Por fin la saga de Chucky vuelve a tener algo de calidad, pues se ha dejado de lado el humor absurdo para darnos un producto más serio y terrorífico, similar al de las tres primeras películas de esta franquicia. El aspecto de Chucky ha cambiado, y ahora hasta da más miedo su cara sonriente y estática, aunque los protagonistas parece que no reparan en el aspecto diabólico del muñequito. Para ser una quinta parte es una película muy digna, hay que agradecer que se siga contando con la participación de Brad Dourif, que siempre ha tenido pinta de loco. Lo único que no me ha gustado son los últimos diez minutos, donde se hace un poco liosa la trama, pero por suerte se remata con una buena escena post-créditos. Una cosa que no sé si es buena o mala es que salga la mujer de los pechotes (no diré nombre para que pille por sorpresa al espectador), pero por suerte no sale mucho, porque demasiado tiempo viéndola, o peor aún, oyéndola, puede causar daños cerebrales y hemorragia de tímpanos. Me quedo con lo bueno, que Chucky ha vuelto, sin las tonterías de sus dos predecesoras.