Es difícil innovar y sorprender en esto del cine. Un arte ya centenario en el que parece que está todo inventado y que lo que vemos ofrece una sensación constante de déjà vu. Por suerte, de vez en cuando surgen pequeños soplos de aire fresco, pequeñas píldoras de originalidad que se cuelan entre el gris eterno de la cartelera comercial. Precisamente el género de la animación es muy proclive a esto en los últimos años (pienso en "Mary and Max") y lo nuevo de Wes Anderson es un buen ejemplo de ello.

Si algo le sobra a "Isla de perros" es personalidad, singularidad, carácter propio. Anderson es un director que imprime a sus películas un estilo muy especial y en esta ocasión no ha sido distinto. Detalles como el constante juego entre idiomas (humanos y "perruno") avalan esta idea, con sus correspondientes gags perfectamente empastados dentro de la historia, rozando el derribo de la cuarta pared, pero sin llegar a alcanzarlo del todo, en un curioso y armónico equilibrio. Especial mención para la (casi) inicial advertencia en pantalla sobre los distintos idiomas y también para la primera escena en que los perros deciden "dejar de ladrar". Dos grandes ejemplos de lo bien llevado que está este asunto durante todo el metraje.

No solo de este constante juego idiomático vive "Isla de perros", ni mucho menos. También tiene, por ejemplo, mucho de humor. Casi siempre ácido, negro, pero sin llegar a resultar excesivo ni duro, acorde al tono general de su esencia. Desde luego tampoco infantil, por mucha animación que sea esto (espero que estos prejuicios ya estén superados a estas alturas, pero no está de más remarcarlo). El hilo argumental quizá esté un pelín por debajo de los demás apartados, lo que no lo hace malo, pero sí más convencional. De todas formas a la trama la rodea en todo momento un aura de reivindicación, crítica social y animalismo que siempre se agradece (a pesar de que quede claro que al señor Anderson no le agradan los gatos).

El apartado artístico es verdaderamente espectacular. Tanto la estética como el modelado/diseño de escenarios y personajes son de un nivel altísimo. Un auténtico disfrute visual fijarse en el detalle y el mimo puesto en cada una de las escenas, no solo en el apartado técnico en sí, sino también en los planos, encuadres... una auténtica joya en ese sentido. El apartado musical, sin ser malo, sí es cierto que queda algo opacado respecto al artístico, pero también cuenta con una banda sonora interesante. Quizá se eche en falta alguna melodía más impactante para haber terminado de redondear la excelencia técnica.