Mr. Nice es una persona real. Es real, de todas todas, pero parece sacado de una película. Sí, su vida parece contada a partir de un guión cinematográfico, en el que la época, las circunstancias y todo el contexto circundante se han creado ex profeso para que las cosas encajen mejor. Por todo esto, Mr. Nice es una película en la que toda la importancia recae sobre el protagonista (repito, un tío real), y lo que sucedió históricamente a su alrededor le da más sentido si cabe. Por eso, se puede decir que la película Mr. Nice es Howard Marks y sus circunstancias, de la manera más literal posible.

En los años sesenta, Howard es un chico de Gales que, como muchos jóvenes de su época, se ve sumergido en la cultura hippie, con muchas drogas y mucho amor libre, también llamado sexo a troche y moche. Su afición a la marihuana aumenta cada vez más, y su dependencia económica e incluso política de la yerba llega a los niveles que solo una vida de película puede hacer creíble. Y es que este título nos trae eso, una entretenida historia de una persona extravagante, en un periodo de la historia reciente que puede proporcionar de manera natural muchos momentos divertidos, entrañables y muy deseables para los que no los hemos vivido. Sí, y no solo por las drogas y el sexo, sino por la aparente felicidad y creatividad que inundaron esos años. ¡Qué música! Así todo es más fácil también, ¿no?

Pues sí, Mr. Nice lo tiene fácil para hacernos pasar un rato agradable, a través de un tío de ésos que apetece haber conocido y que difícilmente será repetible. Conoceremos a muchos fumetas, a muchos tíos extravagantes y diferentes, y a muchos tíos con dos cojones, pero pocas veces éstos serán también camellos del IRA y espías del MI6. Bueno, y lo que es más importante, pocos se tirarán a Elsa Pataky y Chloe Sevigny en la misma película. Pero eso es otra historia, más de ficción, que se queda en anécdota una vez vista entera.

Y, para los que quieran saber el último mensaje que nos deja este bonito film, sin spoilers, claro, es que la marihuana debería de ser legal. Tal vez, con ella, algunos políticos no solo creerían en los brotes verdes, sino que los harían realidad.

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