendimos hablando de otros filmaffiniteros (Bloomsday, Maldito Bastardo, Khaledia, Dromedario, Gilbert, Tantra, Grandine, Tomine y muchos más) como si los conociéramos de algo o fuéramos amigos íntimos (será porque los que sí conocemos son bastante impresentables: lo digo por ti, Samir). A Servadac, de un modo también muy cronenbergiano, le tocaron los pies una pareja de orientales que se sentaron en las butacas de delante. Pero eso mejor que lo cuente él, si le apetece.