Si tuviese que definir esta película en una palabra, esta sería bella. Si tuviese que definirla con dos, serían bella y ligera. Si con tres, bella, ligera y sobrevalorada. Con cuatro: bella, ligera, sobrevalorada y absurda.

Los méritos del señor Kar-Wai son muchos. Pero si olvidamos circunstancias subjetivas, este producto se sostiene en una decena de frases de esa poética oriental que embelesa, un innovador manejo de la cámara y los dos caracteres femeninos, absolutamente fascinantes.

Y no es suficiente. La película trata sobre dos romances sin conexión alguna, dos partes independientes que nada se aportan, quedando además la primera desaprovechada totalmente, como si fuese una introducción a la segunda, que por otra parte tiene un ritmo pésimo. Y con esto último me refiero a que a nadie le interesan 15 minutos de metraje rellenados con una chica limpiando. Con la misma canción (de los cojones) de fondo.

No hay argumento. Así que cuando aparecen los créditos uno se pregunta qué coño le han intentado narrar ahí. Si ha asistido a un mero ejercicio visual. A un lo hago porque puedo. Todo esto es obvio. Pero claro. Si la apoyó Tarantino, tiene que ser buena. Porque Tarantino es Dios (yo también lo creo, que conste).

La conclusión en el spoiler: