- Cada uno de nosotros debe seguir su estrella. Has de ausentarte mucho tiempo, muchos años para encontrar a tu vuelta a tu gente y la tierra donde naciste. La vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil - le confiesa Alfredo a Totó mientras le hace prometer que no volverá a Giancaldo y le insta a descubrir la vida más allá de ese "paradiso" tan particular que habían creado entre los dos.


– No te dejes vencer por la nostalgia y no vuelvas nunca, Totó-, con todo el dolor de su corazón y con las lágrimas asomando a sus ojos, Alfredo se despide en la estación de su joven protegido y de aquel niño vivaracho que llegó a ser lo más cercano al hijo que nunca tuvo.

Y quizás porque la vida es más difícil que el cine, a la gente le gusta que le cuenten historias y sentirse atrapada por esa magia que nos evade, aunque sea por unos instantes, de una realidad que no siempre nos satisface.


Atrapados por las exigencias del presente, a veces es nuestra propia historia la que dejamos en el olvido, pero de repente un día retornamos a través de la memoria a ese lugar y a ese tiempo en el que los personajes que nos acompañaron conforman un escenario que, aunque lejano, aún nos resulta entrañable. Un paisaje que con sus imágenes y olores desarrolló nuestros sentidos, que con sus tristezas y alegrías modeló nuestros sentimientos y que con sus risas y llantos forjó nuestro carácter. Pero en ese regreso a la infancia y a la juventud, en definitiva a nuestra verdadera patria, recordamos sobre todo a aquellas personas que nos transmitieron de forma sincera su afecto y que con sus enseñanzas nos ayudaron a recorrer ese complicado camino que es la vida.


Cómo no, el recuerdo también reabre las heridas juveniles del amor, ese sentimiento que, con su fuerza arrebatadora, nos descubrió una parte desconocida de nosotros mismos. Unos amores iniciáticos, pueriles en apariencia, pero que permanecen grabados en el fondo de nuestra alma.


La vida nos arrastró de forma inexorable y como Salvatore creímos que Totó era sólo una simple etapa del pasado; pero el día en que la nostalgia vuelve a llamar a nuestra puerta no podemos evitar sucumbir a la tentación de montar todos aquellos fotogramas que el destino nos recortó pero que guardabamos en una pequeña caja de nuestra memoria. Nos damos cuenta entonces que Totó nunca nos ha dejado.


El "cinema paradiso" ha sido derruido pero jamás dejará de existir porque forma parte de nosotros mismos.