Glitch podría ser mucho más que una serie de televisión entretenida -porque lo es- si tuviera un argumento más sólido y madurado, y sus personajes no tuvieran un perfil tan plano y un carácter tan débil, hasta lo antagonistas que rotan a lo largo de la serie producen más compasión que disgusto; todos ellos carecen de móvil real de acción y de coherencia, y sus transformaciones de “buenos” a “malos” es ficticia, sin fuerza; además los objetivos y conflictos que se les plantea parecen forzados, desarrollan de modo arbitrario un instinto asesino que ni ellos logran expresar con eficacia, y como tampoco conservan un átomo del arquetípico criminal, ni proponen novedad, terminan caricaturizados. Entre los resucitados se percibe un lenguaje pobre, pocas reflexiones realmente importantes sobre la increíble experiencia de su resurrección, no hay interrogantes congruentes con la dimensión del hecho, y salvo el personaje de Paddy Fitzgerald, quizás el único que despierta simpatía y se siente genuino y con una historia y un propósito claros, los demás son opacos y sin gracia. Hasta la historia de amor de Kate y James es resbalosa y nada atractiva.

De otra parte, hay descuidos en la continuidad, tanto por parte del script, como en el guion. En el episodio 6 de la temporada 2, Chris Rennox, el dulce agente de policía, le dice a Kirstie Jane Darrow que reabrirá su caso ante la justicia, y le habla de la “evidencia clave”. Luego le confiesa que él mismo, cuando tenía 10 años de edad por orden de su hermano (el real asesino) y una paga de USD$25 introdujo una camiseta con sangre suya en el apartamento de Kevin Brunner, el entonces novio de Kirstie, para que este terminara incriminado y pagando una condena de 25 años de prisión por un homicidio que no cometió. El problema es que la muerte de ella no incluyó pérdida de sangre, fue estrangulada en al agua, y así lo han afirmado en capítulos anteriores. Asimismo, las acciones del cementerio, en ese mismo capítulo, con el propósito poco fuerte de resucitar a la dra. Elishia McKeller, le falta dramatismo, efectividad, claridad. Unos discos negros con azúcar y unas consolas de sonido resultan ridículos.

Los diálogos con la dra. Nicola Heysen, pudiendo plantear temas sumamente interesantes y definitivos en relación con la existencia humana, la muerte y la resurrección, o las investigaciones científicas, se desvanecen en la creación de una “perversa” llena de ambición y torpezas, a la que extrañamente se le hacen tantas concesiones como votos de confianza en un contexto de máxima improbabilidad. Las relaciones y libertades en una estación de policía con tres agentes, hace pensar o en problemas de presupuesto, de extras o de congruencias narrativas, pues la estación de policía tiene menos seriedad y eficacia que la dirección de una guardería infantil. Su manejo es desprolijo y casi teatral.

En términos generales, falta intensidad a la trama, coherencia, rigor en la narrativa, matices en los personajes, transformaciones coherentes y diálogos más efectivos, profundos y honestos; son tan básicos que no ayudan a develar los misterios de fondo que plantea la historia. Si bien tiene algunos giros interesantes, se queda corta en su desarrollo. Serie entretenida, sí, pero insubstancial.