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España España · Santander
Voto de Simsolo:
9
Drama Una joven es obligada por su familia a asistir a un centro de terapia para reorientar la sexualidad de jóvenes homosexuales. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2021
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A “La (des)educación de Cameron Post” se le pueden perdonar los titubeos televisivos de algunos encuadres. Su hondura es otra y va más allá de la afortunada concurrencia de planos más o menos vigorosos, que también los hay. Cadencia y contenido se dan la mano con una armonía que no es casual, sino fruto del esmero. En una historia como la que narra, la autonomía de los actores y su credibilidad apuntalan la caligrafía de su directora. La sensibilidad no se construye con excesos dramáticos ni trucos. Trata un dilema moral –“su” moral, el patrimonio de los que mandan- y cómo afrontarlo cuando los sentimientos propios son otros y escuecen a la mayoría. Nuestra Cameron (“tú nombre ya es de por sí demasiado masculino para abreviarlo”, le espetan) ama a otra chica, un ser atrevido y delicado que padece como ella la incomprensión: una vez sorprendidas, la mano ejecutora de la normalidad se dispone a separarlas y, en el caso de Cameron, a su sanación.

A algunos les ha sorprendido la falta de carnaza, el tempo comedido de las escenas y su desarrollo, el pie en el pedal del freno a la hora de afrontar lo peliagudo. La tensión real, no nos engañemos, se desliza por dentro de las imágenes impregnándolo todo. La sustancia de unas vidas cuestionadas por una autoridad moral tan bienintencionada como ridícula. Al final, los intentos del sistema por juzgar y reprimir enternecen tanto como la asumida disparidad de nuestra protagonista. Para lograrlo, los actores se prestan al juego de la existencia con soltura y convencimiento. La intimidad de todos queda al descubierto a través de un guion que aligera sin diluir. Llega un momento incluso en que los censores, los represores, son los sorprendidos por sus propias incongruencias. Qué pensar de esos dos hermanos al cargo de la institución, tan confiados en Dios que se han olvidado de sí mismos, de lo que siente o aman. Ellos tampoco han elegido; su aparente suficiencia es ceguera, como si el cielo hubiese ardido sin borrarles la sonrisa.

Nuestra Cameron se rodea de semejantes de su mismo sexo, del contrario o de otro. No importa cuál. Los puritanos de postín que esconden sus inseguridades detrás de añejos fundamentos se quedan al margen, desvelados, desnudos. Todos llevamos un iceberg dentro y arrastramos su parte sumergida. En “La (des)educación de Cameron Post” la intolerancia se resquebraja; es loza vieja. La comprensión del otro prevalece sobre unas ideas contritas y rancias que el amor convierte en serrín. Cameron lo sabe desde el principio. No necesita encontrarse porque no se ha perdido. Sola o acompañada, conoce sus opciones. Aquellos que le han negado la libertad de elegir no pueden poner límites a su mundo, un futuro que cabe en el remolque abierto y despejado de una camioneta.
Simsolo
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