La historia va de un preso judío que trabaja en las cámaras de gas y que se topa con su hijo muerto al que quiere enterrar. Esto, bien presentado, podría haber resultado una premisa muy interesante para sacar una película decente.

Por contra lo que tenemos frente a nosotros es un coñazo muy muy grande grabado en 4:3, la mitad del tiempo sobre la chepa del protagonista. Claro uno puede decir que eso ayuda a que te involucres y tal y percibas el horror y todo el rollo, sí sí claro, podría ser así, si no fuera porque todas esas escenas son la leche de borrosas y apenas se ve nada, lo único que se ve nítida es la chaqueta y la cabeza del protagonista, nada más.

Entiendo que el director quiere conseguir algún tipo de efecto que supongo que habrá sido muy bien valorado por los fans del cine iraní o películas que consisten en un tío durmiendo durante ocho horas. Por mi parte lo que provocó es aburrimiento, y el apenas enterarme de nada en una película que me ha parecido un total desperdicio que podría haber dado más de sí, corrijo, que podría haber dado algo de sí.

Lo dicho, decepcionante y pretenciosa gafapastada sobre el holocausto.