Claro ejemplo de que en el cine todo lo puede. Con un plano secuencia de 80 minutos, Hitchcock crea una tensión casi insostenible para el espectador; y juega con ella, al igual que lo hace con la cámara y los personajes.
La trama es sencilla. Todo comienza con el estrangulamiento (tranquilos, esto ocurre en el primer minuto del film, no estamos desvelando nada) de David, a manos de sus compañeros Brandon y Phillip. ¿Y qué hacer, entonces con el cadáver? Pues, para darle más vidilla al asunto, deciden ocultarlo en pleno salón, dentro de un gran baúl y colocar encima la comida que servirán en la fiesta que tenían planeada a continuación.

En resumen, con un par de ingredientes básicos: un cadáver, dos asesinos y un salón lleno de invitados; el maestro del suspense nos ofrece una gran obra cinematográfica. ¿Por qué? Porque nunca una cámara había dado tanto de sí. Y es que parece como si los actores bailasen con la cámara, moviéndose a través de la habitación, hablando con unos, con otros… mientras que la cámara les sigue allá donde vayan; podría describirse simple y llanamente, como una obra de teatro filmada.
Atención, y precaución, con el primer plano del baúl, ese en el que la doncella recoge todo lo que había encima para guardar unos libros en él; puede provocar algún que otro ataque. Personalmente, creo que es uno de los planos más largos (crea esa sensación debido a la tensión de: “¿qué va a pasar si nadie la para a tiempo?”) y estresantes que recuerdo.
En otras palabras, y resumiendo, película 100% recomendable.