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Voto de Homer Thompson:
3
Drama Luis (Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia (Lucía Pollán), una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados "Mágical Girl Yukiko". El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven casada que sufre ... [+]
13 de junio de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre camina por el paseo de una veraniega playa, junto al ruido de las olas. Cuando termina su largo paseo, que no presenciamos al completo gracias a unas cuidadosas elipsis, se encuentra frente a un restaurante que, al parecer, es uno de los mejores de la costa dado que sirve platos exquisitos y se sirve de una gastronomía tan peculiar como única, alejada de esa morralla para paladares ignorantes que año tras año invade las carteleras de los kioscos playeros.
Sin dudar ni un instante, el hombre cruza la calzada y se planta en el interior de dicho restaurante. A paso inusitadamente lento, recorre la sala principal y se dirige a la terraza en busca de un poco de sol, intentando encontrar un solo sitio en el que una luz ténue no sea la protagonista de la escena cromática. Llegado a tal, escoge una de las mesas, se sienta ante ella y espera, y espera, y espera pacientemente a que se acerque algún camarero (o alguien que, aún no siéndolo, se presente como tal) y proceda a tomarle nota.
Una vez aparece en escena, el camarero le pregunta por los alimentos que desea, y nuestro protagonista (que ya no era tal porque el camarero había pasado a formar parte junto a él de una serie de historias cruzadas) se decide a pedir un bocata de gaviota japonesa, a sabiendas de que en aquel restaurante, a pesar de la fama que tenía en cuanto a comidas extrañas, le sería tremendamente dificil de comer, y ello llevaría a sus responsables por una larga odisea (que incluye todo tipo de prácticas extorsionadoras y sexuales) para conseguir esos dichosos pájaros japos para un cliente que seguramente no vuelva a pasarse por allí en su vida.
Tras unos interminables minutos en los que observamos como nuestro hombre observa con cara de palo el horizonte, pretendiendo ser humanamente dramático, por fin llega el ansiado plato.
Tras un larguísimo plano con encuadre fijo, a larga distancia, en el que observamos cómo el hombre se sirve agua en su vaso, se pone la servilleta al cuello, y le da un bocado a ese manjar, la historia se precipita sin más dilación hacia su última escena, inesperada y tremendamente impactante, en la cual la cara del protagonista cambia a un pálido rostro para posteriormente, aseverar: "Me he comido a mi hijo".

Fin. Ale, ahora adivina de qué iba la película.
Homer Thompson
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