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Voto de Macarrones:
8
Drama Francia, siglo XVIII. El compromiso matrimonial entre el futuro Luis XVI (Schwartzman) y María Antonieta (Dunst) sirve para sellar una alianza entre Francia y Austria. Con sólo catorce años, la ingenua princesa austríaca se ve obligada a abandonar Viena, su familia y sus amigos para instalarse en la opulenta, sofisticada y libertina corte francesa, donde reinan las intrigas y los escándalos. La joven se rebela contra el aislamiento que ... [+]
20 de enero de 2007
24 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para qué andarnos con rodeos: esta película es estupenda y está a la altura de "Ludwig" o "Barry Lyndon" (o casi), por citar dos cintas con pelucones, bailoteos cortesanos y mucha reverencia cada vez que uno cruza una puerta. La Coppola será una pija, una niña de papá, una enchufada y todo lo que se quiera, pero tiene talento a raudales y aquí nos lo restriega a todos los que no tenemos su cuenta corriente, ni un papá con barbas y pipa, ni un oso de peluche en la cama, ni un apartamento en Nueva York, ni tampoco, desde luego, su citado y enorme talento (sólo nos queda el odio de clase contra los pijos: de todos los personajes de su película sólo me puedo identificar con los gañanes que asaltan el palacio con horcas y hoces; bueno, identificarme, identificarme, lo hago con Jamie Dornan, para qué conformarse con menos). Lo que quiero decir es que uno está de parte de los revolucionarios (demasiado tardan en ponerse a cortar cabezas, la verdad), pero no deja de querer a María Antonieta.

La directora muestra una capacidad maravillosa de reflejar al tiempo lo pequeño (esto es, los sentimientos íntimos de las personas) con lo grande (los fastos cortesanos). Los actores son extraordinarios y Kirsten Dunst más que ninguno: es capaz de desarmar cualquier prejuicio que uno tenga sobre la historia o su personaje con una sonrisa y llena de sentimiento y contenido cualquier escena en la que aparezca (y prácticamente está en todas). Como siga así la niña Coppola se va a merendar con patatas al padre, con sus padrinos, sus apocalipsis y demás hierbas. La Coppy Baby consigue insuflar vida a una historia que, sobre el guión, podría parecer el colmo de lo envarado y lo acartonado. La Sofí, con mano de hierro y guantes (y zapatitos y sombrerito) de seda nos conduce por la corte francesa y sus monótonos rituales y, sobre todo, por el alma de una princesa frívola y encantadora (la enseñanza de esta película es que está muy feo criticar, que también los pijos tienen su corazoncito y derecho a ser felices).

Sobre la música: bueno, vamos a ver, ¿a qué viene criticar el anacronismo de esta banda sonora cuando todas lo son? ¿O es que alguien oye orquestas sinfónicas cuando da un beso en un portal (salvo que se morree con Barenboim en el Festspielhaus de Bayreuth)? ¿Cuántas melodías pseudowagnerianochaikovskianas aparecen en películas medievaloides o actualoides? Pues esto es lo mismo, pero con grupo modernitos (los que les gustan a los pijos, supongo).

En fin, que la película es fantástica, mal que nos pese.
Macarrones
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