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Voto de LennyNero:
8
8,2
72.271
Intriga
Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para un caso aparentemente muy simple: que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre cual es la mejor película de Alfred Hitchcock se podrían establecer, y de hecho los hay, debates eternos. Pero que Vértigo (innecesariamente subtitulada en nuestro país como De entre los muertos) es su obra más influyente no ofrece ninguna duda. Sobre todo si se analizan las múltiples influencias que ha originado en cineastas actuales. Ejemplos ilustrativos de ello podrían ser, por ejemplo, la primera secuencia de la película, de la cual los Wachowsky sacarón inspiración para su apertura en Matrix, la primera escena en la catedral, que Burton reflejó en Batman, pero sobre todo la clara influencia tanto de giro de guión como en lo concerniente a ambientación que David Lynch ha aplicado en sus películas.
Más allá de las influencias ejercidas, Vértigo destaca por su enorme complejidad, por la cantidad de elementos subterráneos, de significados ocultos que se intuyen pero no se muestran, en definitiva, por su capacidad de mantener hipnotizado al espectador con sus recovecos argumentales y su ambientación abigarrada y onírica mientras distrae de su significado más profundo.
Y es que ésta es una película a la que se le pueden dar múltiples interpretaciones, incluso necrofílicas, pero en el fondo se podría hablar de un film de tintes autobiográficos. Cuando Hitchcock declaró años más tarde que Cary Grant era el hombre que desearía ser y James Stewart el que en realidad era, desveló, aún sin saberlo, muchas de las claves de lo ocurrido en pantalla.
Sólo hay que analizar el comportamiento del protagonista para atar cabos. Un hombre solitario, con talento en su trabajo, que acaba abocado a una obsesión por una mujer y a su deseo de transformar al resto en una imagen perfecta de ella. Ahora pensemos en el comportamiento del director con sus actrices. Se obsesiona con ellas, les impone el vestuario de forma fetichista, siempre busca un mismo fenotipo femenino (rubias, elegantes, con aire distante y cierta ingenuidad) las adula y seduce para obtener su aprobación y cuando muestran rechazo, se comporta de forma tiránica frente a ellas.
Más allá de las influencias ejercidas, Vértigo destaca por su enorme complejidad, por la cantidad de elementos subterráneos, de significados ocultos que se intuyen pero no se muestran, en definitiva, por su capacidad de mantener hipnotizado al espectador con sus recovecos argumentales y su ambientación abigarrada y onírica mientras distrae de su significado más profundo.
Y es que ésta es una película a la que se le pueden dar múltiples interpretaciones, incluso necrofílicas, pero en el fondo se podría hablar de un film de tintes autobiográficos. Cuando Hitchcock declaró años más tarde que Cary Grant era el hombre que desearía ser y James Stewart el que en realidad era, desveló, aún sin saberlo, muchas de las claves de lo ocurrido en pantalla.
Sólo hay que analizar el comportamiento del protagonista para atar cabos. Un hombre solitario, con talento en su trabajo, que acaba abocado a una obsesión por una mujer y a su deseo de transformar al resto en una imagen perfecta de ella. Ahora pensemos en el comportamiento del director con sus actrices. Se obsesiona con ellas, les impone el vestuario de forma fetichista, siempre busca un mismo fenotipo femenino (rubias, elegantes, con aire distante y cierta ingenuidad) las adula y seduce para obtener su aprobación y cuando muestran rechazo, se comporta de forma tiránica frente a ellas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Este autoanálisis encuentra su mejor baza en la plasmación visual del film, donde la sensación de irrealidad prácticamente es palpable y donde cada plano muestra una estilización casi manierista de las sensaciones del protagonista: los intrincados y recargados decorados del hotel, donde se refleja la angustia, un laberíntico e inacabable bosque, donde el miedo a la pérdida se mezcla con una estructura de árboles enmarañados, o la soledad del museo. Incluso hay que prestar atención a la primera escena romántica del film, donde la banda sonora aumenta su volumen de forma artificiosa quedando remarcada por el rompimiento de una ola, recurso que parece naíf, pero que, a todas luces, expresa el deseo interior idealizado de cualquier relación amorosa.
Pero el detalle definitivo es la quiebra de uno de los principios básicos de la filmografía del director. En las películas de Hitchcock siempre hay castigo para el villano, para el delincuente. Curiosamente, en ésta sale impune, pero ¿es realmente así? A tenor de la trama, es algo que parece fuera de duda, pero en realidad, siendo la principal víctima James Stewart, asistimos a un acto de contrición, una suerte de autoflagelación, un castigo hecho película donde el director inglés reconoce sus pecados y admite su destino futuro de soledad. Una forma curiosa de penitencia, más aún cuando no lleva el deseo expreso de cambiar. Un exorcismo que le llevará a superar el vértigo de la mirada interior, aunque sea a costa de exponer sus trapos sucios al aire.
Pero el detalle definitivo es la quiebra de uno de los principios básicos de la filmografía del director. En las películas de Hitchcock siempre hay castigo para el villano, para el delincuente. Curiosamente, en ésta sale impune, pero ¿es realmente así? A tenor de la trama, es algo que parece fuera de duda, pero en realidad, siendo la principal víctima James Stewart, asistimos a un acto de contrición, una suerte de autoflagelación, un castigo hecho película donde el director inglés reconoce sus pecados y admite su destino futuro de soledad. Una forma curiosa de penitencia, más aún cuando no lleva el deseo expreso de cambiar. Un exorcismo que le llevará a superar el vértigo de la mirada interior, aunque sea a costa de exponer sus trapos sucios al aire.