El odio, la violencia y la venganza son un coctel lo suficientemente explosivo y autodestructivo que saca de nosotros lo peor de nuestra raza, haciéndonos parecer animales en su comportamiento más básico.
Esta es otra película con mucha reflexión de un mundo que nos contagia, que nos invita cada día a tropezar y/o caer en una espiral donde pocas salidas hay. Los barrios marginales son la cabeza visible en este film que destila agresividad por los cuatro costados y que no dista mucho de la visión real que hoy día se tiene, sea cual sea la ciudad.
A un lado la policía y al otro los delincuentes, todos haciendo piña en sus ideales, todos llenos de agresividad y todos siendo víctimas de unos enfrentamientos que no llevan a ninguna parte.
Casi veinte años de vida tiene el film y si se hubiera rodado en estos días pasaría por actual. No ha cambiado nada, es más, todo ha empeorado, todo se ha radicalizado y la visión que se tenía antaño no dista de la que hay ahora. ¿Se está haciendo algo mal? ¿Es lo fácil marginar a las personas a unos suburbios donde su vida en el mejor de los casos es acabar en la cárcel? Estoy seguro que da para muchas reflexiones.
Y todo nos lo cuentan en un día, desde una mañana hasta la siguiente, para poder observar el devenir de unos chicos diferentes culturalmente que bajo la opresión de un sistema van haciéndose un camino para sobrevivir siendo ellos los detonantes en sus vidas y en las del resto.
Está rodada en B/N lo que le da ese toque cinematográfico pero también más agresividad y peso en las imágenes, más dramatismo. De haber utilizado el color se habría perdido ese ambiente grisáceo, oscuro, en ocasiones tétrico y peligroso que da el aura de un barrio marginal.
A mi desde luego me enamoró cuando la vi por primera vez y sigo pensando, después de volver a verla unas cuantas veces más, que es todo un referente en el cine francés de los años 90.
Como curiosidad podréis daros cuenta de que los actores utilizan en la ficción los mismos nombres que en su vida real.