...cuando el sufridor narrador comienza a matar a sus criaturas, pues ya no halla esperanza en su vida.

Y ya estoy llorando como una Magdalena cuando la niña (asombrosa actriz) implora a su amigo narrador que tenga esperanza y que salve al protagonista.

Y sigo llorando de emoción cuando Tarsem repasa en las últimas imágenes la magia del cine mudo, acompañadas por la poderosísima música de Beethoven.

Y acaba el film. Y salgo tocado. Y me doy cuenta de tres cosas:

1. Tarsem ha logrado lo que ningún cineasta videoclipero hasta ahora (y hay muchos) ha logrado: usar su esteticista lenguaje visual para contar una historia que me alcance el corazón. Cosa que ninguna película lograba desde hace AÑOS.

2. Me ha devuelto la confianza en la magia del cine.

3. Me ha vuelto a recordar que la vida y la ficción se alimentan la una de la otra en una suerte de simbiosis.

Y es que SOMOS LO QUE NARRAMOS. Y LO QUE NARRAMOS REFLEJA LO QUE SOMOS.

Enhorabuena, Tarsem. Lo has logrado. Has invertido cuatro años de tu vida en realizar ni más ni menos que una maravilla.

Película de culto inmediata.